Producido por Diego Amador. Con Tomatito, La Susi, Carles Benavent, etc. Nuevos Medios
Juan Vergillos Despegando del Planeta Amador Es un compositor moroso: cuatro discos en catorce años. Entiendo lo de “el trabajo más creativo” de Diego Amador (Sevilla, 1973), como una legítima exageración de la hoja promocional. Para mí fue un hito ‘Piano jondo’ (2003). Un hito de austeridad y verdad. ‘Río de los canasteros’ es una vuelta, sin duda menos fresca, al espíritu de ‘El aire de lo puro’ (2001), su segundo disco propio, primero firmado como Diego Amador. Es una vuelta a la canción flamenca, o a los cantes flamencos, esto es, al Diego Amador cantaor. Prefiero al pianista íntimo, por eso me quedo, como digo, con ‘Piano jondo’, aunque no me guste el título. La frescura de ‘El aire de lo puro’ la encuentro aquí en los tonos mayores de las bulerías que dan título a la obra, en que cuenta con la guitarra épica de Tomatito y los pies del Torombo. Un estilo que se repite en el corte ‘Muerto de amor’, sobre el poema lorquiano, en el que es la descomunal y oscura voz de La Susi la que le da réplica. Vuelven, como digo, los estribillos masculinos en tonos graves. Los coros femeninos. Me gustan los coros cálidos de las alegrías. Fandangos y tientos conforman el resto de repertorio festero de esta obra. Aún más convencional, eso sí, en conformidad con el actual panorama de virtuosos más o menos lúcidos-lucidos-translúcidos por vacuos, ‘Al Latin’, con Raimundo Amador y Luis Salinas.
Para mí sigue siendo, sobre todo, el más importante pianista flamenco de hoy, tal vez de la historia. Su mensaje está en ese lugar, en ese instrumento, aunque sea también un estimable cantaor. Eso sí, en esta faceta es uno de tantos buenos que hay por ahí. En lo otro es único. Por eso creo que este disco, siendo una gran obra, supone un revés respecto a la línea marcada por la entrega anterior de austeridad y depuración de elementos. Aquí Diego, porque puede, da rienda suelta a su condición de multiinstrumentista. Pero esa capacidad de multiplicarse le resta, a mi entender, sentido recto, intimidad y verosimilitud a su mensaje. Más pulcro se me presenta en el homenaje a Manzanita, cantautor flamenco a piano. ‘Suena mi guitarra’ traspone a otro lugar, el planeta Amador, que es único, propio, la clásica rumba de Caño Roto. Pulcritud y fiereza. Elegante visceralidad. Y, todavía más depurado, en la taranta y cartagenera tradicional, el piano franco, albo de colores puros, y también la voz más flamenca de este nuevo disco. Eso sí, y volviendo a la hoja promocional, “este será uno de los acontecimientos flamencos del año”, al menos en lo que se refiere a la discografía. No sólo porque Diego Amador es un artista único y necesario, aunque este no sea, en mi opinión, su mejor disco. También porque así está el patio de vacío. No obstante, mi parecer es que lo óptimo para nosotros, y para Diego Amador como artista, es que éste siga creciendo, no que vuelva a la adolescencia. A la adolescencia del flamenco contemporáneo. Ya perdimos el privilegio de ser ingenuos, qué le vamos a hacer. Respecto al último párrafo de la hoja promocional, firmada por Mario Pacheco (responsable, ya saben, de Nuevos Medios, y de la vieja marca Nuevo Flamenco), y que me permito reproducir violando la expresa prohibición de hacerlo que ostenta la misma: “¿Cuándo un artista flamenco había controlado todos los aspectos de su trabajo como si se tratase de Stevie Wonder, Frank Zappa o Prince? Ya sabíamos que la música que se está ahora haciendo aquí podía ser graciosa, atractiva y pinturera pero hacía falta que un tipo como Diego Amador nos recordarse que además puede ser realmente fuerte”. Aporto los nombres de Antonio Chacón, Pepe Marchena, Manolo Caracol, La Argentina Juanito Valderrama, Gades, Mario Maya, Paco de Lucía: ellos, y otros muchos flamencos, controlaban todos los aspectos de su trabajo. Ellos, y muchos otros artistas flamencos, hacían arte realmente fuerte. Y es que no es la primera vez que, con las mejores intenciones de salvar al prójimo, lo hundimos. Con todos los respetos señor Pacheco, que tanto y tan bueno nos ha dado y dará Dios mediante. |