DAVID TAVARES. UN BRASILEÑO EN MADRID.

Cuando hablamos de flamenco y de fusión, automáticamente pensamos en músicos de cultura flamenca combinando los estilos flamencos con otros lenguajes musicales.

¿Por qué no se piensa en lo contrario,
en músicos de otros horizontes interpretando su propia versión
del flamenco? La respuesta podría ser sencilla y complicada a la
vez. Quizás porque realmente pocos músicos de otra cultura
musical se han sumergido en el universo jondo. Parece imponer tanto, tener
tantas raices y sabor local, tanto fondo, que resulta a la vez fascinante
y lejano. Quizás por ello los acercamientos han sido casi siempre
anecdóticos, historia de grabar una colaboración, un tema,
un disco, a modo de homenaje o de reconocimiento. Quizás porque
el flamenco necesita tanta inmersión que muchos temen perderse
en sus aguas profundas.

No es el caso de David Tavares, guitarrista brasileño de formación
clásica, quien se atreve ahora a proponernos su visión de
la guitarra flamenca. Lo hace después de una larga inmersión
en el territorio flamenco de vanguardia, el de Madrid. Lo hace después
de recibir clases e intervenir como segunda guitarra del concertista Oscar
Herrero. Lo hace después de haberlo meditado mucho y ver que si
algo podía aportar a la guitarra flamenca, era precisamente desde
el filtro multicolor de su cultura brasileña. Doce temas conforman
Un brasileño en Madrid, la mayoría compuestos sobre una
base rítmica claramente flamenca como colombiana, tanguillos, bulerías,
soleares, seguiriyas. Otros más cercanos a su entorno natural como
dos rumbas, un son cubano, una samba y un guaö. Sin embargo todos
suenan a David Tavares.

Es lo que más sorprende en este disco, el tratamiento global
que hace del material musical que lleva entre manos. Supera los antagonismos
e incompatibilidades que podrían surgir en su propósito
de fusión gracias a un discurso musical personal donde la melodía
funciona como paseo conductor y donde las armonías luminosas abren
los temas a un paisaje relajante y hermoso, lleno de colores vivos. Quizás
el de la felicidad de David por rodearse de buenos amigos como Jorge Pardo,
el Maca, Guillermo McGill, Lorenzo Virseda, Rogerio de Souza o Irapua
Freire y haber encontrado su camino, el de un brasileño en Madrid

 

Norberto Torres


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