Hay una quinta dimensión que Einstein ignoraba porque su madre
no tuvo el detalle de parirlo en Jerez. Es un mundo de compás,
de olor a bodega y de ange, de casas de vecinos, tabancos y gañanías
de la mente, porque los lugares físicos dejaron de existir hace
años. Pero por encima de todo, es un mundo de venerables familias,
auténticas dinastías que con el mayor orgullo han conservado
formas y tradiciones del flamenco cuando éstas no necesariamente
estaban de moda.
CD 1- Los Moneo: La plazuela de los
Moneo
Soleá de tío Pacote
Bulerías cortas
Con la trenza de tu pelo
Al compás del tío Chico
Maldito arriero
Deja de quererme
Hablando con mi hijo
Entre oriente y occidente.
CD 2 – Los Zambo: Al compás de los zambos
Guindas al pavo
Tío Borrico
Agusto la estoy llevando
Ahora sí
Zarape
Las gallinas en el corral
La hija del manijero
Surcaré
Los Zambos por fiesta.
CD 3 – Los de la Morena:
En «Ca» Fernando de la Morena
Tú tienes un amor para mí
Eugenia de montijo
Despacito y buena letra
Mariquilla moquillo
Este querer de nosotros
Al atravesar el barranco
Al compás del cocoroco
Quiérelo mucho
Gitana blanca
Bulería de Cádiz.
El flamenco jerezano también se divide por barrios, y los más
importantes, no sólo históricamente, sino también
en función del número de artistas, profesionales y amateur,
que nacieron en ellos, son Santiago y San Miguel, la «plazuela».
Con Al Aire de Jerez, una producción de Nuevos Medios, se recuperan
tres singulares grabaciones, clásicas y hasta ahora difíciles
de conseguir, que reflejan estos dos barrios, y tres familias que los
representan: los Moneo, los Zambo y los de la Morena. Y aún con
toda ese historial a sus espaldas, Al Aire de Jerez es una mini antología
del cante jerezano más actual, de las personas que ahora mismo
conforman el paisaje del Jerez flamenco y son los maestros de los jóvenes.
Suya es la última generación de cantaores en recibir el
cante y las formas mediante la transmisión oral, y por este motivo
son voces rebosantes de personalidad, aquel detalle que tanto se echa
en falta hoy en día.
Las guitarras de Moraíto y su hijo Diego de Morao, también
con su propia estirpe admirable, facilitan una inmejorable puesta en escena
auditiva que nos ubica para el viaje virtual a Jerezlandia, y se agradece
la mano creativa de Diego Carrasco, director musical junto con Jesús
Bola, para destilar los sabores, olores y sonidos a su esencia más
perfecta. No estamos hablando de la dichosa pureza que de tan mala prensa
padece actualmente, sino de realidades tan tangibles como el irresistible
decir natural de Luis Zambo y su familia, las voces desgarradas de Manuel
Moneo o el Torta y la suya o el infeccioso compás de Fernando de
la Morena y la suya.
La última generación en recibir
el cante y las formas mediante la transmisión oral
Curiosamente escuchas las tres grabaciones, vas dejándote llevar
y subiendo el volumen, si estás solo en casa, vas perfeccionando
tu pataíta o inventándola por primera vez…
Y sólo cuando la fiesta ha terminado, te das cuenta de que todo
excepto por un cante ha sido bulerías. ¿Y porqué
no? Desde que la rumba fuera destronada hace décadas, la bulería
no ha hecho más que acaparar adeptos, y actualmente es el cante
más dinámico, auténtico y personal, el que no caduca
nunca porque cada día vuelve a nacer en boca de mil cantaores.
Entendemos que interpretar el flamenco, en cualquiera de sus vertientes,
va ligado al ser flamenco – una actitud o filosofía que quizás
se acerca a las realidades de la vida con más paladar y valentía
que otras, que cultiva una intimidad tanto con los placeres como las penas,
disfrutando de alguna manera con ambos. El surtido de voces aquí
reunidas nos acerca a un tipo de flamenco en vías de extinción,
y esta imprescindible trilogía es el vibrante eco de una frágil
realidad flamenca que nos llega ahora para paliar el hambre de grabaciones
nuevas de cante que sentimos muchos aficionados.
«Al compás de los Zambo»
Luis El Zambo
Las famosas Guindas al Pavo que cantara Lola Flores hace más de medio
siglo sirven de coro para unas bulerías cortas que abren el disco
en boca del entrañable Luis, bonachón y campechano hasta cantando.
