JUAN VERGILLOS
Doce formas de mujer La sola enumeración de este elenco ya convoca multitud de emociones. La Periñaca, Fernanda de Utrera, La Perla. Algunas se nos fueron. Otras están gozosamente entre nosotros. Tres generaciones de intérpretes y doce maneras de entender el arte. En plenitud de madurez y sabor: Carmen Linares, Aurora Vargas, Encarnación Fernández, La Negra, Rosario López, María Vargas, Lole Montoya. Jóvenes que han dado frutos maduros: Ginesa Ortega, Mayte Martín. Cada uno de estos nombres exigiría un monográfico. Aquí las tiene a todas, en directo. En los festivales andaluces, en La Unión. En las peñas, en la reunión íntima. Doce formas de ser mujer. La mujer en el cante. Carmen Linares ya hizo, ahora se cumple el décimo aniversario, su declaración de principios que es también una enciclopedia del cante femenino, una nómina de las creadoras. De su participación en La Unión, en que obtuvo primeros premios en los estilos levantinos, ha seleccionado el recopilador malagueñas y cartagenera. La voz jovencísima, ya maestra, de una adolescente al comienzo de una de las carreras más ejemplares del flamenco contemporáneo. Cantes de La Trini, genial creadora, y Chacón, también creador, también genial.
Del intimismo del melisma a la fiesta: Aurora Vargas siempre fiel a un estilo visceral, social, rítmico. Bulerías en directo del año 84, de su participación en la serie de tve ‘El Ángel’. Más fiesta en la voz de La Negra, del mismo filme. Y Lole Montoya, que en la película citada, y con el mismo acompañamiento, Raimundo y Rafael Amador, cantó al Juan Ramón Jiménez más romántico. Otra clásica de nuestro tiempo, María Vargas. Una forma de ser festera a la orilla atlántica, esa en la que desemboca el Guadalquivir, Sanlúcar de Barrameda lo llaman. La pasión y el dominio rítmico. Una cosa rara, combinar el lenguaje de fiesta con la voz dolorida. Y esa maestra desconocida llamada Rosario López, una de las grandes de nuestro tiempo a la que su nacimiento y militancia jienenses (jamás abandonó su lar natal) han restado sin duda popularidad. En la soleá muestra Rosario su dominio rítmico y su conocimiento de las variedades melódicas: La Moreno, La Pompi y la soleá apolá trianera. También se incluye la sutileza del melisma propia de la tierra de nuestra cantaora, los cantes de madrugá. Y la seguiriya. Una voz privilegiada, sobre todo por el sentimiento con el que canta. De la alicantina Encarción Fernández, la minera, el estilo más característico de las sierras de La Unión, un palo que la cantaora ha contribuido a perfilar, tal y como se interpreta en la actualidad, terminando de definir una melodía que se nutre de Pencho Cros y de Antonio Piñana. O, lo que es lo mismo, una tradición, puesta en pie, que enlaza con El Rojo el Alpargatero, patriarca de los cantes mineros. Con esta interpretación la cantaora obtuvo su segunda Lámpara Minera en 1980. Algo parecido podemos decir de la levantica, también incluida en el disco, cuya versión es hoy el paradigma de este palo. Las nuevas generaciones en sus inicios. Las dos catalanas y las dos enormes cantaoras. Mayte obtuvo la Lámpara Minera en 1987 y de esta participación se han extraído seguiriyas y cartagenera. La joven Martín, con el estilo chaconiano, nos trae todo el sabor del antiguo Mercado de La Unión en una de sus ediciones más destacadas. Ginesa también cantó en La Unión en la década de los ochenta, como atestigua la soleá y la liviana incluidas en esta colección. Ginesa es una cantaora de voz oscura, muy enjundiosa, y enorme conocimiento y desarrollo melódico. Una de las grandes de hoy. Y las últimas, es decir, las primeras. Los clásicos de este arte. La Periñaca, con Cepero, y todo el sabor de los cantes del Tío José de Paula. Una intérprete que se reveló en su vejez como una de las voces de más enjundia, salvaje, telúrica, de su tierra. Que ya es decir. La grabación, que incluye seguiriyas y bulerías por partida doble, se efectuó en la Porra de Archidona en 1975. 76 años la contemplaban esa noche. Si la Periñaca es enjundia y sabor de tierra, la Perla es ligereza, etérea manera de entender la vida y la muerte o como ser feliz en la tragedia o trágico en la felicidad. Es decir, Cádiz. Mayor dominio rítmico no cabe. Ni rajo. Ni saber estar. Y el fin es el principio. El primer corte de la selección. Fernanda de Utrera. Se nos fue hace un año sin sentir. La mejor soleaera del siglo, tal vez de la historia. Cantaora rotunda y en carne viva. Rompiéndose en los estilos de Joaniquín o la Serneta como recién nacidos. |