Deflamenco se honra en publicar esta conferencia pronunciada por Tomás Fernández Soto «Tomás de Perrate» el 4 de julio, 2003 en L'Ecole de Musique et de Danse de Mont-de-Marsan (Francia) dentro de la programación del Festival de Arte Flamenco organizado por el Conseil Géneral des Landes de dicha localidad.
INTRODUCTION
«Tomás de Perrate nació en Utrera en 1964. Hijo de Perrate de Utrera y nieto del célebre Manuel Torre, desde su más tierna infancia se alimenta de los cantes auténticos y profundos de Utrera y Jerez. Hasta 1999 no se expresó artísticamente ante el gran público. El sonido de su voz y la pureza de sus cantes sorprendieron a todos. Fue la gran revelación para el público de la Bienal de Flamenco de Sevilla en su edición de 2002, donde obtuvo el premio «Giraldillo al artista revelación», igual que para nosotros, en Mont-de-Marsan, lo fue el año pasado. A su talento artístico se añade el de conferenciante gracias a su conocimiento profundo e íntimo del cante de Utrera de ayer y hoy. Como artísta completo que es, ilustrará sus palabras con su cante acompañándose él mismo a la guitarra.»
Organización del Festival Flamenco de Mont-de-Marsan
CONFERENCIA
Cuando Javier Puga y yo gestamos la idea de pronunciar esta conferencia, convinimos en hablar de «El ayer y hoy del cante de Utrera». Bien, pues a medida que escribía y trataba de poner en pie las ideas que quiero exponeros, fui dándome cuenta que sería más honrado y más didáctico, invertir el orden cronológico del título y, con toda la humildad del mundo, contaros lo que yo siento.
Con toda sinceridad quiero confesaros que, de lo que únicamente entiendo, es de las experiencias y de la transformación personal que he experimentado desde que me topé frente a frente con el arte. Me refiero a que yo era una persona convencional hasta el otoño del '99, muy aficionado a cualquier tipo de música y con cierto oído para los instrumentos.
«Me siento más comprometido con el arte que nunca»
Aunque mi padre, Perrate, fuese un mito, y yo estuviese a su lado hasta la hora de su muerte, desde lo que la memoria me permite recordar, la vida en casa, en aquella época que nos tocó vivir, siempre estuvo presidida por cierto ambiente de pesadumbre y pobreza, debida a que mi padre quedó parapléjico y postrado en una silla allá por 1972, él tenía cincuenta y cinco años y yo sólo contaba con diez.
Es por eso que no he tenido la oportunidad de vivir en casa esas fiestas en las que participasen artistas amigos suyos, o de esas fiestas familiares que se daban en la mayoría de las casas gitanas, ni tan siquiera de un ambiente flamenco que pudiese promover en mí alguna inquietud a aquella temprana edad. Sólo contaba con la estampa de mi padre, su actitud generosa, su capacidad de poder vivir con dignidad en la totalidad de las posibilidades, y con su «aura» que era algo palpable. ¡Ah! y con Miguel Acal en la radio.
Hoy día que me siento más comprometido con el arte que nunca, escucho el espíritu de Perrate que me dice que es bueno que cada persona conozca el lugar que le dio la vida, cada vez con mayor intimidad, y que comulgue con las entrañas del solar que le vio nacer y vivir. Esa voz también me dice que los viejos, que siempre han sido los depositarios de la verdad, no se preocuparon de mostrarla, de airearla, de darle sentido universal; que tenemos que ser los jóvenes quienes nos preocupemos por ese aspecto, pero que al igual que ellos, debemos utilizar siempre la defensa de la belleza como estandarte.
«Los jóvenes nos adaptamos a la realidad del flamenco en la época que nos ha tocado vivir.»
