Resumen: 25º FESTIVAL FLAMENCO INTERNACIONAL DE ALBUQUERQUE
ESPECIAL |
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Texto y fotos: Estela Zatania Andalucía en USA El festival flamenco más longevo fuera de España acaba de celebrar su vigésimo quinta edición. El arte jondo se globaliza. Si ya no hay que ser italiano para cantar ópera, ni ruso para interpretar el ballet clásico, tampoco el flamenco es coto cerrado de los españoles, mucho menos de los andaluces o de ninguna raza determinada. Un arte tan grande no quiere saber de fronteras. Esto lo sabía la visionaria Eva Encinias Sandoval, cuando en el año 1987 el College of Fine Arts de la Universidad de New Mexico le pidió que organizara un evento para conmemorar el quincuagésimo aniversario de dicha institución. Y así, en medio del intenso calor seco del desierto, y con clara vocación didáctica y de permanencia, nace el Festival Flamenco Internacional de Albuquerque. Además del Festival, el National Institute of Flamenco fundado por Encinias administra un conservatorio de arte flamenco, colonias de verano con inmersión flamenca, un instituto público con clases intensivas de flamenco y tres compañías de baile. En 1976 el departamento de teatro y danza de la Universidad de Nuevo México fundó el primer programa del mundo de estudios flamencos con licenciatura homologada, tres décadas antes de que la Universidad de Sevilla estableciera un programa similar. Esta gente toma su flamenco en serio – con razón se ha llegado a llamar Albuquerque la “Sevilla de América del Norte”.
En esta edición, alrededor de 400 personas han participado en un completo programa de talleres de cante, baile, guitarra y percusión, y una serie de conferencias inauguró la semana de actuaciones. Durante el Festival, cualquier día de la semana los pasillos del National Hispanic Cultural Center eran un revuelo de cursillistas de diversas edades y procedencia, sonidos de cajón o taconeo, una voz que entonaba por soleá o el repiqueteo de palmas o palillos. Una sublime confusión organizada que recordaba el auge del original estudio de Amor de Dios en Madrid en los años setenta. Después de un fin de semana de conferencias de invitados como Faustino Núñez, Estela Zatania, William Washabaugh, Meira Goldberg o Teo Morca entre otros, arrancó el programa de actuaciones, pieza central del Festival. Este año, más de 30 artistas traídos desde España actuaron en los espectáculos de cuatro jóvenes compañías de baile, y el programa también contó con una excelente compañía autóctona procedente de la entidad organizadora del Festival, El domingo, 10 de junio, los hermanos Adela y Rafael Campallo inauguraron el ciclo de galas con su obra “Caudales” en el teatro Rodey, un espacio acogedor con cierto aire de café cantante. Con un completo programa que incluía zapateado, seguiriya, taranto, fandangos, soleá y alegrías, con las voces de José Valencia y Jesús Corbacho, las guitarras de Juan Campallo, hermano de la pareja bailaora, y David Vargas, y José Carrasco al cajón, el público se mostró no sólo agradecido, sino emocionado con la pulida oferta del grupo. Adela trabaja el compás con sus pies, alcanzando un alto nivel técnico, y Rafael, como siempre, luce el estilo compacto y varonil de su ilustre profesor Manolo Marín. El lunes día 11 le tocó el turno a Alfonso Losa, bailaor premiado en Córdoba y La Unión, otro virtuoso de los pies con unas combinaciones percusivas sorprendentes, siempre con aires farruqueros. Dos cantaores jerezanos de categoría pusieron la voz, Manuel Tañé y Juan Carrasco “Juañares”. Fandangos, siguiriya y martinete, farruca, alegrías y soleá fueron despachados por las guitarras de Paco Cruz y Paco Heredia, con el apoyo de las carismáticas bailaoras Vanesa Coloma y Tamar González.
Al día siguiente en el mismo teatro, la cordobesa Olga Pericet presentó su obra “Rosa, metal y ceniza”. Este año la diminuta bailaora está alcanzando el ansiado éxito que durante tantos años ha perseguido. El público quedó prendado de su estilo seudo onírico basado en el baile flamenco más clásico, una deliciosa mezcla de riesgo y tradición. El bailaor gaditano Jesús Fernández nos deleitó con un estilo muy suyo, y el espectáculo fue magníficamente respaldado por las potentes voces de José Valencia y Miguel Ortega, con las guitarras de Antonia Jiménez y Javier Patino. La noche de miércoles el escenario del espacioso teatro del National Hispanic Cultural Center recibió la producción “The Spanish Room” del American Flamenco Repertory Company “Yjastros” bajo la dirección artística de Joaquín Encinias con la bailaora principal Marisol Encinias, hijos ambos de Eva Encinias, responsable del Festival. La numerosa compañía ofrece un espectáculo de buen nivel y una clase de flamenco tan tradicional como fresca, siempre original, sin miramientos y con cierto aire americano en el mejor sentido. Si Marisol es expresiva e intensa, Joaquín es un milagro jondo con sello propio y toda la furia contenida que casa tan bien con el flamenco. El guitarrista antequerano José Valle “Chuscales”, afincado desde hace años en Nuevo México, lideró el atrás compuesto por Calvin Hazen y Ricardo Anglada a la guitarra, José Fernández y Vicente Griego al cante y Héctor Aguilar a la percusión. El jueves, Pastora Galván, máxima figura de baile que ha superado ser la “hija de” y “hermana de” (José Galván e Israel Galván respectivamente), a la vez que se basa en la sabiduría de ambos familiares, deleitó a los presentes con la excelente ayuda de José Valencia y Cristián Guerrero al cante, la admirable guitarra veterana de Ramón Amador y el inimitable, inclasificable Bobote al compás y baile. Pastora tiene la capacidad de recrear las formas más tradicionales de Triana a la vez que pone el aroma del ahora y de su personalidad influida por Israel, sin quedarse a su sombra. Las noches de viernes y sábado se presentó una dilatada gala de despedida con la participación de todos los artistas, y de esta manera un rincón desértico del suroeste norteamericano se puso al día del flamenco más actual a través de algunos de los más destacados jóvenes artistas de España. |