Espectáculo: Cruces. Baile: José Manuel Álvarez. Cante: Pepe de Pura. Guitarra: José Almarcha. Percusión: Lucas Balbo. Lugar: Sala Compañía. XXV Festival de Jerez. Fecha: Lunes 10 de mayo. Aforo: El permitido.
Con mucha expectación entre el público y el apoyo de muchos compañeros en la sala llegaba este lunes al Festival de Jerez el bailaor José Manuel Álvarez con el estreno de Cruces, su primera propuesta en solitario en la cita tras su paso en 2016 con Marco Flores en Entrar al juego y en 2019 con Ana Morales en Sin permiso, donde ya sorprendió por la plasticidad de sus movimientos.
Aquí, arropado por el cante roto y sensible de un pletórico Pepe de Pura (que ya regaló momentos inolvidables en la Bienal y está repitiendo hazaña), el toque minimalista y sugerente de José Almarcha y los singulares y creativos compases de Lucas Balbo a la percusión, el catalán propone un cruce de caminos que revisa las tradicionales estructuras que rigen los códigos jondos. Partiendo de que “una fiesta se hace con tres personas” y de que, vengas de donde vengas, “el flamenco te encuentra”, como anunciaba la voz en off de Susanne Zellinger al inicio recogiendo las palabras de Paco de Lucía.
Sobre este planteamiento intimista, Álvarez construye una propuesta sencilla en la que se reivindica como un bailaor honesto, creativo y natural, capaz de conectar con la emoción en los gestos más sutiles. Además, el artista es un bailaor sereno, que engancha porque sonríe y se le ve disfrutar de cada paso (algo que se agradece), huyendo de la impostada tensión para liberar su cuerpo.
Así, nos gustó especialmente su concepto espacial y aéreo de la farruca, la elegancia de sus brazos en la soleá y sus giros precisos y la sensibilidad y frescura de sus bulerías. Así como algunas interesantes ideas como cuando recogió del micro la voz aún doliente de las emotivas serranas que cantó Pepe de Pura o ‘el paso a dos’ con el cajón de Balbo.
Es verdad que ni la escenografía ni los continuos cambios de posiciones de los intérpretes ni el baile abierto de Álvarez encajó en el reducido y difícil espacio de la Sala Compañía. Igualmente sobró el innecesario fin de fiesta en una obra con cierre redondo y echamos de menos que el bailaor explorara más la belleza de sus acaparadores brazos. En definitiva, esperamos que el bailaor recorra nuevos caminos escénicos y explore las posibilidades teatrales que se le intuyen.