Una dilatada experiencia, tanto en el aprendizaje de un oficio como en su magisterio, no garantiza a nadie morir como merece. Una vez más, la vida nos muestra sus desequilibrios, aunque probablemente no sea éste el más grave. Así, este guitarrista y maestro sencillo y modernísimo, una rara avis en el panorama jerezano, fallece en un estado de precariedad que no corresponde con su entrega. Al flamenco, al arte, a su ciudad.
Con un abordaje de la sonanta más fresco, abierto y diverso (y también riguroso) que lo habitual en su generación, supo encontrar colores y sonoridades novedosas que más lo emparentaban a sus predecesores (Rafael del Águila o Javier Molina) que a coetáneos con los que compartió escenario.
Originalísimo en ejecución y en composición (no digamos en vestimenta), este guitarrista de concierto y de acompañamiento nacido en plena Guerra Civil, deja un legado musical rico, variado y juguetón con otras armonías del mundo, de las que era un gran conocedor y aficionado.
José Luis, Maestro Balao, con esta lluvia terca te despedimos.