Anoche, en la Maquinista de Levante el violín de Paco Montalvo hizo sonar por alegrías, tangos, guajiras y bulerías, de las manos de Paco Montalvo, que en esta 60 edición volvía al Festival para presentar su ‘Leyenda Tour’, su último disco, sin olvidar clásicos populares y guiños a sus referentes.
Acompañado de Jesús Gómez a la guitarra, Miguel Santiago a la percusión, Rubén Márquez a las palmas y Araceli Muñoz Mata al baile, salía el violinista al escenario optando para abrir concierto con una canción infantil de origen incierto que Federico García Lorca recuperó y que es conocida por todos: ‘La tarara’. Bastó comenzar con un tema así para que el público ya supiera que esperaba una noche cargada de ritmo, de buen ambiente y disfrute.
No tardó en traer el recuerdo de Camarón, con los tangos de ‘Rosa María’, tras los que interpretó la pieza que da título a su último disco, ‘Leyenda’, creando una conversación perfecta entre su violín y el taconeo de Araceli en el escenario.
Hubo tiempo para los ‘Tanguillos de Cádiz’, una guajira flamenca o ‘El Vito Cordobés’, canción que le cantaba su abuela y que interpretó con especial emotividad en el es-cenario. El mantón de la bailaora abrió sus alas con las ‘Alegrías de Cádiz’, taco-neando y acompasando los tiempos entre el cuadro flamenco que le acompañaba. A cada canción, Montalvo demostraba que muchos temas que se conocen con guitarra, él era capaz de ofrecer una versión propia con su violín.
Haciendo uso de canciones que nunca marchitan, ‘Lágrimas Negras’ y Volando Voy’ hicieron cantar su instrumento a la par que lo hacía el público, tarareando cada una sus letras. Mezclaba así lo clásico con la innovación, jugando entre temas puramente flamencos con otros estilos en perfecta sintonía. Interpretó con esmero su ‘Calleja del pañuelo’, incluida en su último álbum y que goza de gran aceptación entre su público.
En una noche como esta, el homenaje a su referente, a Paco de Lucía, se hizo ver más allá de ‘Río Ancho’ para acabar el show con un tema imprescindible en la memo-ria flamenca: ese ‘Entre dos aguas’ que hizo que el público se pusiera en pie y dejara de nuevo en el recuerdo del violinista una noche que demostró que La Unión siempre le abrirá sus puertas.
La ofrenda del quejío en femenino ante la ‘Catedral del Cante’
Antonia Contreras sabe proyectar la delicadeza de su cante igual de bien que desgarrarlo cuando es necesario. La cantaora volvía a La Unión, la tierra donde se alzó con la ‘Lámpara Minera’ en 2016 y donde arrasó porque, además del máximo galardón, se llevó los premios por mineras, granaínas y malagueñas. Con todo esto era de entender la emoción de la cantaora: “Los sentimientos afloran cada vez que piso esta tierra”, decía. Aunque Málaga es su tierra natal, Antonia Contreras lleva muchísimos años viviendo en Álora, así que la ‘perota’, como se conoce a los de Álora, no podía estar mejor arropada anoche con una nutrida representación de esta localidad que minutos antes habían recibido el premio el ‘Rojo el Alpargatero’.
Acompañada por el maestro Juan Ramón Caro a la guitarra, la cantaora derrochó todo su arte haciendo lo que mejor sabe hacer: la malagueña que dedicó a su pueblo, Álora y al presidente de la peña flamenca ‘Arriero’ de Viator, Juan Álvarez, que se encontraba entre el público. La cantaora continuó su recital con una guajira y entre palma y palma se levantó de su silla para proyectar todo su torrente de voz, dejando el micrófono a un lado y deleitar a los presentes a capela con las siguientes coplas:
“A honra lo llevo yo,
soy malagueña señores,
a honra lo llevo yo,
allí me parió mi madre,
que es la que quiero yo,
y esa para mí es la que vale”.
Con esa magia en el ambiente y el público rendido a sus pies, Antonia cantó una pieza de su último trabajo ‘Singular femenino’ titulada ‘La Cigarra’ y terminó poniendo el broche de oro a la velada con una deslumbrante versión de ‘Gracias a la vida’ de Mercedes Sosa. Una canción escogida con cariño por Antonia Contreras para agradecer a La Unión y a Álora, que a ella “le han dado tanto”.
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