Texto: MariaJo López Vilalta
Fotos: Ana Palma
'Barcelona vibra entre soleás, poesía y creatividad'
17ª Festival Flamenco Ciutat Vella Lebrijano / Somorrostro Dansa Flamenca / Carmen Linares / Marco Flores / Mayte Martín / Rocio Molina / José de la Tomasa / Fraskito. CCCB – 19 al 22 de mayo 2010 – Barcelona
Barcelona vibra entre soleás, poesía y creatividad Una vez más ha quedado palpable la afición flamenca que existe en la Ciudad Condal. El prestigioso certamen del Festival de Flamenco Ciutat Vella ha vuelto a llenar estos días el pintoresco marco del Pati de les Dones del Centre de Cultura Contemporànea de Barcelona (CCCB) de poderío flamenco que se ha repartido entre el purismo y las nuevas tendencias en el género. El gran acierto por parte de la dirección artística está, sin lugar a dudas, en ofrecer una visión ecléctica y abierta de un género que históricamente ha pecado de demasiada ortodoxia. Esa es la clave para que en el emblemático espacio del Raval barcelonés se dé cita un público de lo más heterogéneo en el que caben puristas y simples aficionados, flamencos o amantes de otros géneros como el jazz o la Word Music. En este sentido, sorprende que en una ciudad cien por cien turística como es hoy Barcelona, este festival cuente con una mayoría casi absoluta de público autóctono. Y es que el pasado flamenco barcelonés es innegable y, aunque su momento álgido en el género quede hoy muy lejos –no hay que olvidar que Barcelona llegó a ser a principios del siglo XX la ciudad con más Cafés Cantantes de España-, existe una debilidad innata tanto por el cante como por el baile. Diecisiete años en la brecha Parece que fue ayer cuando los barceloneses aficionados al flamenco recibíamos la grata noticia que se iniciaba un certamen en pleno centro gótico de la ciudad. Era el Pati LLimona, primer espacio que albergó la idea de Lluís Cabrera –Director del Taller de Musics y del Festival de Flamenco Ciutat Vella-, el lugar donde ese originario evento invitaba a varios días de puro seminario flamenco con clases magistrales de historia y música. Desde entonces ha llovido mucho y la propuesta ha ido haciéndose, creciendo y evolucionando, hasta llegar a esta 17ª edición. Si en los primeros años escuchábamos a Agujetas, Rancapino o las hermanas de Utrera, en estas últimas ediciones el festival barcelonés se ha despojado de todo corsé para ofrecernos, junto al flamenco más jondo, propuestas de fusión y experimentales e incluso dando un importante espacio a un género festero y autóctono como es la Rumba Catalana. Propuestas rompedoras Unos de los momentos más sorprendentes y curiosos del festival los hemos vivido en el hall del CCCB y en un pequeño rincón junto al escenario principal del Pati de les Dones. Tócame las Palmas y Tapeos, respectivamente, han sido dos exquisitos delikatessen que han servido como aperitivo de los grandes conciertos. Por un lado, bajo la dirección de Juan Carlos Lérida se han podido ver pequeños espectáculos de baile y música de artistas catalanes o residentes en Cataluña que como mínimo no han dejado impasible al público. Entre ellos cabe destacar la propuesta cien por cien femenina de las bailaoras Belen Cabanes, Montse Sánchez y Eli Ayala y la insólita visión de un flamenco que convive con la danza- teatro que nos ofrecieron Sonia Sánchez y Iván Góngora el viernes 21. En cuanto a los Tapeos, se mostraron un total de cuatro mini-actuaciones seleccionadas entre todas las propuestas recibidas, difícilmente catalogables pero absolutamente aptas para abrir las mentes y comprobar que al flamenco también le va el riesgo y la creatividad sin límites. Desde una actuación coral y también femenina que unía el soul y el jazz con el cante aflamencado, hasta propuestas eminentemente teatrales. Un agradable regalo sin grandes ambiciones para el público más puntual, que además ha dado cabida a artistas jóvenes que experimentan a partir de una base flamenca. Los monarcas del festival Abrió la edición de este año a lo grande pero con un pequeño concierto –pues duró considerablemente menos que el resto- Juan Peña El Lebrijano. Todo un acierto por parte de la dirección ya que este diestro flamenco, desacomplejado y con una maestría poco común, se metió al público en el bolsillo tanto por su buen cante, como por su saber estar y su facilidad para conectar con el respetable. De entrada, su sincera alabanza a la cultura catalana por la que “siento una envidia sana” –según sus propias palabras-, fue el preámbulo de la actuación de este gran heredero de la tradición gitano-andaluz que, junto a la soberbia guitarra del hermano del pianista David Dorantes, Pedro Peña Dorantes, resultó especialmente brillante. La otra gran reina del festival fue sin duda alguna la dama infalible del flamenco, Carmen Linares. Porte, señorío y elegancia con mayúsculas que contó con un público entregado desde su primer cante por alegrías. El concierto se dividió en dos partes. La primera estuvo dedicada a los cantes más tradicionales, acompañada por el toque contundente de Salvador Gutierrez. Mientras que en la segunda parte, la de Linares