El pasado jueves, día 13 de enero, la Consejería de Cultura con su titular Doña Rosa Torres al frente, acompañada por el Sr. Bandrés y la bailaora Doña Cristina Hoyos, reunía en el Teatro Central al mundo del flamenco: periodistas, escritores, aficionados, peñas, artistas y un largo etcétera, a fin de presentar públicamente el que parece ser (ya van dos presentaciones) su proyecto estrella: la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco, que estará dirigida por el Sr. Bandrés, y que pretende aportar «coordinación y ayuda al mundo del flamenco», según palabras de la propia Consejera en el acto, un acto convocado para las 7 de la tarde y que se alargó más de dos horas pues estuvo precedido por la proyección de una película sobre la Paquera y un recital de Lole Montoya, que obviamente eran complementos para vender imagen el mayor tiempo posible…
Independientemente
de la lectura que a cada uno convenga hacer de la cuestión, yo
pretendo, en base exclusivamente a mi condición de artista creador
y profesional de la guitarra afectado, exponer mi opinión y mostrar
mi indignación por algo que va más allá del hecho
en sí y que viene a mostrarnos una vez más el poco respeto
que determinadas instituciones tienen para con el flamenco y los artistas
a los que nos usan muchas veces en función de la simpatía
política y las más con la soberbia y la suficiencia que
antes eran patrimonio de los “señoritos” de la fiesta
y hoy costumbre generalizada en determinadas instituciones-empresa.
¿Cómo se puede hablar de coordinación y apoyo para
el mundo del flamenco cuando ese mismo día, y a la misma hora en
que la Consejera exponía sus proyectos, la Fundación El
Monte ofrecía en la Sala Joaquín Turina un concierto de
guitarra dentro de su programa “Jueves Flamencos”? ¿Cómo
se solapa un concierto programado por la única institución
privada que lleva veinte años ininterrumpidos programando flamenco,
con un acto que igual podía haberse celebrado un día antes
o un día después e, incluso, el mismo día pero no
a la misma hora? ¿No conocía la Consejería que esta
edición de los Jueves Flamencos del Monte se había ya iniciado
el 14 de octubre último y, por tanto la programación llevaba
en la calle más de cuatro meses? Y si se conocía, como es
lógico, ¿tan poco importa a la Consejería hacer coincidir
los actos amparándose en la fortaleza de su “maquinaria”
institucional?
Ese día yo presentaba en el Monte con carácter de estreno
mi concierto “Fragua sonora” junto a un plantel de artistas
que todos, sin excepción, nos sentimos maltratados y orillados.
A nadie escapará la ilusión que un creador pone en su obra
mientras la crea, así como la intranquilidad ante la primera exposición
al público. El creador quiere fijarse en el espectador, en los
criterios de la crítica, en la respuesta del público…
Todo ello forma parte de la liturgia de un estreno y, sin embargo, en
el caso que comentamos, la Sra. Consejera o sus colaboradores se han encargado
de ahogar la ilusión y de destrozar un estreno sin ninguna consideración
al creador, a los intérpretes, a la empresa o al público.
Muchos artistas y compañeros de la guitarra nos llamaron después
para justificar su ausencia, y muchos aficionados y amantes del flamenco
“invitados” al acto oficial se vieron en la obligación
de optar por éste. Por todo ello creo estar en condiciones de afirmar
que -no sólo por mi condición de guitarrista, en este caso
además afectado, sino como simple aficionado y amante de este arte
nuestro- es una pena que el flamenco se sienta maltratado por quienes
dicen defenderlo y, desde luego, tienen la responsabilidad de hacerlo.
Como profesional creo también estar en mi derecho de exigir a la
Consejería unas explicaciones de lo ocurrido ya que, hasta ahora,
no me han sido dadas.