Texto y fotos: Estela Zatania
Sábado, 26 de julio, 2014. 2300h. Plaza del Hospitalillo, Lebrija
CALENTANDO MOTORES PARA LAS BODAS DE ORO
Cante: Jesús Méndez, Inés Bacán, Pepe Montaraz, Miguel Funi. Baile: Concha Vargas con el cante de Carmen Vargas y Rubio de Pruna, las guitarras de Pedro Vargas y Luis Carrasco y las palmas de Antonio el Maleno, Juan Vargas “Pike” y José Vargas “Kilito”. Guitarras de acompañamiento: Manuel Valencia, Eusebio José García, Pitín hijo.
A los 49 años desde su primera edición, la Caracolá Lebrijana ya puede presumir de medio siglo de historia. Fue en 1966 cuando los organizadores vieron la necesidad de establecer un evento digno de los tiempos y de la importancia de Lebrija en la historia del flamenco, un lugar estratégico de la geografía jonda donde se mezclan las influencias artísticas de Sevilla y Cádiz dando lugar a un sello propio e inconfundible, hasta en el compás.
Después de una semana larga de actividades paralelas, recitales, exposiciones y conferencias, y con planes medio haciéndose para el cincuenta aniversario el año que viene, esta edición quedó como un resumen del carácter flamenco de Lebrija. El singular Miguel Funi, la indefinible Inés Bacán, el gran conocedor Pepe Montaraz, titular de la peña, o la explosiva Concha Vargas….faltan algunos nombres puntuales, más notablemente el de Juan Peña “Lebrijano”, pero se puede decir que el arte flamenco de la localidad estaba bien representado en toda su diversidad.
El único artista “de importación” fue el jerezano Jesús Méndez, por primera vez en la Caracolá, que abrió el programa por tener que acudir a otro festival esta misma noche…como antiguamente, cuando había tantos festivales de cante que se daba mucho el fenómeno del doblete. En la plaza del Hospitalillo de la iglesia Santa María de la Oliva, con la complicidad muda de la hermosa torre de la Giraldilla, Méndez empezó el rito jondo a todo pulmón con bulería por soleá. Le acompañó a la guitarra otro jerezano, Manuel Valencia, flamante ganador de la Venencia Flamenca de Los Palacios. Por siguiriyas, Jesús entregó un vendaval de jerezanía con sabor de la Plazuela. Dedica unos fandangos a Dolores Agujetas que se encuentra entre el público, y remata por bulerías sirviéndose tanto de aires utreranos, como de Caracol, como de romances a lo lebrijano, y el público le agradece el esfuerzo con una ovación en pie.
El resto del cartel fue puro made in Lebrija. Inés Bacán fue presentada como “la última sorpresa artística del clan de los Pinini”. Con sus sobrinos Vicente y Juan Peña a las palmas, y Pedro María Peña a la guitarra, empezó por nanas. El contraste con la agresividad del jerezano es total. Fandangos por soleá, que no es un estilo de cante sino una forma de adaptarlo al compás, sigue siendo una gran especialidad del eje Utrera-Lebrija, menos empalagoso y con más cuerpo que los fandangos naturales. Después de siguiriyas, Inés cantó por soleá.al compás aligerado típico de la zona. Cerró por bulerías, y nuevamente es el compás, ahora relajaíto, que delata que estamos en la campiña sevillana. Un discreto fin de fiesta, y tonás para cerrar.
El nombre de Pepe Montaraz suena poco fuera de Lebrija, excepto como titular de la peña flamenca. Es un veterano a descubrir, con largos conocimientos y mucha afición. Con Eusebio José García a la guitarra, ofreció un repertorio variado de malagueñas con rondeñas, tientos tangos, caña y fandangos, todo recibido calurosamente.
Miguel Funi es toda una institución lebrijana, la pieza más original de la máquina flamenca de la localidad, y el mayor intérprete en activo del arte del festero que nos queda hoy en día. Para jóvenes como Javier Heredia, que esta noche le hace compás, sirve de ejemplo de este oficio tristemente en vías de extinción. Miguel también fue respaldado por la guitarra de Pitín hijo, y las palmas del Chimenea y Luis Peña. Elegancia a compás, el arte de la insinuación, contar las cosas a través del silencio y la casi ausencia del movimiento. Único e irrepetible.
La bailaora de Lebrija, Concha Vargas, instintiva y rústica, cerró esta edición de la Caracolá espectacularmente con su baile por soleá, con un cuadro en el que fue destacable el cantaor Rubio de Pruna, el que fuera el último cantaor de Paco de Lucía.