La bailaora Beatriz Cruz de Alba y el grupo Callejón de la Guía ganaron la noche del viernes la primera edición del Concurso de Baile del festival Ciutat Flamenco en las categorías individual y grupal, respectivamente. En la Escuela José de la Vega de Barcelona, Beatriz defendió una soleá, acompañada de Antonio López al cante y Pedro Ramírez a la guitarra, vestida con un traje negro de pantalones (homenaje a Carmen Amaya) y una trenza decorada con rosas rojas y blancas.
“Emocionada, abrumada y obviamente muy contenta, es la primera vez que gano algo importante. Yo me he sentido muy a gusto, y he podido transmitir, igual ahora cuando me vea el vídeo no me gusto tanto”, decía la bailaora después de la gala aún con los ojos brillantes. La joven, de 27 años y procedente de Sevilla, recibe una dotación de 1.800 euros “para alguna que otra batita y unos taconcitos nuevos”, y trabajará una semana en el Tablao El Cordobés. El jurado (compuesto por Eva Navas, Vanesa Gálvez, François, Toni Muñiz y David Leiva) dio el segundo premio a Mathilde Antón, que recibió igualmente el Premio Especial del Público, gracias a lo cual bailará durante una semana en el Tablao de Carmen. Azahar Tortajada consiguió el tercer puesto y la mención especial a la mejor de Cataluña, dotada con una residencia artística en el Institut del Teatre.
En la categoría grupal el primer puesto lo consiguieron las bailaoras Sara Díaz, Ana Vergé, Olga García y Paula López, con el espectáculo Callejón de la Guía, una coreografía de Toni Muñiz, director y profesor de la escuela José de la Vega. Las cuatro bailaoras mostraron su arte al subir los brazos en los compases lentos, por separado, y su capacidad de sincronización al zapatear las cuatro juntas.
En la categoría individual, las 6 finalistas fueron mujeres. “Las mujeres son las que llevan el liderazgo en todo, y el flamenco no iba a ser menos”, comenta al respecto Lluís Cabrera, director del Taller de Músics, organizador del Ciutat Flamenco. El certamen se ha incluido por primera vez este año en la programación para homenajear a la bailaora barcelonesa Carmen Amaya, con motivo del 60 aniversario de su muerte este 19 de noviembre.
La programación dio comienzo una semana antes, el viernes 13 de octubre, con los conciertos de OFF, una apuesta del festival por recitales dobles en espacios pequeños. “Porque el flamenco se vive así, en familia”, comentó Cabrera. La cantaora Laura Marchal y el tocaor Víctor Franco fueron los encargados de comenzar el festival. La jienense cantó por soleás, colombianas, milongas y por tangos; los Tangos de la aceitunita en homenaje a su tierra. También hicieron su versión de Pequeño vals vienés, tema que arrancó algunas lágrimas en el público y hace honor al nombre de su espectáculo: Teoría de los afectos. La calidad de la voz y la sentida expresión de la artista hizo corto el concierto, incluso para ella: “Siempre que empiezo a encontrar a gustito me tengo que bajar del escenario”, comentó.
Siguió el trío formado por el cantaor Pere Martínez, el tocaor y percusionista Marc López y la pianista Mélodie Gimard. La potencia y proyección de la voz de Pere comenzó llenando la librería por tonás, por soleás y por milongas, en una conversación telepática entre voz, piano y guitarra. Momento impresionante fueron las alegrías, consiguiendo ese pequeño sitio en el flamenco en el que suena a tradición y vanguardia al mismo tiempo. El cantaor acabó por bulerías con un popurrí de letras populares de Lorca en homenaje al poeta granadino, y con la canción popular Los cuatro muleros.
Era la primera vez que los tres artistas se juntaban a crear, pero se ha formado una alianza creativa que seguirá dando sus frutos. La comunión entre los tres músicos que pudo sentir el público no fue casualidad. El trabajo previo fue minucioso: buscar para cada palabra el acorde concreto que la acompañara, dependiendo si querían transmitir un mensaje más grave o más ligero.