Sabiduría de Utrera. Fernanda, Manuel, Perrate, Gaspar, Bernarda
Hoy, y por cariño hacia ellos, me siento legitimado para poder hablar en nombre de la comunidad de los jóvenes cantaores de Utrera, que ya somos muchos, y conscientes de que estamos irrumpiendo en el tiempo, después de varias generaciones sin consecución. Todos queremos lo mejor para el cante de Utrera, difícil cuestión será acertar en nuestro empeño, pero de todo punto imposible si no acercamos posturas.
Ahora tenemos una capacidad de información desproporcionada a nuestro favor, pero no pretendemos ser meros aprendices del pasado por bueno que fuera, sino responsables del presente y del futuro de nuestras cosas, adiestrándonos y adaptándonos a la realidad del flamenco en la época que nos ha tocado vivir.
De Fiesta en Utrera
Hemos comprendido que nuestro legado flamenco no es mejor que los legados de otros territorios, pero si es verdad que el nuestro nos ofrece la seguridad de la diferencia, y que esta distinción es la que da carácter de originalidad a nuestros cantes, así como la oportunidad de sentirnos dueños de una manera de ser y de estar en el cante, que es genuinamente utrerana.
Las cositas de estas tierras tienen una trascendente significación en la música flamenca, y no sólo porque haya parido figuras fundamentales, porque su nombre esté escrito con letras de oro en la historia del cante o porque sea una especie de hito de obligada parada y fonda, sino porque además y simplemente, es algo que trasciende.
«En esta mi ciudad, os puedo asegurar que han existido siempre infinidad de cantaores que no han sentido la necesidad de profesionalizarse.»
Si nos ceñimos al significado estricto del verbo «trascender», dice así: que emana un olor tan vivo que penetra y se extiende a gran distancia; o esa otra que dice: que se extiende y comunica sus efectos produciendo consecuencias. O lo que es lo mismo pero en un tono más actual, que tiene Denominación de Origen. Que posee un olor y un sabor tan característicos que lo diferencia, lo unifica y por «mor» de las grandes figuras se ha extendido amplísimamente produciendo como consecuencia el enriquecimiento de otros «mostos».
La historia es un elemento de obligado conocimiento para la comprensión de la cultura, pero no es mi intención desbordaros con datos y nombres y así descentrarme de mi idea primaria. Sin embargo, existe un dato que me parece especialmente significativo, y es que hay una realidad utrerana que aunque en cierto sentido podamos lamentar, visto desde otro ángulo, también contribuye a definir más exactamente esa denominación de origen a la que antes me refería. Es decir, cada tierra es un mundo y de cada una de ellas pueden salir figuras eminentes que hayan conseguido triunfar, incluso fuera de sus fronteras, pero en esta mi ciudad, os puedo asegurar que han existido siempre, y existen actualmente infinidad de cantaores que, aún poseyendo dones «mágico-creativos-personalísimos» no han sentido la necesidad de profesionalizarlo aunque los hayan desarrollado. Ellos han mantenido viva la llama de nuestro gozo y esperanza, y han enriquecido el patrimonio cultural de nuestro pueblo gitano, como elemento autóctono de una forma de entender la vida.
«El compás de Utrera no es otra cosa que la distinción entre sabores.»
En cualquier caso la memoria histórica e intelectual, y la de nuestros ancianos nos sitúa ante Merced Fernández Vargas «La Serneta», ante «Rosario la del Colorao» o ante aquel Fernando Peña Soto «Popá Pinini» al que la historia ha consagrado en tiempos recientes.
Entiendo que ellos marcaron una primera época, unos principios y unos conocimientos que valorizaron unánimemente a Utrera como foco cantaor, y sobre todo esa forma especial de ser y de estar en el cante. Con ellos se inicia un tipo que se reproduce hasta nuestros días, a tenor de las consecuencias que han producido esa forma de hacer que a ellos se atribuye, tuvieron que ser figuras de un nivel cantaor tremendo. Ellos y, supongo yo, que con otros igualmente buenos, pero menos famosos, gestaron lo que se dio en llamar popularmente la magia del compás de Utrera, que no es otra cosa que la distinción entre sabores (algo inexplicable en términos de fácil comprensión, pero sí evidente para buenos degustadores).
