Carmen Linares. «Gracias a la vida»

Espectáculo: «40 años de flamenco» – Salvador Gutiérrez, guitarra; Eduardo Pacheco, guitarra; Pablo Suárez, piano; Josemi Garzón, contrabajo; Karo Sampela, batería; Vanesa Aibar, baile; Ana María González, palmas; Rosario Amador, palmas; Estrella Morente, cante como artista invitada. Carmen Linares, cante. Festival Suma Flamenca de la Comunidad de Madrid. Teatros del Canal. 20 diciembre 2020.

Carmen Linares celebra 40 años en el cante y con ese concierto se clausuraba la Suma flamenca dedicada a Enrique Morente. Durante estos diez años de ausencia Carmen ha sido un bálsamo para compartir recuerdos y experiencias vividos con Morente. Carmen es una mujer muy vital y va a muchos conciertos, algo que no ocurre con la mayoría de los artistas que salen de casa solo para lo suyo.

La carrera de Carmen Linares me ha acompañado durante toda mi vida en el flamenco. Hubo un concierto en el que me pareció tan dura e inaccesible como el free-jazz, fue en los años ochenta en la plaza del 2 de mayo en las fiestas de Malasaña. Pensé que aquella mujer que cantaba sufría de manera innecesaria, entonces no sabía que el flamenco es un músculo que se alimenta por igual de penas y alegrías. En aquellos momentos uno sólo veía las penas. Tardé unos años en descubrir su personalidad radiante y fue a través de su disco “La mujer en el cante” en el que maneja con soltura diversas maneras de abordar los cantes a través de la historia del flamenco y así salió a escena vestida de morado, como el referente que es para las mujeres flamencas.

Pero además Carmen también es un punto de referencia para la evolución del flamenco, siempre atenta a los cambios y a los talentos. Lleva en el compás a dos mujeres: Ana María González y Rosario Amador. La primera protagonizó la escena de la despedida en el bis cuando la invitaron a desmelenarse y lo primero que hizo fue quitarse los tacones para, ahora sí, soltarse el pelo y las cuerdas vocales, sin micro ni ná. Que el compás de la mujeres es distinto al de los hombres lo había aprendido este cronista en la sala Caracol cuando las chicas se refugiaban en el baño de las damas a salvo de la masculina mirada de los varones y salían con unos estribillos imparables. Así que sí. Las mujeres tienen otro soniquete.

La banda la completan tres músicos esplendidos: Pablo Suárez, piano; Josemi Garzón, contrabajo y Karo Sampela, batería; capaces de sostener un concierto de jazz y que se mueven con precisión en el repertorio de la cantaora que comienza con unos tangos de Granada y con Miguel Hernández “Andaluces de Jaén” aquí vuelvo a repetir que la versión de Paco Ibáñez es insuperable. La banda se parte en dos para ofrecer su versión de flamenco clásico e interpreta unas cantiñas de su disco “la mujer en el cante” y vuelve la banda para reunirse en torno a la cantaora y ofrecer en círculo el mejor cante de la noche. No llega a hacer los juegos vocales de Morente supongo que por que ella lo siente de otra manera. La revelación de la gala llega con el baile de Vanesa Albar, elegante en su primera interpretación al combinar lo flamenco con lo contemporáneo.

La anunciada aparición de Estrella Morente transformó la gala en celebración, en la que si surge la chispa resulta un regalo para todos, artistas y espectadores. El encuentro tuvo algunos relámpagos de inspiración que se disiparon ante la emotividad del momento. Lo dijo Estrella Morente, “no se puede cantar y llorar al mismo tiempo” y por ahí se nos fue el arte.

Lo que ha quedado claro en esta Suma Flamenca es el inmenso legado de Enrique Morente (podía celebrarse otro festival de similar calibre con varios de los artistas ausentes). Ha sido la oportunidad de volver a escuchar a maestros de la literatura flamenca como Ortiz Nuevo, Faustino Núñez, Pedro Calvo (y se nos quedó pendiente Gamboa). La exposición de Paco Manzano. Así que no nos queda otra que entonar con Carmen Linares el “Gracias a la vida” especialmente en momentos como este.

 
 

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