50 Potaje Gitano de Utrera. Homenaje a Raphael. Diego El Cigala, Macanita, Manuel de Angustias, Juana Amaya

Estela Zatania

Cincuenta años con el Potaje Gitano de Utrera.
Sábado, 1 de julio, 2006. Colegio Salesiano. Utrera (Sevilla)

Medio siglo… son años. La mayoría de los presentes – artistas, público, periodistas, técnicos de sonido, camareros, cocineros y demás personal – en el Colegio Salesiano de Utrera la noche de sábado, no había nacido cuando en 1957 la Hermandad de los Gitanos de Utrera inventara, sin intención, un formato de espectáculo flamenco que daría lugar a una moda y una época.

Aquel año hacía poco que un cantaor joven de Puente Genil llamado Antonio Fernández Díaz había logrado una victoria sorprendente en el primer Concurso de Córdoba, y en Francia se había editado la primera antología de cante flamenco de la historia. En Madrid el primer tablao flamenco, Corral de la Morería, abrió sus puertas, y en Algeciras, un niño de diez años, Paquito de nombre, soñaba la música de guitarra destinada a ser la banda sonora del flamenco que nos conduciría al nuevo siglo. Carmen Amaya estaba demostrando su extraordinaria intensidad a un público extranjero que todavía confundía el baile flamenco con el Jarabe Tapatío y un cantaor llamado Antonio Mairena estaba diseñando su plan maestro para rescatar el cante de un largo período de decadencia mientras los primeros turistas de ultramar empezaban tímidamente a explorar las playas ibéricas y a aprender a pronunciar “paella”.

El Potaje Gitano, precursor de todos los festivales flamencos de verano, llegó a ver la inauguración y desaparición de muchos otros festivales que copiaban su formato de largas noches de cante al aire libre, carteles repletos de figuras de primer rango e incluso el concepto de basar el evento en algún elemento comestible como pudo ser los caracoles en Lebrija o el gazpacho en Morón de la Frontera.

Cuando los sueldos del flamenco pasaron de nivel de oficinista a nivel de estrella de cine, los carteles se vieron correspondientemente reducidos, y el cincuenta aniversario del Potaje Gitano de Utrera ha lucido un programa flaco comparado con los festivales de hace décadas. “Monstruos” del cante ya apenas existen, entonces nos hemos apañado con Tomasa Guerrero “Macanita” y Rafael de Utrera para representar el cante tradicional, dos Diegos, el Cigala y el Carrasco, para el gusto contemporáneo y Manuel de Angustias (nieto) para saciar la nostalgia permanente que siente Utrera por uno de sus hijos predilectos, Bambino. Completaron la oferta la moronense bailaora Juana Amaya y el homenajeado de lujo que no falta desde el éxito rotundo del homenaje a Alejandro Sanz hace dos años, en esta ocasión, el popular y profesionalmente longevo cantante, Raphael.

Después de la presentación de Manuel Peña Narvaez, uno de los fundadores del Potaje, Rafael con efe, el de Utrera, joven estrella del cante, abrió esta edición histórica del festival. Sin haber pasado por el proceso de la transmisión oral mediante las reuniones informales que estaban a su alcance, Rafael se formó como la mayoría de los jóvenes hoy en día, a base de mucha afición y estudio, y con puntuales excepciones su repertorio es correspondientemente ajeno a la tradición cantaora de Utrera. Después de rendir homenaje al cante básico cantando por tonás, puso un detalle localista al gusto de todos con la canción por buleria “Señorita” que fuera éxito del utrerano Enrique Montoya hace cuarenta años. Destacar que en este pueblo históricamente cantaor, Enrique es uno de cuatro artistas relacionados con el flamenco cuya efigie decora las calles (las otras son de Fernanda y Bernarda de Utrera y Miguel Vargas “Bambino”).

