Lo confieso. Hará cuarenta años que padezco cierta adicción a la voz de Antonio Núñez ‘El Chocolate’. Dicho eso «¡ole esos 70 años con el cante!» Hoy en día cuando «todos los niños suenan iguales» como dice Marote, este cantaor sigue con su peculiar e inconfundible sonido …
… que ni su coincidencia con los últimos coletazos de la poderosa ópera flamenca ha podido alterar. Y sigue siendo una voz redonda y resonante, convenientemente templada si acaso por la pila de años que lleva prestando servicio.
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El CD tiene una presentación espléndida. Hay un librito de treinta páginas que incluye las letras de los cantes, una entrevista con el cantaor, datos biográficos y muchas fotografías históricas.
En los tiempos flamencos que corren, es todo un lujo escuchar una nueva grabación de cante sin más acompañamiento que el de una guitarra – algo tan poco corriente, que se oye hablar del «cante a guitarra» como si fuera una manifestación más, una mera ramificación del flamenco. Aquí cumple tan enrarecida función el joven tocaor Antonio Carrión, que sin ser Ricardo ni Melchor, apoya y mima al veterano cantaor como pocos de su edad serían capaces de hacer. También acompaña Paco Jarana hábilmente en el taranto y uno de los fandangos.
El Chocolate nació en Jerez de la Frontera en 1931, pero desde muy niño vivía en Sevilla. De esta circunstancia escribe Miguel Acal: «mezcla en su alma la gracia de haber nacido en Jerez y el duende de haberse criado en la Alameda de Hércules de Sevilla». Prefiero pensar que el Chocolate es el Chocolate y punto, como todos los maestros de cualquier arte son quienes son. Hace muchos años dijo del cantaor el flamencólogo Ricardo Molina que «ha sabido coordinar la novedad con la tradición sin salir del camino recto». Toda una lección para algunos pseudoflamenquitos de años recientes.
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Siempre ha sido un cantaor que sabe entregarse sin acudir al histrionismo, casi sin esfuerzo, y
es de los pocos que nos quedan que se han formado aprendiendo de viva voz de los maestros, sin beneficio de grabaciones. Quizás por este motivo se escuchan ecos de Torre, de Tomás, de Talega y otros sin que caiga jamás en imitaciones. Las dos siguiriyas son soberbias, como es habitual en este hombre. Soleá de Frijones, que nunca falta y que ejecuta de manera que piensas «sí…seguro que se cantaba así». Pero es en la soleá de Triana donde sus vivencias y conocimientos se remueven, se mezclan y salen a la superficie. ¿Se puede cantar con más sabor? O más al grano, ¿qué referencia habrá para identificar ese sabor cuando el maestro deje de cantar?
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El taranto es otro de los cantes preferidos del Chocolate y le va como ‘la sal al guisao’. Es hoy en día quizás el que más domina este palo sin estar especializado en los cantes mineros. Pero en general se confirma la incompatibilidad de los cantes básicos con los cantes ‘menos básicos’ (para no ofender) en una misma voz. La malagueña que se empeña en cantar ni es ortodoxa ni es su fuerte. Chocolate canta todo bien, pero su soleá, siguiriya y martinete son de gran belleza y altura. Y por supuesto, si examinamos el dorso de su carnet virtual también figura «fandanguero por excelencia». El gitanito que pedía monedas a cambio de sus fandangos del de la Calzá en los vagones del tren antes de la segunda guerra mundial, aquí nos obliga con su madura sensibilidad a sentarnos y a prestarle atención, incluso a los no amantes del fandango.
Se echa en falta unos tientos, cante al que el Chocolate siempre ha sabido otorgar una importancia que otros cantaores le niegan, pero sería grosero faltarle por su elección de repertorio cuando ha sido capaz a sus 71 años de producir esta joya del cante flamenco, o como se escucha jalear en la grabación de debla de su mentor Tomás, «una reliquia del cante que ya no existe».
La noche del 31 de enero Chocolate estaba en Madrid para recibir el premio Flamenco Hoy a la mejor grabación del 2001. En el ruidoso camerino logré hacerle unas preguntas:
¿Quién ha cantado en tu familia?
Tengo mi sobrino el Cabrillero que es de Utrera, luego mi padre cantaba, mi madre cantaba… Luego tengo un sobrinito chiquitito de diez, once años y canta por mí…se mete mucho en mi cante. No le enseño nada, pero de escuchar aprende todo.
En cuanto al cante ¿te sientes más jerezano o sevillano?
Yo me siento sevillano…soy de Jerez, pero me crié en Sevilla.
¿Qué importancia tiene para ti la bulería?
La bulería la cantan mucho mucho los jóvenes de mi tierra y en todo el mundo. Es un cante de bulla que no te puedes sentir como en una soleá o una siguiriya. En mi próxima grabación voy a cantar una bulería para escuchar, no para bailar…todo el mundo canta hoy para bailar, entonces eso yo no canto. Es como la caña, que la puedes cantar para escuchar, o para bailar. Yo no le meto mano a la bulería.
¿Naciste tarde para la ‘ópera flamenca’ o simplemente la rechazaste? Porque no tienes nada en común con esa forma de cantar…
A mí me gustaba mucho el cante de Pepe Marchena, pero no era lo mío. He ido en espectáculos con Marchena pero ese camino no era para mí.
¿Has creado algún fandango? ¿Existe un ‘fandango del Chocolate’?
Todo lo que yo he cantado es de mi creación.
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[En ese instante la entrevista llega a su fin cuando el Chocolate me coge el micrófono y se pone a cantar un fandango de los suyos…]