Es definitivo. El flamenco abandona el edificio situado en la calle Cañizares 10 de Madrid que durante 37 años ha albergado Casa Patas. La pandemia se ha llevado por delante un lugar emblemático. Nuestra cultura sigue sin tener elementos eficaces para defender nuestro patrimonio. Los que levantaron el edificio de Casa Patas (más de mil metros cuadrados dedicados al flamenco) han vendido el inmueble que desalojan este mes de marzo de 2022. La Fundación Casa Patas, sin ánimo de lucro, se traslada con su plan de estudios y sus actividades a la escuela Soto Mesa con la que ha llegado a un acuerdo. Madrid pierde un tablao, varias sala de actuaciones, una taberna, un restaurante, un lugar de reunión y millones de experiencias asociadas al flamenco que luego han viajado alrededor del planeta.
Sabemos que son millones de experiencias porque multiplicamos las docenas de conciertos que hemos vivido, por la gente a la que se lo hemos contado, elevamos al cuadrado por la fortaleza de esas experiencias y volvemos a multiplicar porque nos llegan ecos desde todos los ámbitos las fotos, los videos, etc…
No es posible escribir sobre la historia de Casa Patas sin que te inunde una sensación de fracaso colectivo para la vida cultural española. Encontrarse con Martín Guerrero en estos días es un trance doloroso. Es peor que un entierro, porque entrar estos días en Casa Patas es como meterse en un ataúd. El muerto es el flamenco, nosotros somos el muerto.
DE CRISIS EN CRISIS
Cuenta Martín Guerrero que se hizo cargo de la dirección de Casa Patas en 2007 y que enseguida llegó la crisis, una más. En estos años el Patas se ha consolidado como el lugar de encuentro de los flamencos y Martín se convierte en el capitán de un barco capaz de entender y valorar los intangibles del flamenco. Eso que no está a la vista, el patrimonio inmaterial que hemos perdido. La pandemia ha podido con un negocio “que funcionaba bien sin subvenciones” pero al que le ha sido imposible sobrevivir ante la situación pandémica, un plantilla veterana, sin turismo y sin un horizonte de ingresos.
Otros contarán la historia del Patas con datos, nombres y fechas. No hay secretos, por Casa Patas ha pasado lo mejor de cada casa y si tu aspiración ha sido pasar a la historia del flamenco, más te vale estar colgado en la pared. Habrá quien se atreva a calcular los oles. Llegarán a poner en la balanza la cantidad de seguiriyas y soleares por metro cuadrado. Otros se limitarán a recontar los taconeos.
CON CAMARÓN EN EL PATAS
Fue Sagrario Luna la que me contó aquello de EL PATAS ME MATA, EL CANDELA ME REMATA. No eramos muchos los periodistas musicales que además de seguir la actualidad del rock nos veíamos en los conciertos de Camarón y Pata Negra, Kiko Veneno y los Ketama y los que fueron llegando. Casi siempre acabábamos en el Candela, así que el día que Camarón presentó “Soy Gitano” (1989) en Casa Patas pudimos hacer el recorrido exacto, del Patas al Candela. De remate.
Cuando entró Martín Guerrero (el hijo del fundador de la taberna) a dirigir Casa Patas no hizo una campaña de publicidad, hizo algo más sutil y eficaz tratar con mano de seda a los flamencos (y eso incluye a periodistas e informadores) y eso amplió el encuentro entre flamencos de distintas especies y tendencias. Se abrió la sala García Lorca con la programación de Antonio Benamargo. Recuperar el flamenco sin amplificación nos ofrecía una nueva dimensión en el que el público era cómplice de los compases y de los silencios.
Benamargo había sido uno de los responsables de la programación del tablao y de la renovación de la manera de presentarlo de una forma más contemporánea más cerca del recital que de la manera de aliñar los cantes en el tablao.
Hubo noches en que había cinco actuaciones en el edificio.
Por mi parte, entré al Patas por el bar, por quedar con los amigos y colegas. Ahí hice un montón de entrevistas y otro puñao de amigos. Pasé muchas noches inolvidables con artistas descomunales. Dicen que los inversores que han comprado el edificio están pensando la posibilidad de poner un negocio flamenco…
No me atrevo a pensar en el futuro. Así que… ¡gracias por el arte!
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