(1945-2012)
Texto y fotos: Estela Zatania Demasiado poco revuelo entre la afición ante la desaparición el pasado sábado de Martín Giménez, conocido por el mundo flamenco como «Martín Revuelo». O quizá para la nueva generación que no llegó a conocer su natural gracia y flamencura, fue principalmente «el marido de Juana». Juana la del Revuelo es decir, a la que Martín acompañó y apoyó en todas sus actuaciones. El Revuelo pasó largos años ejerciendo la noble profesión de cantaor para baile, destacadamente con el legendario trío Los Bolecos de Matilde Coral y su marido Rafael el Negro con El Farruco. Pero problemas de garganta hicieron que tuviera que asumir un papel reducido. Esto le llevó a desarrollar una personalidad artística en la gran tradición de los mejores festeros. Bulerías, tangos, rumbas, todo en clave de chufla y con su voz gruesa y una abundancia de imaginación y originalidad. Las ocurrencias en el escenario llegaron a ser su carné de identidad. Con un travieso sentido del humor se burló de las autonomías en unas «bulerías autonómicas» donde cantaba por fiesta en gallego, catalán o vascuence, a su manera claro está, porque siempre cantaba en un solo idioma, el del flamenco. En los últimos años usaba bastón para caminar, y le hacía las veces de fusil, guitarra o paraguas, según el caso y siempre a compás. Famosa también fue su canción por rumba del «Doctor Galeno» que tanto le prohibía beber y fumar, y el chope en la nevera que le tocaba las palmas, hay que ver la exquisitez del surrealismo flamenco de este hombre. Martín Revuelo colaboró con Manuela Carrasco y Lola Flores entre otros, y en 1995 tuvo un papel importante en la película «Bodas de Gloria» de los Farrucos. Grabó en los años 70 con Juan Habichuela, y llegó a participar en otras grabaciones, más notablemente las de su esposa, o la de las Tres Mil Viviendas, el barrio sevillano donde vivía. Madrileño de nacimiento y trianero por casamiento, pero por encima de todo, flamenco de cuerpo y alma. Se nos va una generación capaz de producir este tipo de artista, y con ella se va un elemento tradicional que daba dimensión y contrapeso al arte jondo.
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