15 FESTIVAL FLAMENCO CIUTAT VELLA Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB)
Texto: Manuel Moraga Fotos: Rafael Manjavacas
Zuk – El Torta – Hiniesta Cortés – Rumba Amazigha 23 de mayo
Barcelona es poliédrica, integrada por multitud de ambientes y construida a base de muy diferentes esencias culturales. En la jornada de ayer en el CCCB encontramos muchas de estas características que hacen grande a una ciudad. La música se convierte en esa salsa espesa que liga los diferentes ingredientes estéticos escondidos tras las piedras y el asfalto de una ciudad milenaria: desde la experimentación más cerebral al cante flamenco más rancio. Todo cabe y todo se disfruta en Barcelona.
Como es habitual, la jornada comenzó y terminó en el Hall del CCCB con dos propuestas que comparten el placer por la mezcla, el gusto de lo heterogéneo. La primera de ellas fue SUK, un colectivo cuya fórmula pasa por fusionar la música persa con el flamenco y con sonidos electrónicos, siempre desde el punto de vista experimental. En este sentido, la música flamenca aparece aquí no como protagonista sino como un ingrediente expresivo más y estuvo representada por el cantaor Joaquín Gómez “Duende”. Sus integrantes provienen de la World Music y en cierto modo, su trabajo recuerda a aquellas experimentaciones de Smash a finales de los sesenta y principios de los setenta, con esos elementos entre orientalistas y psicodélicos, donde se van creando universos sonoros densos y a veces hasta inquietantes. Tradición, vanguardia y orientalidad. Esas tres palabras podrían definir el interesante trabajo de este grupo que, desde luego, no esperen escucharlo los 40 principales, ni falta que hace.
El Torta
El Torta, María José Franco baile
Y para cerrar, también en el Hall, nueva aproximación a la rumba catalana, pero esta vez pasando por el Raval, que es el barrio más multicultural de Barcelona. De ahí surge este grupo que fusiona la rumba catalana con la música Amazigha –bereber- con la finalidad de crear, de compartir, de divertirse y de divertir. Y eso es lo que hicieron, animar la noche, invitar al baile y disfrutar ellos mismos de su propia música. Rumba Amazigha es una fotografía sonora y cultural de la Barcelona multiétnica.
Y en medio de la experimentación y la multiculturalidad, el flamenco en el Pati de les Dones. Los protagonistas, Juan Moneo El Torta e Hiniesta Cortés. Comenzó el jerezano, al que vimos bastante más centrado y menos rebotado consigo mismo y con el mundo, lo que le permitió expresar más y mejor, de lo cual nos alegramos infinitamente porque hay quien piensa que no hablar bien del Torta responde a oscuras conspiraciones judeomasónicas. Bien al contrario, todos disfrutamos cuando hay algo de lo que disfrutar. Anoche cantó más templado, menos agresivo, más reposado –dentro de lo que cabe- y eso se agradece. Hizo a grandes rasgos el repertorio habitual: alegrías, soleá, siguiriya, malagueña, tangos y bulería. También metió unos martinetes de entrada. En las malagueñas –Chacón y Mellizo- se buscó con ganas y en las siguiriyas estuvo estremecedor, mostrando siempre esa lucha interna existencial tan intensa que tiene y que sufre el Torta. Y además, saludó al público. No obstante, ver al Torta en el escenario sigue siendo un poema. No para quieto: tose, carraspea, bebe, se toca la barba, el cabello, vuelve a beber, y a toser, y a carraspear… Da la sensación de estar sufriendo, cuando el artista, por definición, debería gozar mostrando su arte al público. Pero como suele decirse, “ca uno es ca uno” y al final lo importante son los quilates de cante que, como todos sabemos, el Torta tiene. Por cierto, la bailaora María José Franco –a la que echamos de menos en los escenarios- se marcó unas pataítas llenas de gracia en el bis por bulerías. Todo un placer para los sentidos.
Hiniesta Cortés
Moi de Morón
Tras el descanso, el baile de Hiniesta Cortés (hay que ver lo que está cundiendo el apellido Cortés en esta edición del Festival: Carmen, Montse, Hiniesta), baile que, a mi juicio, queda un tanto descontextualizado, dicho sea con todos los respetos que merece todo artista –y ella sí lo es- que sube al escenario. Su propuesta queda en un peligroso medio camino entre el tablao y el teatro. Bailó guajira, siguiriya y bulería por soleá, bien arropada por el buen cante de El Galli y El Moi –ole, los dos- y por las guitarras llenas de oficio de Rafael Rodríguez y Miguel Perez.