Santiago Lara ‘El sendero de lo imposible’. Reseña.

El secreto de Lara

JUAN VERGILLOS

Un zapateado arrollador, subyugante. Épico, como corresponde. Esas son las primeras notas, los primeros acordes, con los que Lara pasa a la historia de la música grabada. Primer disco de este jovencísimo tocaor jerezano. Una frase melódica reconocible, cantable, que ha llegado a hacerse popular. No sólo en los recitales en solitario de nuestro tocaor, también en compañía de Mercedes Ruiz, que le ha puesto pasos y cosas a la obra.

Articula con plenitud el bordoneo con la frase aguda. Ese es su secreto, el secreto de Lara: el equilibrio. Entre el intimismo y el asombroso dominio técnico (que incluye aspectos melódico-armónicos y, obviamente tratándose de un intérprete jerezano, rítmicos). El resultado es calma, es paz. Esa es una constante en la guitarra flamenca de concierto contemporánea, que raya a una altura asombrosa. Sólo que, en ocasiones, escuchamos discos donde la búsqueda de la perfección técnica, a veces con recursos de estudio de grabación, es decir, corta y pega del discurso, mata en cierta manera la vida que un disco, y más un disco de flamenco, arte del alma, del corazón más que de la cabeza, debe contener.

Santiago Lara ‘El sendero de lo imposible’
Discos Al Compás.
Con Mercedes Ruiz, El Londro, David Palomar, Carmen Grilo, Paquito González, David Guillén y Manolo Nieto

1-. EMBRUJO (Zapateao)

2-. CAMINOS NUEVOS (Bulería-canción)

3-. DISTANCIA (Taranta)

4-. A MI FORMA

5-. TU MIRADA (Rondeña)

6-. LLEGANDO A JEREZ (Bulería)

7-. SIEMPRE AHÍ (Alegrías)

8-. EL SENDERO DE LO IMPOSIBLE (Soleá)

9-. LA PLATA (Rumba)

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No es el caso, éste que nos ocupa. La guitarra está viva. La guitarra matiza. La guitarra llora o sufre, grita o se desespera. Sólo que el resultado de la lucha es la paz. Hay paz porque ha habido conflicto previamente. Si no es así, ¿para qué irse al estudio de grabación, a las tablas? A estas alturas de la película, que diría aquel, ya no nos valen los subterfugios, las medias verdades. Las falsetas van tejiendo un suave tejido armónico alrededor del oyente. Y lo llevan a un país pleno de color compuesto de trazos cortos y seguros. La bulería contemplativa, de emoción. Otra vez la rara conjunción: intimismo y épica. El guiño, a veces pudoroso, otras obvio, a la tradición tocaora de Jerez. La bella factura no ahoga una obra que, sin alardes armónicos, no pretende más de lo que es, digámoslo: decir con todas las letras, las notas quiero decir, lo que se quiere decir. Tener claro el mensaje y los medios para expresarlo. De manera que tanto el oyente como el emisor sepan sin asomo de duda de qué se está hablando. Toques alados y alados lo pies de Mercedes cuando hacen acto de presencia. Alegrías bailables de aire ‘jazzy’ merced a la trompeta con sordina y la voz clara, cristalina, de Carmen Grilo.

En la misma onda cantable del zapateado que abre el disco, la rumba, que se ve lastrada en cierta medida por el convencional arreglo del bajo eléctrico. Este proceso de despojamiento concluye con dos temas en solitario. Taranta estática y enorme soleá. Toque, este último, absolutamente cabal por modal. Es decir, que es el mejor ejemplo de cómo los muchos discursos que nutren esta obra pueden convivir, no sólo con naturalidad, sino con absoluta pertinencia. Queda la rondeña. Libérrima, sugerente, viril, sensual. Portentoso despliegue de recursos técnicos y emocionales que van, desde el puro juego hasta los pasajes de mayor solemnidad del disco. Y de repente, cuando parecía que todo era exacta visión de las cosas de dentro y de fuera, aparece la voz introduciendo una canción a ritmo binario. Una pena, porque el tema es, como digo imponente, solar, justo, preciso sin necesidad de este tipo de arreglos.

En definitiva, un gran disco de un jovencísimo intérprete de 22 años que entra por la puerta grande en la región de la música grabada. Lo que no me gusta, tengo que decirlo, son los aspectos literarios de la obra. Tanto el título general del disco, como los de los temas, como las letras. Mucho atrevimiento y verdad en la música y tantos lugares comunes en la letra. Es una asignatura pendiente de la guitarra flamenca de concierto, empezando por los clásicos contemporáneos (Paco, Gerardo, Vicente: Sanlúcar tuvo la lucidez de recurrir a la poesía culta en su última entrega, aunque también debo decir que hay vida más allá de Lorca).


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