IDEOLOGÍA SENTIMENTAL Y SENTIMIENTO
SALVAJE
1ª Parte. En concierto: Manolo Sanlúcar;
2ª guitarra: Santiago Lara; Cante: Carmen Grilo; Percusión:
Jorge Aguilar.
2ª Parte. Cante: José Mercé; Guitarra:
Moraíto.
Texto: Manuel Moraga
Con las entradas agotadas se inauguró una
nueva edición del que, sin duda, va a ser uno de los
mejores carteles del año en el circuito flamenco nacional.
El despegue no podía ser más vertical. Sanlúcar
nos dedicó su exquisito discurso sentimental y Mercé
supo abrir y cerrar heridas. Desde el primer al último
instante vivimos momentos de gran altura.
Las XXI Jornadas Flamencas de Fuenlabrada constituyen la
primera programación del Teatro Auditorio Tomás
y Valiente de Fuenlabrada, un espacio inaugurado unos días
atrás por Sara Baras. El inicio no puede ser más
prometedor para este arte. Había un cierto temor en
la organización a que no se llenaran las 800 butacas,
pero el cartel de “Agotadas las localidades para la
función de hoy” se hizo visible en la taquilla.
Abría la noche Manolo Sanlúcar. Sus palabras
fueron preludiando cada una de sus piezas: cada una de sus
músicas iba siendo enmarcada, centrando así
su mensaje musical, su ideología sentimental. Sí.
Manolo Sanlúcar es un ideólogo del sentimiento;
siempre lo ha sido y sus experiencias no hacen sino acentuar
esa naturaleza en constante evolución. “Los
sentimientos –dijo el maestro- eran la esencia de mi
camino; hoy cuido más dónde poner mis sentimientos.
Trataré de ofrecerles parte de mí”
Y así lo hizo. El programa respondía al título
“Tres momentos para un concierto”. Tres
catas de su obra extraídas de diferentes épocas,
de diferentes momentos personales, de distintos estados creativos:
“Añoranza gaditana” y “Ruiseñor
y mirlo” integraron el primero de esos momentos.
Claridad, luminosidad, búsqueda de la belleza en su
sentido más universal, exquisitez, alegría vital.
Esas ideas podrían definir el contexto emocional y
artístico de esas composiciones.
“Cuando los políticos decían que
los toros tenían que desaparecer porque no era bueno
para la comunicación entre los pueblos europeos”,
en ese momento –confesó el maestro-, hizo su
“Tauromagia”.
De esta obra, Sanlúcar extrajo anoche “Maestranza”
y “Tercio de varas”. Dos ejemplos de la grandeza
de su guitarra y de su capacidad creadora que fueron los protagonistas
del segundo momento de su concierto. Dos ejemplos de belleza,
de sentido del equilibrio a la hora de construir su discurso
musical. Cada una de sus frases parece una consecuencia lógica
de la anterior y así, sucesivamente, va organizando
una sintaxis evolutiva donde lo importante es el texto final
en todo su conjunto. “Tercio de varas”
es un prodigio de belleza y emoción crecientes.
En el último de sus tres momentos, la guitarra perdió
la claridad y luminosidad con que abrió la noche. El
argumento central era la obra de Lorca. El maestro escudriñó
la esencia última del poeta para componer su “Locura
de brisa y trino” (del año 2000) obra de
la que anoche extrajo “Normas”, “El
poeta pide a su amor que le escriba” y “Gacela
del amor desesperado”. Fragmentos de un alma inundada
de melancolía: “Con angustia buscaba algo
que presentía: lo encuentro, lo comprendo y organizo
un mundo musical”. Como un mago, como un alquimista,
el maestro pasea sus dedos por el diapasón, buscando
la delicadeza de la última resonancia.
La luz volvió a salir de la guitarra de Manolo Sanlúcar
con “La danza de los pavos”. Era el cierre.
El maestro vino a mostrar “parte de ese mundo que
uno va buscando a través del tiempo”. Un
mundo de una complejidad musical realmente hermosa. Música
que nace de una extraña mezcla de intelecto y emoción.
Música, en fin, que trasciende lo puramente musical.
Esa es la esencia del arte.
José Mercé completaba el cartel y cerraba la
noche. En este contexto, el jerezano planteó una actuación
de corte clásico. Comenzó con malagueñas
y fue buscándose con una amplia gama de soleares y
alegrías. Sin embargo, donde estuvo realmente templado
fue en las siguiriyas, pasajes en los que logró emocionarse
y emocionar. Su modo de decir, su manera de pelear, de llevar
el cante a su sitio, su forma de dolerse y de abrir heridas
estremece a cualquiera. Había que cerrar las heridas
abiertas con la siguiriya y Mercé remató la
parte oficial por bulerías de su tierra, con sus correspondientes
pataítas. En el bis, “Aire”.
Aunque, en general, anoche no se expuso del todo (o, al menos,
todo lo que le hemos podido disfrutar en otras ocasiones),
lo cierto es que Mercé es uno de esos placeres que
uno debe darse de vez en cuando. Ese tipo de cante casi salvaje
de Jerez alcanza en él cotas elevadísimas. Y
no debe quedarse en el tintero la referencia a Moraíto.
Es obligado resaltar su trabajo, su justeza, su fuerza, su
inteligencia, su maestría ¡Qué gran guitarra!
Emoción y buen sabor de boca en la primera de las
Jornadas.
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