LA BRECHA

Estela Zatania

Rumiaduras sobre el estado de la lucha entre el flamenco tradicional y el flamenco «fusión»

¿Quién no ha visto la película clásica de Hitchcock «Los pájaros»? Recordaréis como primero hay un pajarillo y todos comentan «mira qué bonito». Luego cinco y «vaya, qué raro». Pero de golpe son cinco mil y sálvese quién pueda. En gran medida es lo que está pasando en el flamenco con el movimiento fusionista de los últimos 3 o 4 años. Si seguimos el hilo hasta sus comienzos habría que citar los primeros experimentos de Sabicas, innovaciones importantes a su manera, pero mal acogidas por el motivo que fuera. Posteriormente Serranito, Sanlúcar, Escudero (por alguna razón siempre han sido los tocaores los que más han removido la sopa flamenca) y otros, hasta la explosión PdL, siglas escuetas que representan a nuestro tesoro nacional y genio universal Paco de Lucía. La incansable creatividad e innata sensibilidad musical del joven de Algeciras fueron nutridas por su pareja artística y gran compañero el Camarón de la Isla. Estos dos han representado mucho más que un par de artistas extraordinarios. Su estrecha relación simbiótica funcionó como una inspiración mutua y constante, y con ellos nació una etapa de desarrollo precipitado que durante generaciones marcará un pico importante en cualquier gráfico de la historia de este arte. Se ha escrito mucho acerca de este dúo dinámico y nadie puede estar ajeno a su influencia en el flamenco de hoy en día.

Tengo edad suficiente para recordar hace treinta y cinco años cuando un tocaor te metía un sol menor o un la séptima y decíamos «¡uyy! ¡qué moderno toca!» A lo mejor, si esperamos lo suficiente, los tonos naturales quedarán tan olvidados que podrán resurgir como «novedad». El flamenco es mi obsesión desde cortísima edad y sin aburriros con un ?ceúve? se podría decir que soy ?tradicionalista tolerante? cuya época no es precisamente la de Chacón y Montoya, pero tampoco la de Paco y Camarón (de hecho algunos jóvenes me han encasillado como procedente de la época de los festivales, que no es del todo equivocado). Entonces con la debida renuncia ofrezco unas observaciones totalmente gratuítas que llevan poco más de un año pegando botes entre mis orejas y que empezaron a cuajarse después del Congreso de Flamenco en Algeciras en septiembre del 2001. En mi opinión se está formando una importante brecha en la estructura de la afición flamenca, y ésta corre el peligro de derrumbarse si nos descuidamos. Hoy en día, de la misma manera que hay que declararse Barcelonista o Madridista, no hay ningún flamenquito aficionado o profesional que no haya elegido equipo: tradicionalista o fusionista. Incluso he oído de peñas flamencas que se han dividido en dos grupos independientes de jóvenes y mayores: un sábado por ejemplo actúa Manuel Mairena, y el siguiente Mártires del Compás. En el Congreso de Algeciras Ángel Álvarez Caballero criticó duramente el estado actual del baile flamenco con palabras que podrían haber salido de la boca de cualquier aficionado purista referente a cualquier manifestación flamenca de ahora: «se valora más por cantidad que por calidad», «la mayoría de los flamencos jóvenes están equivocando a la gente y a ellos mismos». El gran guru del flamenco tampoco se limitó al baile: «pasa lo mismo con la guitarra, que tenemos monstruos de la técnica, flamencos de laboratorio». Como punto de contraste destacó a Antonio el Pipa: «hace el mismo espectáculo en el escenario que hay en su casa día a día.» La gran madrina del baile Matilde Coral también pronunció en contra del baile actual: «la técnica se come al arte», y como la señora nunca ha tenido pelos en la lengua, condenó uno tras otro a casi todas las figuras actuales del baile flamenco. [foto3] Antonio Arenas comentó el estado del toque. Empezó citando el papel importante de la guitarra en el flamenco: «el cante pudo nacer pero no evolucionar sin la guitarra» añadiendo con un tono casi siniestro «hoy en día es inconcebible la guitarra flamenca sin el virtuosismo». Tuvo cuidado de exonerar a Paco de Lucía: «…el acompañante perfecto…técnica, pero bien empleada». Hubo palabras condenatorias de casi todos los que intervenían en el Congreso para el ubicuo cajón, instrumento de percusión que para muchos veteranos representa el símbolo más concreto de todo lo que está mal con el flamenco hoy en día. Referente a los cajoneros (¿o serán cajistas?…cajeros no ¿verdad?) dijo doña Matilde: «deberían de dejar de molestar con su ruido y dedicar ese maravilloso sentido del compás al cante, al baile, o a la guitarra».

No vayáis a pensar que el cante se haya salvado. La polémica se centró quizás injustamente en Niña Pastori y Navajita (sin que gran parte de los presentes conocieran la música de ninguno de los dos), ambos acusados de propagar, en las palabras de Manuel Martín Martín, un «pseudoflamenco demencial». Una y otra vez sonaron estos nombres como los peores culpables, siendo a la vez precisamente los dos artistas más enterados flamencamente hablando, de todos los que interpretan el flamenco pop: estos jóvenes se han criado en ambientes familiares sumamente flamencos y son capaces de incorporarse a cualquier fiesta a la antigua usanza…en fin, los ?cabales? del flamenco pop si puede decirse. Manuel Martín Martín también criticó la música «que no tiene más finalidad que el placer auditivo»…y yo que pensaba que toda la música buena era ?placer auditivo?.

