Texto y fotos: Estela Zatania
Sábado, 25 de julio, 2015. 2300h. Plaza del Hospitalillo, Lebrija
«Lebrija, Flamencos de Oro»
La noche de sábado, 25 de julio, los artistas de Lebrija pusieron en escena un dilatado viaje por la historia de su festival de la Caracolá.
Cante: Miguel Funi, José Valencia, Inés Bacán, Pepe Montaraz, Anabel Valencia, Fernanda Carrasco, Curro Vargas, Carmen Vargas, Jesús Flores, colaboracion especial de Pedro Peña. Piano: Dorantes. Baile: Concha Vargas, José Luis Vidal «Lebri». Guitarra: Pedro Ma. Peña, Antonio Malena, Juan Requena, Luis Carrasco, Curro Vargas, Currito Malena, Eusebio José García. Percusión: Nano Peña. Batería: Javier Ruibal. Palmas: Vicente Peña, Manuel Valencia, Juan Diego Valencia, José Vargas. Dirección: Pedro Ma. Peña.
Después de un programa de jornadas de actividades paralelas y exhibiciones, por fin llegó el gran día. «Cincuenta años» se dice pronto, una continuidad admirable, no sólo de un festival flamenco, sino de un ambiente palpitante de sabor y arte, artistas con un hilo común que ni es utrerano, ni es jerezano, sino ambos, y algo más. Esta localidad de la campiña andaluza occidental de 27.000 habitantes ha sido capaz de mantener viva la llama jonda, avanzando hacia el futuro del flamenco con dignidad, sin estridencias ni fusiones rebuscadas, e involucrando a la juventud. Todo un milagro.
Y Lebrija ha querido regalarse una buena celebración para pregonar al mundo entero su historia y su ánimo de superación. Con la mayor ternura, nostalgia y orgullo, el patriarca Pedro Peña Fernández, fundador de este evento, relató la historia de la primera Caracolá celebrada en el Cine España de la Corredera, la colaboración de los artistas que hacían de porteros, técnicos de sonido o camareros, la furgoneta de los caracoles que llegaba con retraso o como hubo que ir corriendo a casa de su madre, La Perrata, para sábanas que sirvieran de telón de fondo. En el mundo flamenco actual de managers, suelos amplificados y catering en los camerinos, escuchar los recuerdos de Pedro Peña, fue viajar a aquellos años del nacimiento de la movida de los festivales de verano, y comprender el ambiente de buena voluntad y colaboración que la rodeaba en un país apenas venciendo la larga posguerra. Así nació, en las palabras de Pedro, «uno de los festivales más importantes de España».
El espectáculo, dirigido hábilmente por Pedro María Peña, hijo del patriarca, logró un equilibrio perfecto entre los artistas locales más queridos, y unos cuantos consagrados. Juan Peña «Lebrijano», máxima figura de esta localidad, no pudo estar presente debido a una reciente intervención, aunque se está recuperando con normalidad. A lo largo de la velada había palabras cariñosas para el cantaor, pero el gesto más hermoso y elegante vendría del joven cantaor José Valencia que abrió su actuación con una acertadísima evocación de Bienaventuranzas de la grabación del Lebrijano «La palabra de Dios a un gitano» (1972), con el acompañamiento de David Peña «Dorantes» al piano.
Pedro Peña abrió el gran evento cantando por martinete y debla, y por soleá con los cantes más relacionados con Lebrija y el gran creador Juaniquí. Juana Vargas, cantaora semiprofesional, dulcemente rancia, ofreció su cante empapado de vivencias de las gañanías, con un sabor tan espeso que te quitaba el hambre.
José Luis Vidal «El Lebri» bailó por alegrías del Pinini y de Cádiz. A continuación, había palabras para Curro Malena, otro figurón de Lebrija que no ha podido estar presente por motivos de salud. Pepe Montaraz, cantaor lebrijano octogenario entonces entregó su cante comedido y sabio, acompañado por Eusebio José García a la guitarra.
Aparte de Pedro Peña, otro superviviente que actuó en aquella primera Caracolá, por poco robó todo el festival esta noche. Miguel Funi, setentón, apenas capaz de andar debido a un problema en la pierna. Andar casi no pudo, pero bailó con toda la gracia y picardía de sus mejores años…¡o más! Hace tiempo que no se le ve tan artísticamente en forma, es el milagro del efecto rejuvenecedor del flamenco. Dedicó su actuación al Lebrijano y a Curro Malena.
Homenaje a María la Perrata y a Pedro Bacán, dos figuras universales de Lebrija, y a continuación, dos jóvenes cantaoras poderosas, Fernanda Carrasco y Anabel Valencia, demostraron el legado flamenco que les ha tocado por haber nacido en Lebrija, y haber sabido conservar aquel tesoro.
Concha Vargas, única bailaora que ha salido de Lebrija, bailó por siguiriyas y bulerías respaldada por su cuadro, poniendo en pie al público que llenó el patio del Hospitalillo.
Un dilatado homenaje al grupo fundacional de la primera Caracolá, fue seguido del cante de Inés Bacán, la bellísima música de David Peña «Dorantes» al piano…¡quién fuera a decir hace medio siglo que sonaría un piano de cola en el las bodas de oro de la Caracolá!… y del explosivo José Valencia con Juan Requena a la guitarra. Tan asimilado tenemos que Valencia es un fenómeno de la naturaleza, que ya casi no se le presta la debida atención. Es artista completo, habita el compás como una segunda piel y domina el escenario con la mayor soltura. Sentenció Valencia que «con el tiempo echaremos mucho en falta a las grandes figuras».
Noche de recordatorios, nostalgia y homenajes, alguna lagrimilla y unos cuantos nudos en la garganta. Una acertada muestra del rico panorama del cante flamenco como se entiende en este humilde rincón de Andalucía profunda. Como declaró Pedro Peña: «Ojalá se celebre también los 100 años».