Texto: Estela Zatania
Fotos: Rafael Manjavacas
Resumen: 50 Festival Internacional del Cante de las Minas – José Mercé & Israel Galván
50 Festival Internacional de
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Domingo 7 de agosto, con medio país en la playa, seguimos aquí “en las minas” de La Unión donde se está de plena celebración del quincuagésimo aniversario del venerable festival. La jornada cultural vio la presentación del libro “Carmen Amaya en Argentina” de Francisco Hidalgo, y un Premio Extraordinario a las Artes Cinematográficas fue otorgado al cineasta Carlos Saura. Acontecimientos importantes en la Catedral de Cante donde el programa doble empezó con Israel Galván y su creación más perfecta, “La Edad de Oro”. Con sólo tres elementos en total – baile, guitarra y voz – en mente de todos estaba el muy querido Fernando Terremoto que desde el estreno había puesto el cante a esta hermética obra. La guitarra sigue siendo la del admirable Alfredo Lagos, y su hermano David Lagos puso voz a los episodios surrealistas – porque no son bailes en el sentido convencional. Ya hemos visto “La Edad de Oro” cinco o seis veces, lo que nos permite contemplar su desarrollo. La escueta plantilla de tres hombres altamente capacitados y perfectamente compenetrados, hace que sea una obra maestra que crece, respira y evoluciona. Tanta tinta virtual gastada en Israel, a estas alturas ya no sabes qué decir. O quizás sí. Porque el suyo es un genio dinámico en constante proceso creativo. Como todos los grandes artistas, siempre sorprende, incluso haciendo lo de siempre, porque en Galván la mayor constante es su capacidad para hacer “lo de nunca”. Su forma de abarcar el baile no le permite recurrir a la memoria muscular de pasos repetidos hasta la saciedad. Emplea un proceso más directo y visceral. Israel escucha los sonidos que retumban dentro de su cabeza, la música de los silencios y las vibraciones de voz y guitarra, moldea el aire a su antojo y nos transmite el resultado mediante el vehículo de su cuerpo. Israel Galván rechaza el formato habitual de bailes de larga duración con principio claro y final contundente. Como vendedor ambulante de arte, nos despliega un catálogo de posibilidades. Tampoco se limita a los movimientos del cuerpo, emitiendo extraños sonidos, tocando nudillos en la suela del zapato o haciendo de los dientes “castañuelas”. Como adultos, aprendemos a reprimir los impulsos infantiles. Israel, en cambio, no descarta opciones. Su persona artística, medio inocente, medio traviesa dentro de un paisaje mental permanentemente jondo, asigna máximo valor a la pureza del espíritu. En cada momento está el desafío implícito: “¿y porqué no puedo hacer esto?” Hay fragmentos e insinuaciones de formas y bailes estándares – siguiriya, farruca, tientos, bulerías, alegrías – que permiten al espectador enganchar su carrito para el viaje vertiginoso que proporciona el bailaor; pero no parpadees, no vaya a ser que pierdas algún detalle genial, porque no existe relleno en el baile de Israel. Alfredo Lagos a la guitarra, impresionante como siempre. El que despeinó inesperadamente al público fue David. En la actualidad es el joven cantaor jerezano de mayor proyección y capacidad, aunque se prodiga poco en su tierra. Galván tuvo el buen gusto de dejarle mucha oportunidad para lucirse en solitario con resultados espectaculares especialmente por malagueñas, fandangos, siguiriya con cabal y unas bulerías jerezanísimas. En la segunda parte del programa, Mercé y Moraíto, el dúo más estable y querido del panorama actual del cante. Llegaron a La Unión respaldados únicamente por la garantía de su propia capacidad, sin palmeros siquiera. El repertorio no varía, ni falta que hace. Cuando estos dos abren el grifo de lo jondo, los duendes acuden rápida y obedientemente. No fue el espectáculo pop de los coros y las canciones que Mercé también domina, sino el de cante sin más. Cuando se aparta del micro y canta al borde del escenario, su hermosa voz flamenca retumba por el amplio teatro, y termina de ganar a los presentes con un verso por bulería acerca de los mineros. Tres bises fueron necesarios para calmar el hambre de Mercé que tenía el numeroso público de La Unión: fandangos, “Al alba” y “Aire”. Y así, felizmente despachaítos, salimos a buscar mesa en la terraza de la “Avenida del Flamenco” delante del recinto donde tantas emociones estamos viviendo estos días. La playa puede esperar…… |