Resumen: 49 Festival Flamenco del Cante de las Minas. Gala Flamenca: Carlos Piñana / Arcángel
XLIX FESTIVAL INTERNACIONAL
DEL CANTE DE LAS MINAS Carlos Piñana, Arcángel |
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Texto: Estela Zatania Después del desfile de moda flamenca en la mina Agrupa Vicenta, llegamos al teatro-mercado-catedral para la actuación estelar de la noche. Igual que otras comarcas cantaoras, La Unión tiene sus dinastías. Antonio Piñana, padre e hijo, cantaor y guitarrista respectivamente, protagonizaron la revitalización del cante minero cuando éste estaba a punto de desaparecer. Y el hijo del hijo, Carlos Piñana, ahora ha venido al gran escenario del Festival del Cante de las Minas para dejar constancia de su particular visión. Tradición y vivencias pasadas por el cedazo de una nueva generación y una inteligente impronta personal. Es posible que sea mejor compositor que guitarrista. Temas líricos, siempre aprovechando el trasfondo de melancolía de la mina, una expresión dulce amarga, incluso por alegrías. Administra sabiamente un atrás de percusión, cajón, palmas, guitarra eléctrica y detalles de voz de manera que la guitarra no quede supeditada en ningún momento. Fandangos y soleá fantasiosos, etéreos, las fatiguitas siempre languideciendo justamente por debajo de la superficie. Una espléndida farruca es la pena hecha belleza cuando explora el drama y misterio de la escala menor. Tanguillo con violín es otra hermosa composición que no se entrega al regocijo sin guardar sitio para la pena subyacente, además de bulerías contemporáneas con violín, y una magnífica guajira. Ojalá los bailaores actuales miraran las posibilidades de este tipo de arreglo para ampliar sus repertorios en lugar de meterse por berenjenales lejanos. La segunda parte del recital fue a cargo del onubense Arcángel, con el sorprendente Miguel Ángel Cortés a la guitarra y los hermanos Saavedra a los coros y palmas. Martinete y tonás para empezar, melismáticos y extrañamente dulces. Soleá clásica con su voz retro, terminando con una versión meticulosamente adornada del cierre de Paquirri que provoca una sentida ovación del público. Arcángel tiene sus seguidores, y sabe complacerles con una voz hecha a la antigua usanza, delicada y veloz. Siguiriyas oníricas se ambientan con la máquina de humo, el toque fantasioso de Cortés con la sexta bajada y estilos y versos de los más clásicos, que si “A clavito”, que si “Santiago y Santana”. Coros sedosos y susurrados aportan un aire arcangeleño a los tangos extremeños y gaditanos, rematados con “Tres Puñales”. Con las bulerías delante y en semicírculo se pretende dar un aire improvisado con versos de la Plazuela y Santiago, pero hay como una frialdad, el cantaor se reserva y los repetidos coros armonizados confirman la falta de espontaneidad. Un intensamente trabajado arreglo de alegrías cantiñas, una especie de suite gaditano donde no faltan detalles del Pele o de alegrías de Córdoba, pone en pie al respetable. Entonces el cantaor se dirige al público por primera vez en lo que va del recital, dice que cree en el flamenco porque mueve corazones, que es seña de identidad del país, que no va a acabar nunca y que hay que tratarlo con mucho cariño. Por fin llega el momento de los fandangos de su tierra. Cambia por completo su lenguaje corporal, extiende los brazos libremente y se mueve con naturalidad. Desaparece la falta de espontaneidad y el hombre desprende todo el carisma que se echaba en falta en los cantes anteriores. Un juego de voces sobrepuestas, bellísimo, dificilísimo, es llevado por Cortés con absoluta soltura. Toca por medio captando el aire antiguo sin olvidarse de quien es, y Arcángel alcanza las alturas más sublimes por Alosno. Aquí no hay fin de fiesta por bulerías; con los fandangos todo está dicho. Lástima que a este hombre no le haya tocado vivir la época de los fandangos para haberse dedicado plenamente a lo que tan exquisitamente domina. Más información: |