Llegó y se marchó, dejando tras
de sí la estela de un mito, uno más de los muchos que ha
dado este arte. Aseguran que hoy mismo deambula por las calles de Huelva,
tocando en una guitarra desvencijada por la voluntad de los viandantes.
Quién sabe. La verdad es que hace justo un año tuvo un raro
reverdecimiento artístico que nadie esperaba. Tocó unos
fandangos de su tierra en un disco colectivo. Y, lo que es más
relevante, se volvió a subir como profesional a un escenario, en
este caso el de la Sala Joaquín Turina de Sevilla. Los que tuvimos
la suerte de contemplarlo, de sentirlo, y que por edad no lo vimos en
su etapa dorada, nunca olvidaremos esa noche. El guitarrista, negro, transido,
doblado sobre una guitarra prestada, desgranó una falseta tras
otra. Una hora solo en escena. Y se fue, tal vez para siempre.
LA GUITARRA DE NIÑO MIGUEL
1. Vals flamenco – vals
2. A mi padre – farruca
3. Vinos y caballos – bulerías
4. Recuerdo de la Virgen del ¨rocío
5. Potpurri – Orgullo, Morerías, El Conquero
6. Brias de Huelva – fandangos
7. Entre Mazagón y Sanlúcar – alegrías
8. En el puente Nicoba – soleá
9. Mi sentimiento – rumba
DIFERENTE
10. Diferente – rumba
11. Desde el condando – bulerías
12. Recuerdos – bulerías por rondeña
13. Sueños de la Alhambra – medias granaínas
14. Minas de Riotinto – tarantas
15. lamento – vals flamenco
16. en el tablao – zapateado
17. Embrujo y magia – zambra
18. Los pescadores – farruca
19. Cuevas de la joya – rumba
Aquí les presentamos lo más tangible de ese mito, de este
guitarrista de leyenda. Un tocaor al que le tocó vivir una historia
de película, de novela. Hijo de Miguel el Tomate, el Niño
Miguel, aunque nacido en Huelva, es de procedencia almeriense y de hecho
es tío de Tomatito y del Niño Josele. Norberto Torres (que
tanto me ha ayudado a disfrutar de la guitarra flamenca, a distancia)
nos relata como El Tomate se marchó de Almería, “huyó
del barrio con su amante, abandonando a su mujer y a sus hijos”.
De la unión de la nueva pareja, ya en tierras onubenses, nació
el protagonista de nuestra historia. La leyenda continúa con los
primeros balbuceos a la guitarra del Niño Miguel con su padre,
a la busca de trabajo en tabernas y calles de Huelva. Un día, repentinamente,
le llega la fama: a raíz de su triunfo en el concurso de guitarra
de la peña Los Cernícalos el Niño Miguel graba (1975
y 1976) un par de discos para Philips, que son los que reproduce esta
edición. Sin embargo pronto sus desequilibrios le llevan a intervenciones
desafortunadas que poco a poco lo van alejando de los escenarios. Con
todo, la huella de su toque está presente en guitarristas actuales
tan distintos como Rafael Riqueni, Paco de Lucía, Raimundo y Rafael
Amador, Javier Conde o los mencionados sobrinos del guitarrista.
Esta es la película. He aquí la leyenda: en primer lugar
el vals flamenco, patente de la casa Miguel. Una guitarra que es al mismo
tiempo descarada e íntima, pudorosa desde el punto de vista técnico
y valiente en la expresión. Seguramente sin la orquesta la guitarra
se mostraría aún más verdadera. Un estilo rudo y
fresco, natural. La farruca es un toque patrimonial familiar que Miguel
hace con la falta de prejuicios propia de los inventores de la guitarra
flamenca. La melodía, casi desnuda, en el bordón. Un toque
pleno de ritmo. Porque es el ritmo el elemento característico de
este tocaor gitano. La música, las falsetas, emanan de sus manos
con toda la naturalidad, como el agua que mana de la fuente. Así
las bulerías: el frenesí propio de la época, y el
repiqueteo incesante de las palmas, proyectan la guitarra del Niño
Miguel a otros cielos. También la rumba, como esa que da título
a su segundo disco, ‘Diferente’ (1976), en la onda cantable
de lo ensayado por Paco de Lucía en ‘Entre dos aguas’.
No en vano en ambos números participan el padre y el hermano de
Paco, el primero, Ramón de Algeciras, como segunda guitarra y Antonio
Sánchez como productor (no acreditado en este disco). Una pieza
exuberante de melodía y de frenéticos picados, muy característica
de la guitarra flamenca de la época. No es la única rumba
que incluye la recopilación: ‘Cuevas de la joya’ y
‘Mi sentimiento’ siguen por el mismo camino cantable señalado.
Por soleá el Niño Miguel tira también de lo rítmico
frente a la solemnidad característica de la guitarra de hoy. Una
sucesión ininterrumpida de líricas falsetas directas, claras
en su concepto y en su emotiva interpretación. Plenitud de ligados
y bordón. Un paisaje de un alma bella y aturullada en el que el
ritmo está siempre presente e irrumpe como un desconocido. Sin
dudarlo el número con más poesía de este disco.
Por supuesto los fandangos onubenses, pletóricos y llenos de
prisa, desbordantes. No cabe más emoción en menos compases.
Ante la duda Miguel opta siempre por el mayor número de notas.
Con todo ello, Niño Miguel también es capaz de brillar
a gran altura en los toques libres de ritmo. Las granaínas incluidas
en este disco son ejemplares por su conjunción de clasicismo y
personal inventiva. Voluptuosas y brillantes, características de
esa ínsula rara de la guitarra flamenca que fueron los años
setenta. Miguel vive el ritmo en las venas, y lo traspasa incluso a un
toque como este, aparentemente libre.
Más lo dicho hasta ahora no lo es todo, sino el comienzo. Alegrías,
tarantos, zambras, zapateados, etc. Y vuelta a empezar. Setenta y ocho
minutos de música grabó el de Huelva, y eso le bastó
para pasar a la historia de este arte. Aquí los tiene.
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