Su rostro en
la portada del disco recuerda curiosamente a Isabelita de Jerez, cantaora
jerezana nacida en 1895, a la vez que proyecta una imagen absolutamente
contemporánea. Es un fiel reflejo visual del cante de Argentina
María López (Huelva, 1984) que incorpora la más rigurosa
actualidad con el cante clásico.
01. El Árbol
02. Las Palabras
03. Se lleva el aire
04. Cositas del pasado
05. Comparable a tu hermosura
06. Jirones de Tela
07. Guajira Marchenera
08. Se me perdió en Sevilla
09. Siguiriyas de Jerez
10. El Poeta, el músico y el pintor
Debemos asumir que vivimos en una época en la que el “cante
cante” ha cambiado de manera radical, al menos tal y como se suele
representar a través de las nuevas grabaciones. En primer lugar,
la canción asume máximo protagonismo. En lugar de leer por
ejemplo “bulerías (Se rompió el amor)”, que
hubiera sido algunas bulerías cortas, seguidas de extractos de
la famosa canción, ahora vemos “El Árbol (bulerías)”.
En la hermosa canción así llamada que abre el trabajo primogénito
de la joven onubense, la contemporaneidad del acompañamiento oculta
el compás, y el oyente casual puede pensar que está escuchando
un relajado tango-rumba. De hecho, el concepto de la “relajación”
sintetiza la personalidad del flamenco más actual que caracteriza
esta grabación. La urgencia del flamenco tradicional no está
presente y el paisaje mental es un atardecer disfrutado desde un jacuzzi.
Nos guste o no, la globalización del flamenco exige que cualquier
producto acomode la sensibilidad de un público mucho más
amplio que el de la cocina de la abuela. Los suaves coros de voces armonizadas,
un sonido caduco que no acaba de caducar, terminan de neutralizar cualquier
posible resto de ansias, y apetece un martini agitado, no removido.
Con “Las palabras”, una canción tango-rumba la cantaora
empieza a vencer a la cantante, aunque el coro sigue restando flamencura.
La voz de Argentina es limpia, dulce, flexible y veloz con fuertes reminiscencias
de Mayte Martín y el marchamo inconfundible de la academia Cristina
Heeren en Sevilla donde la joven ha estudiado cante con el venerable José
de la Tomasa.
Las voces gruesas ya no se llevan, estamos en la época, no del
“nuevo flamenco” (camelo donde los haya), sino de la “nueva
ópera flamenca” cuando lo dulce y bonito tiene más
caché que lo duro y rancio. Son gustos diferentes, pero no necesariamente
encontrados, hay momentos para el uno y el otro, lo mismo que hace treinta
años cuando los aficionados alternamos los vinilos de Las Grecas
con los de Talega o Mairena.
Una voz condenadamente bella que pretende
ofrecer algo de interés para todos los gustos
“Se lleva el aire” es una canción por alegrías,
“por” en el sentido de que es el compás y la tonalidad
de alegrías sin ser cantes de alegrías, y nuevamente los
coros emiten un aroma que nos transporta a un tiempo pasado. Es irónico
que algunos jóvenes flamencos se quejan de lo que ven como un “estancamiento”
en el cante tradicional mientras siguen remitiéndose a estos recursos
de hace décadas.
La cantaora se atreve por soleá con “Cositas del pasado”:
hilos de la Serneta, Joaquín de la Paula y Frijones hilvanados
con violines, percusión y melodías originales tejidas en
canción. Luego interpreta fandangos de Huelva empezando por un
estilo tradicional poco habitual para seguir con melodías originales.
No aprovecha su condición de onubense para dejar fluir el sabor
de la tierra – es el peligro de sobreglobalizar, logra que todo suene
igual – pero aquí el coro encaja bastante mejor. En los tangos
“Jirones de tela” con letra de David Lagos, la guitarra y
el cante siguen una línea más convencional y estás
deseando escuchar más de esta voz técnicamente pulida y
perfectamente afinada en cantes tradicionales.
Una “Guajira marchenera” con otra letra de David Lagos, recrea
el barroquismo de las largas y melismáticas guajiras que el flamenco
admite bajo la etiqueta “cantes de ida y vuelta”, un apartado
especialmente apto para la dulce voz de esta joven. “Se me perdió
en Sevilla” es una rumba ligera en el tono flamenco que recuerda
las mejores canciones de la Susi o Laventa, pero otra vez se abusa del
coro.
¡Pumba! Siguiriyas a la vieja usanza, sin percusión ni instrumentos,
y la guitarra de Manuel Parrilla sin un solo acorde post-Paco. Huele a
declaración oportunista pero tenemos que admirar el cariño
e interés que pone Argentina en su búsqueda de los “soníos
negros” aunque no los saque más allá de un gris pálido
en una serie que recrea los cantes de Torre, Paco la Luz y la rareza de
un estilo atribuido a Juan Junquera.
La grabación se despide tal como empezó, con canción
por bulería, “El Poeta, el Músico y el Pintor”,
esta vez con un compás más accesible, con modulaciones musicales
entre la escala mayor y la flamenca, la airosa guitarra de Diego del Morao
y los coros que no falten. Si como Dorothy en el Mago de Oz, golpeas tres
veces los tacones y repites una y otra vez “estoy en Jerez, estoy
en Jerez…” puedes lograr el Jerez feeling.
No sabemos si la alternación de temas de cante con otros puramente
populares consigue complacer a todos o irritar a todos. Lo que sí
está claro es que el aficionado debe saber lo que busca para no
sufrir decepciones cuando retire el celofán del CD y lo meta en
el aparato. Con Argentina estamos ante una voz digna de tener en cuenta
y condenadamente bella que pretende ofrecer algo de interés para
todos los gustos.
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