Silvia Cruz Lapeña
Arcángel, Chicuelo o Amargós forman parte de la treintena de músicos que honrarán al cantaor en un concierto que el Taller de Músics reconoce «fruto de un desencuentro».
“Este réquiem es fruto de un desencuentro”. Así resumía el presidente de la Fundación Taller de Músics el origen del concierto que se celebrará el 13 de diciembre en la Sala Barts de Barcelona. Luis Cabrera, que se refiere a Morente como “hermano”, explicó que coincidiendo con el séptimo aniversario de la muerte del artista de Granada se reunirán músicos de distintos géneros para hacerle un homenaje en dos partes. La primera, “Alegoría”, es una pieza compuesta por el guitarrista Chicuelo a la que pondrán voz Arcángel y Kiki Morente. La segunda, el réquiem, es una composición de misa de difuntos clásica, con “toques medievales”, según explico Joan Albert Amargós, director de la pieza. El compositor, el pianista Joan Díaz, aclaró que ha intentado recoger esa forma que tenía Morente de romper clichés, añadió que tendrá tintes de jazz y anticipó que “no es flamenca” aunque contará con los mismos cantaores de la primera parte, a quienes se sumarán Pere Martínez y Paula Domínguez.
El despliegue que se ha hecho para poner en marcha y darle relumbrón a la obra es grande: se ha enmarcado en el “49 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona”; cuenta con más de treinta músicos y se ha invitado a prensa de fuera de la Ciudad Condal para cubrir el evento, algo inusual en los eventos del Taller. La profusión de medios parece buscar con ahínco que este réquiem se diferencie del que se le dedicó al cantaor el 4 de noviembre en Barcelona, una obra de Enric Palomar, hasta hace poco vinculado al Taller de Músics. En aquella representación había algo que llamaba la atención: el programa se refería al homenajeado como el “cantaor de los poetas” y no se citaba el nombre de Morente en ningún lado.
“El réquiem de Palomar debía ser el del Taller de Músics, pero tuve que intervenir para que no lo fuera”, explicó Cabrera a los periodistas aclarando por qué el cantaor va a tener dos réquiems en poco más de un mes. En un primer momento de la rueda de prensa, el portavoz del Taller explicó que frenó el proyecto porque le molestó un correo recibido por el compositor catalán en el que le informaba de que tras acabar la pieza dejaría su trabajo en la entidad. “También lo paré porque lo que estaba haciendo no era un réquiem, era más una cantata”, explicó, pero luego reconoció que ni siquiera había escuchado la obra cuando decidió pararla y que el problema era interno, venía de lejos y ha provocado que hasta nueve personas hayan dejado de trabajar en el Taller en las últimas semanas.
Si Cabrera consiguió que el tributo del 4 de noviembre no usara el nombre del granaíno fue por dos motivos: uno, que en el contrato con el Auditori no constaba en ningún lado que la pieza sería un réquiem ni que se dedicaría al cantaor, algo habitual en los encargos de obra. Y dos: “Enrique Morente” es una marca registrada a nivel europeo desde febrero de 2011 y Aurora Carbonell, viuda del artista, se puso del lado de Cabrera en el conflicto e hizo uso de su derecho pidiendo al Auditori que no empleara el nombre de su marido en ninguna obra.
Con este panorama, podría dar la impresión de que el tributo a Morente en Barcelona haya sido el primer daño colateral de un conflicto interno en el Taller de Músics, pero lo cierto es que la disputa ha ocasionado que en lugar de uno, se le hagan dos homenajes al cantaor de Granada.
La pieza resultante del 4 de noviembre sí fue un réquiem al estilo clásico, y no una cantata como insinuó Cabrera. La obra se dividió en dos partes: una fue “El amor brujo de Falla” interpretado por la OBC y dirigido por las más que solventes manos de Josep Caballé, que también pilotó en esa función “Las tres danzas españolas” de Granados. Y Palomar se metió en harina hasta los codos para honrar “al cantaor de los poetas” que no podía nombrarse. Es cierto que el magnífico trabajo del Orfeó Catalá, Martínez, Membrives y la soprano María Hinojosa quedó a veces tapado por la orquesta, pero también que la mezcla de los versos en latín propios de una misa de difunto con versos de ese dios pagano que es Santiago Auserón, fue emotiva, potente y quedó mejor que bien machihembrada.
Palomar arriesgó, como hacía Morente, y le salió bien, con lo que deja una papeleta al Taller de Músics y a Joan Díaz, que ha tenido que componer un réquiem nuevo en menos de cuatro meses. Está más que preparado, su currículo lo avala, y tiene otras cosas a favor: el saber hacer de Amargós; letras escogidas por el poeta Manuel Forcano; el dominio de lo morentiano que tiene Arcángel; una repercusión mediática reforzada por el festival de jazz de la ciudad y el apoyo de la familia Morente Carbonell. Con esos ingredientes, es probable que quien gane sea el público barcelonés.