1927-2009
Texto: Estela Zatania Lo conocí por primera vez en 1968 cuando formaba parte del ballet de Antonio. Y la última imagen que tengo de él, la que estará siempre conmigo, es de su graciosísima baile minimalista, con la chaqueta elegantemente recogida, según abandonaba el escenario del Teatro de Nimes en Francia el año pasado. Hace unos años que la delicada salud de Juan Miguel Ramírez Sarabia había hecho necesaria la ayuda de algún joven para entrar al escenario, pero siempre se marchaba bailando. El flamenco le rejuvenecía una y otra vez, le daba fuerza vital, la misma que nos transmitía a nosotros. No sería exagerado decir que Chano Lobato, del flamenquísimo barrio de Santa María de Cádiz, ha sido el cantaor más universalmente querido de su generación. En sus actuaciones, antes de cantar, antes incluso de que empezara a contar sus historias descabelladas, te tenía en el bolsillo con su pícara sonrisa, su mirada traviesa y su anchura gaditana. Viví la desaparición de Aurelio, recuerdo cuando se fue Manolo Vargas, Pericón, La Perla… Son pérdidas que el aficionado siente a nivel personal. Pero siempre teníamos a Chano, e incluso ahora, no es que lo recordemos con cariño, sino que sentimos la presencia de su imprescindible personalidad como una constante imborrable y una esencia flamenca.
Casi no le hicimos caso los primeros treinta años de su carrera. El paso por la Venta de Vargas en su juventud, sus vivencias en el ambiente de Cádiz, su participación en la legendaria película del ’52, «Duende y misterio del flamenco», posteriormente, un cantaor para baile que veíamos a menudo en el atrás de los mejores grupos, más notablemente, con Antonio Ruiz o Matilde Coral. Pero, tras ganar el premio «Enrique el Mellizo» en el Concurso de Córdoba de 1974, empieza, a sus 45 años, a fraguar una carrera en solitario. Conocedor de un amplio repertorio, estaba especializado en el cante gaditano. Alegrías y cantiñas, tanguillos apoteósicos, cante de ida y vuelta, bulerías personalísimas…son los recuerdos auditivos que retumban ahora mismo en el aire cuando todos estamos intentando asimilar tamaña pérdida para un género que siempre mira al pasado para encontrar el futuro. Chano Lobato fue de los últimos de aquella generación que se formó cuando el cante estaba mal pagado y mal vivido, y había que tener auténtica afición para dedicarse. Honores, muchos…el Compás del Cante, la Medalla de Plata de Andalucía, el homenaje del Festival del Cante de las Minas de La Unión… También nos deja diversas grabaciones, y tantos recuerdos simpáticos que es imposible sentir la pesadumbre que corresponde a su desaparición. Así lo querría él…que lo despidamos con una sonrisa y un brindis…a ti Chano, y hasta siempre.
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