Texto y fotos: Estela Zatania
CUATRO DINASTÍAS Y UN MORISCO
Sábado, 14 de julio, 2012. 2300h Cante: José Menese, Esperanza Fernández, Juana la del Pipa, Jesús Méndez. Guitarra solista: Pepe Habichuela. Guitarra de acompañamiento, Manuel Valencia, Salvador Gutiérrez. Este año había menos romero esparcido por el suelo…hasta para eso hay crisis…pero la afición entregada de La Puebla de Cazalla, y la perseverancia de los organizadores de la Reunión de Cante Jondo, inspirados siempre en la visión de Francisco Moreno Galván, hicieron posible otra edición del evento. Un cartel más que digno hizo que el hermoso patio de la hacienda La Fuenlonguilla se llenara como cada año. Un programa algo más cortito, cinco horas en lugar de más de seis, lejos de sentirse como “recorte”, hizo más civilizada la velada para las personas no acostumbradas a la larga extensión de los festivales de antes.
Desde el viernes de la semana anterior, se desplegaba una serie de actividades paralelas como recitales de guitarra y cante, conferencias, proyecciones de documentales y una exposición fotográfica sobre Mario Maya. Todo para abrigar la cuadragésimo cuarta Reunión de Cante Jondo. Como comentó el presentador y compañero Manuel Moraga, en La Puebla no se habla de este evento como “festival”, sino que es el “cante jondo”. El solo de guitarra que por tradición abre cada parte, fue responsabilidad del muy admirado maestro granadino Pepe Habichuela que interpretó una soleá clásica con detalles de frescor actual. El cantaor Jesús Méndez, con la guitarra de Manuel Valencia y las palmas de Miguel Salado y Macano, ocupó el lugar siempre reservado para la joven promesa del cartel. Arrancó con el cante que también sería el colofón tradicional de esta noche – tonás (y pregón) – con el marcado decir mairenero tan típico de su barrio de San Miguel, y el inconfundible eco agresivo del cante jerezano, destacándose por siguiriyas con valiente final de cabales. Juana “la del Pipa”, “la de la voz” más bien. Más conocida por su inconfundible voz rasposa que por su cante, la señora fue acompañada por Manuel Valencia. La guapa cincuentona, vestida de negro con pañuelo de lentejuelas y flor roja erguida, empezó con una letra de tientos para entrar en tangos populares de usar y tirar, cerrando con un poco de baile. Por soleá había más sustancia, y por fandangos, un punto menos de histrionismo le hubiera servido bien para esta zona de la geografía jonda donde se aprecia la sobriedad más que la teatralidad. En las bulerías que cantó para cerrar, no había necesidad de actuar, porque son cantes de uso diario, con una aplastante autenticidad y el aroma de la tierra.
Esperanza Fernández, y ya van cuatro dinastías flamencas: la de los Habichuela, la de los Méndez de San Miguel, los Fernández de Santiago y ahora Esperanza de estirpe flamenca con raíces en Triana y Lebrija. Es una cantaora que se prodiga poco en este festival. Vino acompañada por la excelente guitarra de Salvador Gutiérrez. Remató una malagueña de la Trini con jabera, jabegote y un fandango del Albayzín casi de Frasquito…Esperanza no se limita a lo que tiene a mano. Después de unas intensas siguiriyas, interpretó lo que sería el único cante por alegrías de la noche, Cádiz y Córdoba. Un decir poco matizado fue aliviado por los cantes por fiesta con cuplé clásico de Triana, sabrosos aires lebrijanos y pataíta para despedirse. Manuela Carrasco lleva desde muy joven dejando su arte en el escenario de este festival. Un atrás de diez hombres mantuvo la energía que arropó a la bailaora en todo momento. Estupendos los cantaores Enrique el Extremeño, Rubio de Pruna y Emilio Molina, los guitarristas Joaquín Amador y Paco Iglesias, José Carrasco al cajón, un bien atractivo y disciplinado trío de bailaores, Oscar de los Reyes, Rafael de Carmen y el Choro, y el Bobote para redondear. La bulla controlada del romance sirve de presentación y aperitivo, y la diosa Manuela sale envuelta en su enorme mantón…son elementos que no varían porque funcionan una y otra vez; los artistas grandes dan frescura a todo lo que tocan. La caña de los tres hombres quedó retro; bailar varias personas al alimón parece más atracción de circo que arte, y el público no lo captaba. Fandangos de Huelva y la apoteósica soleá de Manuela para terminar.
José Menese. Cita el presentador la conocida frase “si Menese no existiera, habría que inventarlo”, y aparece el patriarca del cante morisco, adorado por su pueblo, con las facultades menguadas pero defendiéndose valientemente. Habla largo y emocionado de la desaparición de Enrique de Melchor antes de ofrecer su pequeño recital de taranto, farruca, tientos, soleá y cabales (como cante independiente, que se ve poco, agregando siguiriyas después de todo, además de toná y liviana…los conocimientos no le faltan). Pero lo más sorprendente fue la inexplicable falta de comunicación entre Menese y Pepe Habichuela que lo acompañó La ronda de tonás con los dos hombres “ganando” fácilmente el mano a mano con las dos mujeres del cartel, el fin de fiesta por bulerías y a todo esto, reconozco que echaba de menos a Diego Clavel. |