Es de los pocos cantaores actuales capaces de cantar con la misma voz con
la que habla, el «cante hablado» que tanto se admira por estos
lares. Recuerdos de juventud de sus años en el campo con su abuelo
Luis «Rincones» cuando cada noche, medio tumbado en su jato
relleno de paja, observaba como la gente cantaba y bailaba. Es el aire que
sopla por esta deliciosa grabación donde también interviene
el hermano Enrique que tan acertadamente recuerda con su cante al Tío
Borrico, y el otro hermano Joaquín, con su voz dulce que no deja de
lucir el marchamo familiar firmemente impreso. Tres personalidades bien
definidas a la vez que complementarias, en la misma onda. También
interviene Juañares con su rancio y sabio decir, y el joven Abraham,
hijo de Joaquín, producto de su generación camaronera, sin
apartarse de los ricos sabores zamberos.
El irresistible coro «Zarape, zarape, zarape, zarape, mamá
riña, ríñale usted al gato» con cantes del
Gloria y de Cádiz, y que llegó a resonar en todas las ferias
del Bajo Guadalquivir el año que salió, tiene aire de chufla
pasada por el tamiz de Santiago, y para finalizar, «Los Zambos por
fiesta» proporciona más de trece minutos para contemplar
cómo serían aquellas fiestas «sin vino ni na’»
como dice Luis, cuando caía la tarde en la gañanía.
.«La plazuela de los Moneo»
Manuel
Moneo
El sobrio compás de bulerías al golpe, lo que en otros
sitios se llama soleá por bulería, tal como se lleva en
Jerez, sin más acompañamiento que el son pelado de nudillos
y palmas sordas, solemnemente abre esta grabación que defiende
los aires de la Plazuela y de la casa de los Moneo. Manuel Moneo Lara,
patriarca de la familia, hermano de El Torta y padre de Barullo y Macarena,
junto con el Tío Chico son los que intervienen en esta manifestación
magistral del inconfundible sonido del barrio de San Miguel. Es el único
cante no festero de los tres CDs, y posiblemente la mejor muestra comercialmente
grabada del curioso cante de Carapiera en escala de alegrías. La
ausencia de la referencia armónica de la guitarra evita que suene
a alegrías como a veces ocurre, y se siente todo el peso de la
soleá.
Manuel Moneo, profundo, poderoso y punzante, sabe decir misa por siguiriya,
soleá o tonás, pero aquí muestra su perfecta capacidad
por bulerías con los acostumbrados aires a Mairena, a romance y
al Chalao. Referencias a la fragua que caracteriza la vida en San Miguel
nos recuerda que los de la plazuela no solían ir al campo y tienen
otras vivencias. Juan el «Torta», carismática figura
de culto, bohemio, contribuye su extravagante personalidad y sus bulerías
cortas con alguna que otra excursión a los cantes de Lebrija, y
Macarena Moneo ofrece su sabroso cuplé a lo jerezano, que igual
que a lo utrerano, queda tan flamenco que a muchos aficionados les cuesta
distinguirlo de la bulería corta. El Barullo, con su joven e instintiva
sabiduría, claramente en la línea familiar, demuestra estar
totalmente a la altura con una larga y variada bulería.
El Torta cierra el disco con «Entre oriente y occidente»,
un título que refleja el hecho de que interpreta fandangos por
bulería, una curiosidad cultivada en Lebrija para abajo, además
de granaína y cartagenera, de la parte oriental de Andalucía,
todo al compás de fiesta.
«En ca’ Fernando de la Morena»
El Torta
& Fernando de la Morena
Un fino sentido del humor y de la ironía adereza la propuesta ricamente
acompasada de la familia de la Morena. Si en la Plazuela cultivan sus ansias,
en Santiago las disimulan. Forzosamente la intensa experiencia de la época
de los cortijos ayuda a tomar las cosas con una mayor dosis de filosofía,
alimentada por garbanzos cocidos sin pringue ni na’ y un olor a tierra
húmeda.
Fernando, voz de terciopelo viejo salpicado de vino añejo, uno
de los cantaores más personales del panorama actual, lo dice todo
con su «¡Viva el barrio!», haciéndose cargo de
la mayor parte de los cantes, «Despacito y con buena letra»
como se titula uno de los cortes. Su hijo Juan de la Morena hace honor
al padre con el emblemático «Eugenia de Montijo», captando
las sutilezas de pronunciación y respiración, hasta el famoso
«ay» que inserta Fernando en los sitios más inesperados,
y el compás, ni falta decirlo.
Tambíen participan el Tío Chico y el
añorado hermano Curro, desaparecido prematuramente y que deja su
inconfundible huella con la zambra por bulería. Caracolero, estilizado,
diferente a la vez que inconfundiblemente en la línea de la casa,
es un sorbito de su personalísima voz que queda para la historia.
En la inspirada orgía final de bulería de Cádiz por
Jerez (no es contradicción), los dos hermanos se turnan, suena
baile por ahí y nuevamente estamos transportados, en las palabras
de Rafael Fernández el «Nene», por los «verdaderos
lectores del testamento del cante»