Revelación temprana de la guitarra flamenca madrileña, después de sorprender a todos los guitarristas actuando con doce años en el Carnegie Hall de Nueva York, compartiendo cartel nada menos que con Sabicas y Paco de Lucía, quince años después Jerónimo Maya nos ofrece por fín su primer disco como solista.
Las prisas y el descendiente de Ramón Montoya son incompatibles.
El tiempo del flamenco es el de la vida, pero una vida trabajada, con
la propia madurez del artista, y hasta que Jerónimo no se ha sentido
plenamente «vivido» y por ello inspirado, no ha querido grabar.
La espera merecía la pena, ya que nos propone ahora diez temas
que lo colocan entre el grupo selecto de las sonantas flamencas de vanguardia,
y tal como está el listón hoy, no es moco de pavo. Una cuidada
producción dirigida por el propio guitarrista, con algunos de los
nombres más granados del flamenco madrileño de hoy y de
siempre, algunos ya fallecidos como el Indio Gitano o José Antonio
Galicia, hacen de Jerónimo, obra prima del nuevo sello de alma100,
uno de los discos más apasionados y por ello apasionante de la
discografía de guitarra flamenca reciente.
Jerónimo pertenece inconfundiblemente
a la nueva generación de flamencos, los que se han criado mecidos
entre cajones y palmas
Con el soniquete de cajón de Lucky Losada y la voz aguda «acamaroná»
de Antonio Amador «El Ciervo» que abren el disco en la bulería
La Calí, no hay dudas sobre el carácter gitano y moderno
del disco. Por si faltara más, Jerónimo inicia el toque
con uno de estos arpegios galácticos que pasan de los bordones
a lo más agudo de las primas en un salto, efecto que utilizará
luego en más de una falseta. Guitarra que dialoga con el cajón,
jugando con la dinámica que permite esta conversación, Jerónimo
pertenece inconfundiblemente a la nueva generación de flamencos,
los que se han criado mecidos entre cajones y palmas. Curiosas la distorsión
y la afinación de cuerdas de la guitarra en los tangos Antepasaos.
Jerónimo está orgulloso de sus raices orientales, que contextualiza
ahora con el sentir musical que puede tener un joven gitano urbano del
siglo XXI. Guiños a la rondeña de Montoya en Desde el espíritu,
acompañados de acordes de la escuela impresionista dignos de Debussy,
y ligados que oscilan entre los de rondeña y los de Villa-lobos,
Jerónimo deja patente en este tema una formación clásica
complementaria. Por si no quedara claro, el zapateado siguiente se titulará
Wolfgang Amadeus Mozart. Compuesto en tonalidad menor, con un preludio
de piano entre jazzero y andaluz a cargo de José Ramón Jiménez,
sigue la tradición de los grandes concertistas de guitarra flamenca
(cómo no recordar aquí al zapateado en Re de Sabicas o Percusión
flamenca de Paco de Lucía) y propone su expresiva versión
para guitarra sola de concierto.
El orgullo de pertenecer a una etnia que ha
vivido
y vive por y para la música: los gitanos
Uno de los rasgos de “Momo” es seguramente la sinceridad,
la honestidad. Un disco de guitarra tiene que tener sin lugar a dudas
guitarra sola, y sigue de nuevo solo para ofrecernos su espectacular y
respetuosa versión de la soleá en De Montoya, Sabas a Paco.
Con la bulería La cotorra volvemos al diálogo y juego entre
guitarra y cajón, esta vez con Ramón Porrina. En las letras
que Jerónimo ha escrito deja patente el orgullo de pertenecer a
una etnia que ha vivido y vive por y para la música: los gitanos.
Ello le lleva a tocar con su hermano Leo de Aurora, desde ambas pulsaciones
flamencas, un sentido homenaje a un grande, quizás el más
grande de la guitarra manouche, el “hermano” belga Django
Reindhardt. Escalofriante escuchar al Indio Gitano solo por toná,
como preludio a la seguiriya El Planeta, donde vuelve a utilizar una afinación
especial que acentua el carácter oriental del modo frigio para
corresponder al eco ancestral del cantaor. Además de gitano y urbano,
porque es flamenco Jerónimo es también perdidamente romántico.
Dos temas para despedirse y dejar brotar libremente su lirismo a flor
de piel, la granaína Algo pa´mi y la bellísima balada
Enamorao del amor.