Recordando a el Niño Ricardo en el centenario de su nacimiento

¡Cuesta pensar que ya han pasado 100 años desde que nació Ricardo!…Manuel Serrapí Sánchez, «El Niño Ricardo» (Sevilla 1904-1972).

Sin él, la guitarra flamenca no sería lo que es. Tan sencillo como eso. Es claro que los genios no abundan en las actividades humanas pero no tengo la menor duda de que Ricardo lo fue en la suya. Su sonido, al rasguear por siguiriya, por bulería, entre otras cosas, no ha tenido equivalente excepto en aquellos que se han dedicado a seguirlo en cuerpo y alma, de manera devota…pero logrando solamente eso: copiarle, imitarle.

 

Su imaginación creativa, de orden musical y rítmica, rebosaba en cuanto cogía el instrumento y le rebasaba aparentemente en la técnica de sus manos. Podría decirse que pensaba más allá de lo que sus dedos podían ejecutar…pero eso mismo constituía una especie de pelea con la guitarra no muy distinta a la del cantaor que pelea con un cante, y su musicalidad era tal que le servía dramáticamente para pegar el pellizco. Muchas veces oí comentar a otros guitarristas sobre cómo hubiera tocado Ricardo con una técnica más limpia, más avanzada. ¡Valiente absurdo! Ricardo desarrolló la técnica que necesitaba, ni más ni menos. ¿Hubiese sonado igual de flamenco si cada escala y arpegio hubieran sido tocados a la perfección? ¿Ricardo con la técnica de Sabicas? Lo dudo mucho. En el fondo, es posible que Sabicas fuera más guitarrista, y Ricardo más tocaor.

Sin él, la guitarra flamenca no sería lo que es. Tan sencillo como eso.

Soleá, fandango, siguiriya…cambió estos y otros toques para siempre. Fue como variar el curso de un río de ahí en adelante. Eso es lo que hacen los genios, al fin y al cabo. También lo hizo Ramón Montoya, lo hizo Sabicas, lo hizo Paco de Lucía…y otro vendrá, en un futuro. Esto del arte es como una carrera de relevos, donde el testigo lo va tomando el que viene con su juventud…y cuando trae el talento necesario.

Javier Molina y Ramón Montoya son los pilares donde está cimentada en principio la técnica de Ricardo, sin olvidar a Manolo de Huelva y sus rítmicos picados, tan llenos de gracia y flamencura. Pero luego, ayudado por esa inventiva genial crea un modo de tocar tan personal, tan gracioso y atractivo, que es legión de imitadores la que, dentro y fuera de España, conforman esa «escuela de Ricardo» que cambia totalmente el panorama del toque en su momento. Es la originalidad lo que destaca, el sello único, distinto a todo lo anteriormente escuchado. Y puedo asegurar que, con todo lo admirable que resultan varias de sus grabaciones, la realidad siempre era superior a ellas. Verlo y oirlo tocar era una experiencia pocas veces comparable.

¿Con qué cantaor no grabó Ricardo? De momento no recuerdo a ninguno. Acompañó a Pastora y Tomás Pavón, Pepe Pinto, Manolo Caracol, Pepe Marchena, El Gloria, Valderrama, Morente, Lebrijano, Antonio Mairena y muchos, muchísimos más. Es muy posible que haya superado a Ramón Montoya…vamos, es seguro. Ya habrá quien lleve estadísticas y pudiera contestar a esto, sin duda. Con los más grandes de su tiempo, desde luego, pero también con otros que, siendo de orden menor, su memoria se conserva precisamente gracias a esas grabaciones con el tocaor prodigioso.

Tenía las uñas p'arriba, como se podía observar cuando su mano derecha se apoyaba en la barra o asía el vaso donde bebía. El decía que eran “una mierda de uñas”, frágiles y rompiéndose continuamente, pero no se puede negar que influían en ese sonido tan suyo, tan…'arricardao'. Recordaba que Montoya le había llegado a decir un día: «Yo no sé cómo puedes tocar tan bien la guitarra con esas manos que tienes», a lo que, con su desparpajo habitual contestó: «¡Ni yo tampoco!»

Niño Ricardo
con Carbonerillo y Pepe Pinto

El sentido del humor del Niño Ricardo no era del gusto de todos, hay que decirlo. Ejemplificando la picaresca española con toda facilidad, se ‘cagaba’ en la madre, el padre, los difuntos, etc. del más pintado, donde y cuando se terciara. Conocida es la frecuencia conque, a raíz de la operación de garganta que le dejó con la voz ronca y forzada, los amigos o conocidos le preguntaban, con un más o un menos de guasa, si era verdad que había “perdido la voz”, a lo que contestaba rápida e incisivamente: «¡Sí, pero me quea la suficiente pa'cagarme en tós tus muertos!» Y había que oírle contar como le gritaban los pobres mejillones cuando los ponía a hervir en una olla: «¡Ricardo, maricón! ¡Me cago en tus muertos, joputa!»

Esteban de Sanlúcar me contaba que, cuando jóvenes, Ricardo y él le gastaban broma tras broma a Melchor de Marchena, siendo una de las peores cuando, después de una juerga y consiguiente borrachera fenomenal, se les ocurrió cortarle al dormido Melchor la uña del pulgar derecho a ras, justo un poco antes de ir los tres al teatro para actuar. El sonido 'pzot, pzot' que salía de la guitarra y las miradas que el marchenero les mandaba una y otra vez hacían que los otros casi cayeran riéndose por el suelo del escenario.

 

Felix de Utrera

Sin embargo, había veces en que todo cambiaba, en que parecía que no creyera en sí mismo. Félix de Utrera, uno de sus grandes admiradores y seguidores relataba cuando, estando en su casa y después de haberse bebido el manso los dos, había cogido la guitarra Ricardo y tocado algunas variaciones y falsetas fenomenales, ante lo cual el de Utrera se entusiasmó y lo llenó de halagos. Ricardo le preguntó una y otra vez si en serio pensaba que era bueno, como si dudara. Parecía que le faltara confianza a aquel que tanta seguridad mostraba ante la vida y ante la música. Félix insistió, diciéndole que era «el mejor guitarrista del mundo», que «no había ni iba a haber nadie que tocara tan bien como él «y que se mueran mis hijos si no es verdad lo que digo». Ricardo, finalmente, se echó a llorar y se abrazó a él, haciendo que el llanto de ambos se prolongara por varios minutos.

Paco de Lucía se inicia con el ‘ricardismo’ y este llega a ser, sin duda y durante mucho tiempo, SU estilo de toque. Se dice, y es muy probable, que haya sido Sabicas quien le aconseja, en Nueva York, que ‘se busque a sí mismo’, que toque ‘sus propias cosas’. Es entonces cuando vemos a Paco abrir esa esclusa impresionante, ese torrente de toque distinto, alucinante, flamenquísimo, que vuelve la guitarra al revés, como un calcetín…pero es en Ricardo donde el edificio primeramente se asienta, el subsuelo que no se ve pero que sirve de apoyo.

Paco de Lucía

Seguramente, en el gusto de muchos ha habido tocaores más gitanos, más técnicos y dominadores, más…cualquier cosa, lo que sea. Pero dudo mucho que haya habido alguien con más 'gracia' (en el más alto sentido del término), con más musicalidad, con tanto conocimiento del cante, con más…flamencura, que Manuel Serrapí, por siempre Niño Ricardo…

Y no le busque naide tres pies ar gato…qu'esto es únicamente una opinión personá, eso es tó…

 

Arzapúa

Columna de opinión ke bajo ningún consesto representa la del jefe

 


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