La desaparición de Antonio Cortés Pantoja “Chiquetete” es un golpe cruel esta mañana de domingo en medio de las navidades y zambombas en plena celebración.
Estela Zatania
(foto portada: Jean Louis Duzert /Festival de Nîmes)
Recuerdo la década de los setenta como el amanecer de Camarón. Y la mente se acelera uniendo puntos de memoria, recuerdos de Chiquetete, tan admirado y popular en su día. Si el de La Isla fue capitán general de nuevos horizontes, uno de sus lugartenientes, los que cultivaron y aprovecharon los vientos frescos, fue, sin duda Chiquetete.
Lo recuerdo como el primer cantaor clásico en saltar la valla al “lado” de la música pop, no combinando ambas cosas sino abandonando el cante. ¿Había otros anteriores? Quizá. Pero no tan flamencos como Chiquetete, natural de Algeciras, asentado en Sevilla, ni de familia tan flamenca. Primo de Isabel Pantoja, premio de Mairena, cantaor para baile, luego, sus canciones de éxito que le convirtieron en figura internacional…“Esta cobardía”, “Tú y yo” son las que ahora mismo suenan en mi cabeza con su voz de terciopelo viejo, brandy y humo de cuartito, y sin duda las sevillanas “Mis dos amores”.
Pero lo que más recuerdo, la soleá del Zurraque, hasta entonces una curiosidad local de Triana que él puso de relieve con el sabor auténtico de sus vivencias y una chispa de genialidad.
En los últimos años Chiquetete llegó a un admirable estado de madurez artística con una voz gastada, sí, pero compensada por las vivencias que aportaban dimensión.
Recuerdo su recital en el Festival de Nimes del 2009 cuando comenté “su estampa elegante y el pelo canoso impecablemente esculpido…un sabor que sólo viene con los conocimientos, y la templanza de la madurez”.
Recuerdo el homenaje en la feria de Utrera de hace unos años. Nos conmovió a todos con su humildad artística y doliente decir, lejos de aquel paladín de la juventud que muchos recordamos.
Recuerdo este verano cuando lo vimos de mantenedor del Potaje Gitano de Utrera, que sin saberlo, sería mi despedida personal y definitiva.