Me recuerda a Eleanor Roosevelt que explicó a su hija en el día de su boda que ahora la joven tendría que «aprender a soportar las relaciones sexuales». El flamenco puro como un deber odioso, y la fusión como un placer prohibido…vaya visión. En el fondo parece obvio que la música aflamencada y fusionada es el objeto de tanta crítica desorbitada precisamente por su fuerte parentesco con el flamenco, porque la Caballé va flojilla por seguiriyas, y su nombre no ha surgido. Entonces ¿qué es lo que proponen los tradicionalistas? ¿Un real decreto prohibiendo la comercialización de cualquier tipo de música etiquetada «flamenco» si no cumple los requisitos establecidos por un BOE correspondiente? ¿Restaurar el sistema de la censura de la época de Franco?

En casa de mis amigos flamencos en Utrera se alternan cintas del Perrate y la Fernanda con las de Pastori y El Barrio. Pues vámonos todos a casa de Manolo y Mercedes con antorchas virtuales, como los aldeanos en las películas de Frankenstein, y confisquemos las cintas que veamos inoportunas…¡así aprenderán! Hay que darse cuenta de la falta de comunicación y comprensión entre dos generaciones bien definidas cuya barrera podría situarse en el 1950, según la fecha de nacimiento. Los que han intentado, por motivos que huelen a comerciales, infiltrar las tropas enemigas, como por ejemplo Juan el Lebrijano (1941) con sus experimentos arabistas, o Enrique Morente (1942) que a pesar de su éxito tanto comercial como popular, para algunos veteranos merece un castigo corporal por sus ?creaciones?, han tenido un éxito menos contundente que José Mercé (1955) que ha digerido el idioma Paco/Camarón a la vez que se ha librado, debido en gran parte a su espléndida formación y dotes, de la ira de los puristas. En cambio tenemos a José Menese (1942) que después de un período de cierto abandono por parte de la afición, ha vuelto a nacer como abanderado del cante tradicional que jamás ha despreciado.

A modo de contraste del Congreso en Algeciras, tuve la oportunidad de asistir a la Feria Mundial del Flamenco en Sevilla exactamente un mes después. ¡Quién ha dicho fusión! En el Palacio de Congresos y Exposiciones de Sevilla reinaba el flamenco más actual, y pocos de los que deambulaban embelesados por los amplios patios habían nacido cuando Camarón grabó por primera vez…en este ambiente los artistas como Paco de Lucía, Fosforito o Antonio Gades son los que pasan por viejos maestros, sin ir más lejos. Como representante de la prensa sentí la presión de algunas discográficas de asistir a sus presentaciones, esto a pesar de mi «confesión» de ser poco entendida en el ?nuevo flamenco?.

Con un «hay que renovarse señora», siempre destacaban que sus artistas cantaban o tocaban un flamenco de lo más puro y tradicional, pero una y otra vez los teclados, cajones, flautas y violines desmentían sus afirmaciones a pesar de la graciosa costumbre de abrir los recitales más vanguardistas con un antiguo cante a palo seco, hecho sin cariño ni seriedad, con intención obvia de callar la posible crítica. A primeros de año en Madrid vi un espectáculo lamentable en uno de los lugares más emblemáticos para la afición: Casa Patas. Un cantaor abrió el cuadro tirando un martinete al retrete, después un dúo de cajones sin guitarra ni cante, y una joven bailaora que tenía todos los pellizcos y el zapateo de Eva y Sara, sin nada del arte ni del compás del dedo meñique de ninguna de las dos.

En resumen, muchas lamentaciones de todos los sectores, una falta de comunicación, y un rechazo mutuo tan absoluto que cuesta ver a dónde nos va a conducir todo esto. ¿Para quién se harán las grabaciones? ¿Con qué público en mente se financiarán las grandes obras? O quizás la pregunta más importante de todas: ¿qué camino escogerán los nuevos valores? Porque sin artistas tradicionales…una voz y una guitarra interpretando algo que todos podemos reconocer como ?flamenco de toda la vida?…no puede haber flamenco tal y como yo lo he descubierto hace tantos años. [foto2] No pretendo conocer el modo de unir las dos bandas enemigas, ni creo que sea aconsejable meter a La Periñaca en el mismo saco con La Pastori.

Quizás sólo se trata de encontrar un terreno común donde nadie se burla de lo que hace el otro, o incluso de separar ya de una vez por todas la fusión de la pureza. Los fusioneros tienen a su favor el mercado, que ya es decir. Los tradicionalistas defienden la gloriosa historia del flamenco desde El Planeta para acá. No sirve de nada condenar el flamenco actual, que viene a ser como encerrar al vendedor de drogas cuando los consumidores siguen pidiendo género. El vehículo del flamenco para expresar las emociones más crudas tiene en mi opinión, y la de muchos, una afición tan limitada como estable. Pero también la historia nos dice que la fusión de ayer puede convertirse en la tradición de mañana.

En sus comienzos Camarón nos desconcertó a todos con sus innovaciones que a la distancia parecen bastante discretas. Ahora quedan pocos que negarían al cantaor de la Isla su sitio de honor dentro de la historia del flamenco. Y me permito una sola metáfora más: el conocido chef catalán Francisco Lojo Martín sistemáticamente rechaza toda clase de fusión o mezcla de ingredientes de diferentes cocinas. Pero a mí que no me quiten mis espaguetis (de la China) con salsa de tomate (de las Américas) y una buena ralladura de parmesano auténtico (de Italia).

 


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