inyectó juventud a su repertorio presentando las guitarras de Eduardo Pacheco y Pedro Barragán, dos jóvenes que lo dieron todo para acompañar a la cantaora con temas soberbios de Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y, por supuesto del homenajeado en la presente edición del festival, Miguel Hernández. Hubo soleá, toná, bulerías e incluso una nana que nos puso la piel de gallina –“Canción de Madre” de Juan Ramón Jiménez-. A pesar de ciertos problemas de sonido que en alguna ocasión tuvo que solventar la propia Linares acercándose al técnico, la cantaora ofreció una noche de flamenco exquisito y de pura poesía que puso en pie al respetable hasta hacerla bailar en un final de fiesta redondo. La nueva Carmen Amaya Una de las bombas del certamen de este año ha sido sin discusión Rocío Molina. Tras una actuación especialmente brillante de Mayte Martín con la exquisita guitarra de Juan Ramón Caro, que cantó como nunca, haciendo gala de su dominio técnico del cante modulándolo a su antojo y con el buen gusto que le caracteriza, sobre el escenario apareció esa muchacha de pequeña estatura y formas rotundas ataviada con un vestido más cercano al pop que al flamenco. Con el Pati de les Dones hasta los topes, nadie podía imaginarse que a partir de aquel momento se viviría una de las veladas más espléndidas de esta edición. Dicen que es lo mejor que le ha pasado al flamenco en estos últimos tiempos y la bailaora más brillante que ha salido de Málaga en décadas. Lleva bailando desde los tres años y cuando tenía sólo trece algunos tuvimos la suerte de descubrirla en una actuación única en el Teatro Goya de Barcelona. Entonces ya se adivinaba el potencial de esta bailaora poco usual. El tiempo, el trabajo y el aprendizaje constante, junto a un don innato y una personalidad perentoria, ya han convertido a esta joven promesa en una bailaora rotunda y digna de entrar en el panteón de las consagradas. Cinco cambios de vestuario, cinco palos distintos, cinco formas de concebir el baile desde el minimalismo pero con una brutalidad portentosa que a los catalanes, inevitablemente, nos evocaba a la terrenal Carmen Amaya. Su paso por el Flamenco Ciutat Vella conmovió a un público al que le costaba abandonar sus asientos… No en vano, Lluís Cabrera alertaba por megafonía que había un broche final que nos acabó de emborrachar a todos: Mayte Martín, Juan Ramón Caro y Rocío. Juntos, revueltos, cómplices e inolvidables. Poesía a flor de piel Flamenco versus poesía ha sido la bandera que ha ondeado durante los cuatro días de festival. El espíritu de Lorca, Machado y en especial el de Miguel Hernández, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, han estado rondando de forma implacable en casi todas las actuaciones, vistos desde la tradición hasta la vanguardia. Se han podido degustar propuestas de última generación como la que nos ofreció el primer día la compañía Somorrostro Dansa Flamenca. Una excelente producción del Taller de Músics dirigida por los bailaores Nacho Blanco y Eli Ayala y arropada por un elenco de músicos procedentes del flamenco y del jazz de primer nivel que ofrecieron un singular recorrido por distintos palos del flamenco impregnado modernidad. Otra propuesta de esta corte fue la que nos presentó Fraskito y su banda de ocho músicos, bajo el título Tierra y Sangre. Aunque posiblemente faltó un poco de esto último, la actuación de este alicantino fue la que mejor respondió al homenaje que el certamen ha rendido al poeta orihuelano. El poder de la veteranía Si algo ha dejado bien evidente esta 17ª edición del festival de Flamenco Ciutat Vella, es que hay un prometedor y amplio panorama flamenco por delante. Como dijo en algún momento de su actuación la propia Carmen Linares “Hay que apoyar y dar cancha a los jóvenes que empiezan en el flamenco. ¡Viva la juventud!”. Y esa es la apuesta que ha hecho de forma rotunda el festival, no sólo en su programación complementaria, sino también en sus conciertos centrales. Pero en una cita con el buen flamenco que se precie, no podía faltar la veteranía y fuente de donde nunca hay que dejar de beber. Además de la impagable participación de El Lebrijano ya comentada, la última noche del certamen contó con dos maestros con solera que nos transportaron al cante y baile de raíz. Por un lado la vuelta al entarimado de Antonia Santiago Amador La Chana que, aunque actuó en el marco secundario de Tócame las palmas, logró avasallar con su forma de bailar aún llena de vitalidad y fuerza. A la salida, el público no daba crédito que aquella máquina del taconeo hacía quince años que no bailaba… Tras ella, subió al escenario principal “el cantaor humilde”, como él mismo se presentó, José de la Tomasa. El sevillano cantó a Cádiz por alegrías, para después meterse por tarantos y seguir por “el himno nacional de mi gente” -tal como aclamó el cantaor-, por siguiriyas. De la Tomasa puede con eso y mucho más, y lo dejó plasmado durante la última noche del festival que remató con unos excelentes aires de Huelva para dejarnos un buen sabor de boca a maestría y pureza. |
Más información: |