Con Antonio Moya en Mont de Marsans
Uno sólo puede hablar de lo que entiende y conoce. Claro está que de los tiempos de la Serneta no tenemos documentos sonoros que acrediten las formas de sus cantes con que poder ilustrar nuestra realidad; pero sí, sí tenemos datos de aquellos niños que florecieron en las primeras décadas del siglo veinte y que, a mi personal forma de entender, supieron hacer justicia con creces a aquello que de forma artesana, oral y espiritualmente les habían transmitido sus mayores.
«Construían poco a poco el templo a la belleza que el arte les demandaba.»
Estos niños se convirtieron en jóvenes en edad de trabajar en una España de guerra y posguerra a la que se tuvieron que adaptar, haciendo lo mejor que sabían y de la mejor forma que podían, «uséase» cantar por cuatro perras en las fiestas de los «señoritos», malviviendo y a medio comer, pero aprovechando la oportunidad de cantar en público que les ofrecía la coyuntura, para ir construyendo poco a poco el templo a la belleza que el arte les demandaba. Así se formaron Fernanda, Bernarda, Perrate, Perrata, Manuel de Angustias, Enrique Montoya, Curro de Utrera, Gaspar, Bambino, Pepa de Benito y muchos más que con menos nombre pero no con menos importancia configuran lo que hoy entendemos como la historia actual o época ilustrada del cante de Utrera.
De entre todos ellos quiero hacer mención especial a los personajes que bajo mi criterio cobran más relevancia que terminaron de configurar lo que entiendo como la denominación de origen Utrera Cantaora. Me refiero al trío que formaban Fernanda, Perrate y Diego del Gastor. Aunque no siendo este último de Utrera, era de Morón, sentía el cante de estos personajes como suyo, como de su propia creación. Además, la forma tan particular y personal de tocar que poseía, era determinantemente afín a las formas interpretativas de estos cantaores, siendo el acompañante habitual de éstos y con un historial laboral bastante abultado.
Póster del homenaje a Perrate
«Fernanda, Bernarda, Perrate, Perrata, Manuel de Angustias, Enrique Montoya, Curro de Utrera, Gaspar, Bambino, Pepa de Benito…»
De Fernanda y Perrate, ¿qué les voy a decir que no sepan? Bueno…siempre hago referencia a la época que les tocó vivir, porque entiendo que el individuo vive sujeto al medio socio-cultural del que depende, y es impresionante la capacidad de estos genios que con vocación de artistas supieron, no sólo desenvolverse en un medio tan hostil, sino que además desarrollaron un gusto y una capacidad creativa que nos transporta a otra dimensión.
Escuchando una vez a Perrate tuve una impresión que yo plasmé de esta forma:
Ni la mala sombra ni la pena pueden abortar la magia de mi cante y si se me cambia el semblante es porque tengo que parir no lo que llevo dentro sino lo que me traspasa.
Haciendo un análisis general pormenorizado y pedagógico, y refiriéndome a sus aportaciones como apóstoles del flamenco en general, entiendo que Fernanda ha sido la depositaria de un patrimonio cultural, musical y familiar consanguíneo, que ha sabido amar, conservar, defender y enriquecer cual arcángel guardara el edén libre de pecado.
«Una capacidad creativa que nos transporta a otra dimensión.»
Tomás canta a Pepa de Benito en la Bienal del 2002
De Perrate, y por conocimiento de causa, podría llevarme varios días hablando. Hijo aparte, y haciendo honor a la verdad de este genio, con él quizás habría que detenerse un poco más y así hacerle algo más de justicia, pues aunque esté considerado como un clásico en todas las enciclopedias flamencas, y sea un mito referencial para los más aficionados, también es verdad que es un personaje poco conocido dado lo exiguo de su carrera discográfica y su obligado retiro, justo cuando la cultura flamenca empezaba a ser de dominio público.
