Resumen: 49 Festival Flamenco del Cante de las Minas. Gala Flamenca: Guillermo Cano / Mariana Cornejo / Capullo de Jerez
XLIX FESTIVAL INTERNACIONAL
DEL CANTE DE LAS MINAS Capullo de Jerez, Mariana Cornejo, Guillermo Cano |
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Texto: Estela Zatania La tercera jornada de galas del festival de La Unión, comenzó con otro descenso a la mina Agrupa Vicenta, en esta ocasión para presenciar un recital de cante minero a cargo de Juan Pinilla, Lámpara Minera del 2007. Con Antonio Fernández a la guitarra, el cante del joven granadino por murcianas, levantica, cartageneras, taranto, fandango minero y mineras, impactó doblemente, debido al dramático entorno. La gala del teatro comenzó con la actuación de Guillermo Cano, acompañado por el guitarrista Rubén Lavaniego. El joven onubense, que siente sincera devoción por la época clásica tipificada por Manuel Vallejo o Pepe Marchena, ofreció un repertorio perfectamente al gusto del público de La Unión. Con un decir de antaño y voz actual, empezó con una vidalita. La soleá fue interpretada al 8 por arriba, una postura de guitarra que complementa el planteamiento retro. Estamos viviendo la época de la recuperación de los fandangos. La pareja de palmeros Makarines (hoy en día vienen de dos en dos porque hasta las palmas están “coreografiadas”) prestaron sus voces al coro de fandangos de Huelva, cantes que Cano domina espléndidamente con una gran variedad de estilos, algunos poco conocidos. “Penita pena” y otros cuplés clásicos por bulerías, estilizados y actualizados, y a estas alturas el público está totalmente entregado. Es curioso que los unionenses tienen poco apetito para las bulerías, pero cuando se trata de cuplé clásico, puede más el gusto por lo antiguo, y el cantaor recibe una efusiva ovación. Un surtido de tangos – de la Repompa, granadinos y gaditanos – y fandangos personales rematan la intervención del cantaor para dar paso a Mariana Cornejo. Su tío, Canalejas de Puerto Real, fue Lámpara Minera en el año 1963. Su guitarrista habitual, Pascual de Lorca, ganó el Bordón Minero en 1983. Aparte de eso, muy poco vincula a la simpática gaditana con esta parte del territorio flamenco. De hecho, algunas máximas figuras del triángulo Sevilla-Jerez-Cádiz llegaron en su día al festival de La Unión, y no lograron vender su producto a la afición local. Mariana Cornejo se esforzó, se volcó, se entregó a más no poder, y al final se ganó al público. Su sabrosilla “tiri titrán” rompió la densa atmósfera del recinto, y empapó cada rincón de sal marina y luz cuando sonaron las primeras notas de alegrías, rosas y otras cantiñas. Mariana posee ese brillo personal que adquieren algunos veteranos cuando la sapiencia de los años se traduce, no en amargura, sino en la pura alegría de vivir. “Contagiosa” es la palabra adecuada. Bulerías de Cádiz, o “chuflillas” como dice ella, con cantes de su tío Canalejas, una jota aragonesa, los versos más queridos de Manolo Vargas y Pericón, y Pascual de Lorca, murciano de nacimiento, da todo el sabor que corresponde. Un surtido de tangos es rigurosamente precamarón – el de La Isla tuvo una influencia poderosa en este palo, pero Mariana nos transporta a un tiempo anterior. La cantaora se despide con más bulerías, muy a La Perla, y el público en pie confirma la misión cumplida de la gaditana. El Capullo de Jerez, carismático y calculadamente loco, es uno de los pocos del “otro lado” que puede permitirse el lujo de sentirse en casa aquí en la zona levantina. Con el conjunto pop, gusta menos, pero con su Manuel Jero junior a la guitarra, con palmas y un cajón discreto, logra comunicarse perfectamente con oídos más hechos al cante dulce y melancólico. Guste más, guste menos, Miguel Flores es un artista. El compás es su juguete, Jerez su bandera. Trabaja y adapta las formas a su antojo, haciendo buen uso del flamenco que nos ha sido otorgado. Es la antítesis absoluta del cantaor mimético. Soleá por bulería, fandangos personalísimos, tangos capullescos, “Dicen de mí” de Camarón para dar la entrada a media hora de bulerías donde caben hasta la media granaína o la toná liviana. Luego, tonás, para serenar el ambiente un poco antes de volver a la fiesta infinita que se celebra a todas horas dentro de la cabeza del Capullo de Jerez. Más información: |