El precursor de todos los festivales flamencos de verano llegó a ver la inauguración y desaparición de muchos otros festivales que copiaban su formato

Rehusando la magnífica tradición solearera de Utrera, Rafael suele optar por la soleá apolá que domina magistralmente, y en esta actuación ha proyectado una templanza y madurez que antes faltaban en las interpretaciones de este cantaor que también se dedica al “atrás”, el cante para baile. Otro guiño local con los cantes del Pinini estaba incluido en una serie de cantiñas y a continuación, por bulerías recordando al Chozas y a Camarón entre otros, terminando fuera del micro logrando irritar más que impresionar al numeroso público del enorme campo atlético. La obligatoria pincelada de baile fue proporcionada por los palmeros Bobote y Eléctrico bailando a dúo. Mención especial para el tocaor Román Vicenti.

Tomasa Guerrero “Macanita” goza del cariño de Utrera debido a su devoción por el cante de la Fernanda, y fue recibida con un caluroso aplauso que también iba por su acompañante de lujo, Diego de Morao a la guitarra. Guapísima con su moño descuidado y vestido de rojo despampanante, interpretó tientos tangos, soleá y una tanda de bulería corta y romanceada.

La fama de Diego el Cigala disminuye en función de los kilómetros que se aparta de Madrid donde es súper estrella y figura de culto. La noticia de su éxito discográfico “Lágrimas negras” no ha repercutido demasiado aquí entre la afición del cuenco del Guadalquivir, y tuvo una recepción algo gélida. A pesar de apuntes utreranos debidamente insertados por soleá, tangos contemporáneos, fandangos actualizados (los del Gloria al compás de Huelva) y bulerías acamaronadas con el respaldo de los palmeros Gregorio y Chícharo y nuevamente Diego de Morao, el paso del Cigala por el histórico evento transcurrió sin despertar emociones.

Después del descanso y los frijones, un excelente audiovisual recordó a los principales homenajeados de los cincuenta años de historia del festival con las caras y voces de personas como Manuel Torre, Antonio Mairena, Manolo Caracol, Lola Flores o Rocío Jurado, además de utreranos ilustres, y otro vídeo desglosó brevemente la biografía de Raphael que sería homenajeado a continuación. Hace pocos días que el popular cantante fue concedido la Medalla de Mérito a las Bellas Artes.

Manuel de Angustias tuvo una actuación pulida y profesional bambineando por temas clásicos de su famoso tío como “Payaso”, “Nadie se lleva nada” o “El poeta lloró” además del suyo propio, “Cobarde”, todo al son de fiesta. El joven solicitó de Raphael “una pincelá”, y el cantante cumplió bailando brevemente por bulería.

Juana Amaya, veterana bailaora de Morón de la Frontera y muy querida en Utrera, dejó al público perplejo cuando el primer baile fue interpretado por su jovencísima hija Nazaret Reyes. Pareciéndose físicamente a su madre, la niña es simpática y bien dotada para el baile, pero verde todavía para tanta responsabilidad. La cosa se complicó con otra soleá interpretada por Jairo Barrull, un experimentado joven que en esta ocasión se ha mostrado en plena conversión a la escuela farruquera sin dominarla todavía. Y un tercer baile por soleá, esta vez sí, con la gran Juana Amaya, intensa, peligrosa, flamenca y carismática, aunque algo distraída, posiblemente debido a la mediocre actuación de su hija. Destacable el trío de cantaores, Enrique el Extremeño, Juan José Amador hijo y David el Galli.

Cuando daban las cuatro de la mañana el relente de la campiña sirvió para ahuyentar a gran parte del público que se había ido abrigándose con manteles y fundas de silla, y el estrambótico Diego Carrasco tuvo que cometer sus travesuras acompasadas para un campo atlético casi sin “jugadores”. Lástima, porque venía con ganas y un grupo dispuesto, y así acaba el aniversario dorado del Potaje Gitano de Utrera, como diría Elliot, “no con una explosión sino gimoteando”.

 


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