Desde niño le dominó la inquietud de aprender todas las formas musicales flamencas. Bebió de las mieles de los gitanos viejos de Utrera y Juaniquí (que era de las Cabezas), de Joaquín el de la Paula (de Alcalá) o de Juan Talega con el que convivió bastante y del que se confesaba gran admirador. Cantaores todos que eran de pueblos cercanos a Utrera y que responden a una misma doctrina comarcal. Enclavada en lo que después de ellos se ha dado en llamar «La Ruta de Tres por Cuatro», que comprenden los cantes que se desarrollan en los márgenes sevillanos del bajo Guadalquivir.
con Juan del Gastor en la peña El Gallo
Perrate aprendió las melodías básicas a la perfección, pero no se conformó con eso, tenía que jugar, y jugando como juegan los maestros mejoró los dibujos musicales clásicos, y creó estilos personales en todos los cantes que hacía.
«Perrate aprendió las melodías básicas a la perfección, pero no se conformó con eso, tenía que jugar.»
En cualquier caso, y aparte de las aportaciones racionales y medibles dentro de un esquema musical, creo que las aportaciones más importantes al mundo del flamenco por parte de Fernanda y Perrate, guardan más relación con un sentido más espiritual del cante. Cuando nos referimos al duende, al misterio, o al pellizco, cuando nos topamos frente a frente con el flamenco, entiendo que nos estamos refiriendo a esa quimera que se esconde tras la lírica de la música flamenca, a la magia que a todos nos inunda, y que siempre corresponde a una razón asentada en la fe, que en mi tierra se acentúa de forma más tangible. Parece que hablando de Utrera, quiera excluir al que de allí no es, lejos de eso, quiero cantar al que sienta legítimo el placer y el éxtasis ante su propia esencia o ante la presencia de lo hermoso, y concluyo diciendo que utrerano se es con tan sólo comprenderlo o sentirlo aunque no lo comprendas.
Con toda la humildad del mundo, con la ilusión del que está empezando y con todo el cariño de mi corazón, me gustaría ilustraros y poder demostraros con mis cantes cuales son las bases en las que se asientan los cantes de mi gente y lo que los hace diferentes.
Para demostrar la magia que derrochaban el binomio Diego el del Gastor – Perrate, no se me ocurre más que recurrir a los tangos de Málaga o del Piyayo, siendo éstos muy melódicos y livianos, casi regionales y de fácil interpretación, ellos supieron adaptarlos a su forma y crearon un cante profundo, pero agradable y de un sabor característico.
El cante por fandango, el que se asienta en Utrera, el que tiene el sello de la tierra, se entiende curiosamente musicado por soleá, quizás porque en estas latitudes sea naturalmente inaceptable que un cante o una forma musical, se pueda comprender con la carencia de un compás.
En los cantes por bulería, parece que un conjunto haga del cante una fiesta, teniendo que acelerar los ritmos, sin embargo en Utrera el ritmo se solemniza, se resiste a entrar en el vértigo y disfruta de un reposo suavemente acelerado.
con Matilde Coral en la Feria del Flamenco
En los cantes por soleá sucede lo contrario, aunque solemne por su gran carga de sentimientos espirituales, vienen sin embargo, ahondando en el fondo por un compás más vivo que en las demás latitudes flamencas. Para poder desarrollarlo con dignidad y terminar ya, me encantaría contar con la colaboración de mi gran hermano y amigo Antonio Moya.
Tomás de Perrate entonces ofreció un recital de cante, acompañándose a la guitarra para algunos cantes, y con el acompañamiento del guitarrista Antonio Moya para otros.
Foto de portada y compuestas: Antonio Torres Resto fotos: Estela Zatania
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