50 Festival Internacional del Cante de las Minas – Miguel Poveda 'Sin Frontera'

Texto: Estela Zatania
Fotos: Rafael Manjavacas

Resumen: 50 Festival Internacional del Cante de las Minas – Miguel Poveda 'Sin Frontera'

50 Festival Internacional de
Cante de las Minas de La Unión.

Miguel Poveda “Sin Frontera”
Lunes, 9 de agosto, 2010. 2300h. La Unión (Cartagena)


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Siguiendo la pauta “casa por ventana” del cincuenta aniversario del Festival de La Unión, el martes fue el día de Miguel Poveda, actualmente máxima figura del cante flamenco, con su excelente obra “Sin Frontera”. 

A las ocho de la tarde, y dentro del agenda cultural, fue presentado el libro “La Unión, Historia y vida de una ciudad minera”, y a continuación el popular Jesús Quintero recibió de manos del alcalde de La Unión, Francisco Bernabé, el Premio Extraordinario a las Artes Audiovisuales.

En la Catedral de Cante, todo estaba dispuesto para recibir a una de las personalidades más ligada al festival, y más querida por la población local, a tal extremo que la tarde de martes se inaugura oficialmente en La Unión la Calle “Miguel Poveda”.  Hace diecisiete años en este mismo escenario, con sólo veinte años, Poveda emprendió su extraordinario viaje hacia la cumbre de su profesión tras recibir cuatro premios, incluyendo la codiciada Lámpara Minera.  El joven cantaor ha evolucionado espectacularmente desde entonces, porque una Lámpara Minera, por mucho prestigio que otorgue, no es garantía del éxito.  Se lo ha currado bien, y más loable todavía es el triunfo de Miguel, dada su procedencia catalana ya que por desgracia, el flamenco sigue siendo un arte de elitismo y localismo.  Pero el abundante talento bruto de Miguel Poveda, y su cariñosa forma de ser, han derribado todas las barreras “incluso” en Jerez donde aprendió a moverse en el ambiente y poner dimensión a sus considerables dotes.

“Sin Frontera” es una celebración seudo biográfica de aquellas vivencias.  El joven que empieza con su cante levantino, entra en contacto con los flamencos de Andalucía occidental, más notablemente su admirado Luis Zambo, y con un poco de imaginación, delante de nuestros ojos los dos mundos flamencos no sólo se encuentran, sino que se revuelcan en sendas similitudes y diferencias.  Es un tema muy apto para nuestros tiempos globalizados, pero más importante, Poveda ha tenido la inteligencia de hacerlo funcionar sin tópicos ni excesos. 

En total, ocho hombres.  Jerez presente en las personas del Zambo, Moraíto a la guitarra, el baile de Andrés Peña y el compás de Luis Cantarote y Carlos Grilo que comparten escenario, mesa de madera y varias botellas de vino de Jerez con los guitarristas catalanes Chicuelo y Juan Ramón Caro y el mismo Poveda.  El compás y soniquete jerezanos se cruzan con el melodioso cante y repertorio de Miguel.  Mineras, levanticas, tarantas, cartageneras y abandolao de Poveda, sabrosísimas bulerías pa’ escuchar y tonás del Zambo, con letra sobre el Tío Borrico incluido y el magnífico baile de Andrés cuya compacta intensidad controlada es un poema de buen gusto flamenco. 

Se abrazan todos, se sirven copas y la fiesta sigue para nuestro mayor deleite.  Muchos han intentado plasmar en un escenario el ambiente de una reunión de amigos en torno al cante, pero el resultado suele ser una indigesta confusión de buenas intenciones no realizadas.  Esta “espontánea” fiesta, escenografiada y ensayada lo justito, es la más fiel representación de una velada de cante entre amigos, y un modelo a seguir si vamos a dar tregua a la imparable marcha hacia las obras cada vez más fastuosas, estrafalarias y sobre todo costosas.  El flamenco se sostiene con buen cante, baile y guitarra, conocimientos y mucha afición.

El público quiere más y más.  La imagen de Poveda cantándose a su propio baile abre un dilatado fin de fiesta, tangos de Triana, bulerías en menor, “Sevilla y Jerez”, el baile de pellizco por bulerías sin cante ni guitarra de Peña sube la temperatura aún más, el simpático baile de los guitarristas y palmeros, Poveda cantando por levante al compás de Jerez, o mano a mano por soleá con el Zambo, “Alfileres de colores… El aplausómetro se dispara, y todo se queda en una celebración del hermanamiento de andaluz y gitano, este y oeste, el flamenco como mejor se disfruta…”sin frontera”.


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