ARZAPÚA – OPINIÓN

El espíritu de las cosas y las cosas del espíritu

Pienso en un guiso que esté güeno…vamos, uno de esos platos o guisos que nos hacen recordar sabores antiguos, de la madre o la abuela, llámese bacalao con tomate, fabada, potaje de garbanzos, huevos fritos con patatas y pimientitos…No importa lo que sea, pero que tenga una personalidad, una identidad especial, una esencia, un espíritu (aún cuando no todas las fabadas ni los potajes ni los bacalaos sean exactamente iguales). Reconocemos ese espíritu en el mismo momento en que nos metemos a la boca la primera cucharada o el primer bocao del plato ¿verdad? Pero si, por decir algo, a esa fabada le han puesto rodajas de remolacha o de salchicha, nuestro personal sistema «reconocedor de espíritus» nos informa inmediatamente: «Nanay…esto no es…». Puede que esté bueno, malo o regular, claro, pero la pregunta es:…¿ónde quedó el espíritu de ese guiso, de ese plato probado y recontraprobado por los años?

El flamenco, cante, baile, toque, se ha ido formando y decantando a través de los años, adquiriendo un espíritu especial cada uno y todos sus estilos. Nos parece a muchos que es así. Y ese espíritu no es rígido ni cerrado a evoluciones o cambios – admite casi todo, ojú que si lo admite. Lo único que pide, suplica, exige en su caso, es que siga reinando el sabor, olor, regusto al estilo flamenco de que se trate. ¿Que esto es subjetivo? ¡¡Pues claro que lo es!! Todo lo referente al arte es subjetivo, no nos engañemos. Pero las cosas perduran y son apreciadas debido a ciertos “acuerdos universales” que nos permiten distinguir, generalmente, cuando un libro está bien escrito, una berza bien cocinada, un jardín bien cuidado, una soleá bien cantada. Sin que sea igual necesariamente uno al otro.

¿Habrá cambiado algo el cante entre un Diego el Perote y un Luis el Zambo? ¿Entre un Niño Medina y un Fernando de la Morena? Es bastante evidente que hay una enorme diferencia entre los cantes de unos y los de otros, y sin embargo todos siguen siendo CANTE, con mayúsculas. La esencia, el espíritu está ahi, por mucho que se haya alterado y modernizado lo que cantaban «los viejos».

¿Y el toque de Perico del Lunar comparado al de Sabicas? ¿Y el de Borrull junto al de Paco de Lucía? Podrá gustar uno más que otros pero nadie dirá que no son toques flamencos.

Todo lo referente al arte es subjetivo, no nos engañemos.

Quizá sea menester aquí señalar que, personalmente, considero al Paquito de hace treinta años como el guitarrista flamenco más fenomenal de todos los tiempos. En cualquiera de esos primeros discos suyos está la prueba del genio, de esos pocos que marcan una época, al igual que la marcaron Montoya, Ricardo, Sabicas… Hay un antes y un después de Paco de Lucía en la guitarra flamenca. Cambia el toque como quien da la vuelta a un calcetín y sigue siendo más flamenco que nadie. Conserva el espíritu de cada estilo aunque manipule el compás de manera endiablada, como no se había hecho antes, aunque eche a volar una imaginación y una creatividad pocas veces escuchada, aunque muestre un buen gusto y una musicalidad difícil o imposible de igualar. Con todo y esto, Paco podría servir de ejemplo para ilustrar lo que vengo escribiendo en ambos casos: “cambio con espiritu” o “cambio sin espíritu”.


Ramón Montoya – Niño Ricardo – Sábicas

Al oir cualquiera de sus siguiriyas grabadas hace años bajo los títulos “De Madrugá”, “Llora la Siguiriya”, y otros, nos damos cuenta del talento único y de la flamencura del algecireño. Es imposible sonar más a siguiriya, al más profundo estilo que provoca el pellizco y el salto en la silla, amén del erizamiento velloso en los brazos y el cogote. Si escuchamos, en cambio, la siguiriya “Luzía” en su disco del mismo nombre, algo nos brinca inmediatamente: la ausencia de la esencia. No contiene el espíritu del toque por siguiriyas. Fabada con remolacha. Podrá gustarle a uno musicalmente menos, o tanto, o más que cualquiera de las otras, ya que la musicalidad y el talento existen de igual modo en este hombre – pero no se trata de eso, se trata de respetar o no respetar la identidad del estilo, la esencia, el espíritu. El genio decide prescindir de esa identidad en aras de…de…de…¿de qué, Paco? Quizá lleves razón. Quizá se ha quedado uno anclado al pasado y el flamenco, por su propio bien, necesite «enriquecerse» olvidándose de aquellas formas y adoptando otras totalmente distintas. Es posible que, después de todo, una fabada con melón y canela en rama sea un plato que quite las tapaeras del sentío…

Ahora bien…¿tengo o no tengo yo el derecho de rechazar un guiso de lentejas que lleve rodajas de plátano encima, si no es así como me gustan las jodiaspolculo lentejas? Creo, al mismo tiempo, que el vecino está en todo su derecho de comerlas así, si así le gustan. Y esto podría ser dirigido a todos esos listillos, flamencúlogos con tribuna, 'ehpertitos' con balcón a la calle que, por defender su fusión y su flamenkito moderno de tres pa'la vela, consideran que «cierto sector» de la afición representa el inmovilismo y el cante de «piedra y cartón». Vamos, que poco menos se ha convertido en un delito escuchar el cante CANTE y nadie se atreve a decir que el «nuevo flamenkito» no le gusta sin temor a ser atacado por estos impresentables de última hora. Uno TIENE que emocionarse por pelotas con lo más novedoso, dejando de lado a Chocolate, Fernanda de Utrera, Terremoto y demás antiguallas…¡¡Faltaba más!!

¿Que no es políticamente correcto lo que digo? ¡Estupendo! Según comentaba un cantaor amigo: «estoy hasta la bombilla en la farola de la plazoleta del capullo» de tanta corrección política, tanta estupidez y tanto improvisado sabiondo de pacotilla. En flamenco y en todo…

Pos eso.

Arzapúa

Foto blanco y negro: Carlos Arbelos

 

 


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