Pero, ¿cómo se hace para que suene a antiguo y nuevo a la vez? Según cuenta Mélodie, teniendo muy claras y trabajadas las referencias de la música clásica y contemporánea (Bach, Ravel, Falla y Messiaen, entre otros, en el caso de Mélodie y Marc), pero también recrear de manera analógica (es decir, con el piano o con la guitarra) efectos de la música electrónica actual como el delay (retraso), todo ello al servicio del flamenco. Más allá de la técnica, los tres músicos consiguieron un entendimiento mágico e intuitivo que no se puede estudiar ni ensayar: se les veía en las caras lo a gusto que estaban tocando juntos. Y consiguieron uno de los objetivos del trío: que una librería de Barcelona pareciera Cádiz.
El sábado el festival continuó con dos cantaoras autóctonas: Irene Ribas, de Sant Feliu, y Ana Brenes, de Santa Coloma. Irene, formada en el Taller de Músics, dedicó su propuesta artística, Memoria, a su padre, que no pudo asistir a verla, y desplegó una de las actuaciones más ortodoxas del primer fin de semana del festival. Acompañada a la guitarra de Óscar Soriano, comenzó su recital con una caña-polo “en recuerdo a Fosforito”, siguió con cantiñas arrancando los jaleos del público con los agudos, bordó una granaína, se atrevió con una seguiriya y cerró con unas bulerías.
Después le llegó el turno a Ana Brenes, con su Rebelión del cante, homenaje a los cantaores que han marcado la historia de este arte con sus innovaciones. Empezó por bamberas, donde metió el invento de Camarón y Paco de Lucía, la Canastera, para seguir soleá, fandangos, e incluir su propia invención: una trilla por zambra compuesta por ella, Manifiesto del trabajador, en la que la cantaora, como explicó antes de cantarla, ha querido reflejar sus ideas políticas. “Al alba la hierba la siega la hoz”, decía una de las estrofas. Para completar su gusto por los palos menos convencionales, quiso cerrar su cante con una galera, palo creado por Juan Peña “El Lebrijano”.
La sesión del domingo la empezó la voz Anna Colom, una de las propuestas catalanas jóvenes más interesantes en el flamenco actual, acompañada del guitarrista Exequiel Coria. El lo cerró el cante de Sara Flores y el toque de Juan Cortés. “Los seis artistas del fin de semana tienen algo de morentiano”, asegura Lluís Cabrera, quien fundó una peña en su honor y acabó siendo amigo del cantaor granadino. “Los jóvenes están necesitados de plataformas más libres. Barcelona es la ciudad que más acogió a Morente y aquí tuvo ideas que acabó plasmando en Omega. Esas cosas no ocurren porque sí, hay que sembrar, y en Madrid y Andalucía siguen rindiendo culto a los cánones inamovibles”, declara Cabrera. La primera parte del OFF terminó el jueves 19, con Mercedes Cortés al cante y Jordi Flores a la guitarra. Con el concierto Cantes para el recuerdo, la cantaora reivindica los cantes que han quedado en el olvido: cantes de madrugá (de Levante), canastera, galera, caracoles y mariana. Les siguieron el “Salao” y José Andrés Cortés, por tarantos, soleá por bulerías, seguiriya, guajira (cante que arrancó el mayor número de jaleos del público), bulerías y fandangos.
Lluís Cabrera hace hincapié en el histórico y a veces ignorado matrimonio entre Barcelona y el flamenco. Él formó parte de migración andaluza a Cataluña de los años 60, concretamente desde Jaén. “Pero no fuimos embajadores del flamenco.”, explica. “Hay estudios que demuestran que entre 1850 y 1860 las familias gitanas de Hostafrancs (Barcelona) ya hacían palos que coinciden con lo que se estaba haciendo en Andalucía”. El porqué no se termina de ver a Cataluña como una cuna del flamenco lo tiene claro el jienense: “Porque Barcelona es una ciudad muy snob y se piensan que el flamenco llegó aquí hace diez años”. Pero los 30 años de este festival, que durante hasta el 5 de noviembre llenará la ciudad de eventos flamencos de toda índole y dimensión, demuestra que viene de lejos, y que va para largo.
Fotografías: Ciutat Flamenco, Taller de Musics by Maud-Sophie Andrieux
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