Tributo a Morente «Morente mas Morente» – Teatro Circo Price

Morente mas Morente

Morente mas Morente

Fotos: Rafael Manjavacas & Paco Manzano

Texto: Silvia Cruz Lapeña

Tributo a Morente «Morente mas Morente» – Teatro Circo Price. Estrella Morente, Solea Morente, Kiki Morente, Farruquito, Tomatito, Miguel Poveda, Pepe Habichuela, …

El nudo elocuente

El memorial “Morente más Morente” se inauguró con el tributo que le hicieron los flamencos al cantaor granaíno las noches del 17, 18 y 19 de enero en Madrid. 

El tributo flamenco al maestro Enrique Morente empezó el viernes 17 de enero con el brillo, siempre cegador, de Miguel Poveda, con el maestro Pepe Habichuela acompañado de Josemi Carmona y acompañando a José Mercé, que a su vez, compartió escenario con Tomatito. El baile de Eva Yerbabuena cerró la primera de las galas del emotivo tributo. 

El domingo cantaron los hijos. Sus queridos hijos, Estrella, Soleá y Kiki Morente, acompañados por toda su familia. Propuestas valientes de los jóvenes Popo y Monty  y sobre todo de Soleá Morente, embarcada en su proyecto con Los Evangelistas mostró todo su potencial. Recital de Estrella Morente y la emoción de ver cantar a los tres hijos “todo lo que nos cantaba papá”. Finalmente todos los músicos cierran con ‘Omega’ y contagian de emoción al público que llenan el Circo Price, vueltos hacía la fotografía del maestro Morente. 

El sábado 19, fue noche de vida y de juerga, presentada por El Gran Wyoming y Juan Luis Cano, de Gomaespuma. El cartel era de impacto, a la altura del homenajeado. Dos cosas llamaron la atención: las palabras y los vítores. 

Abrió la noche Dorantes, rasgándole, literalmente, las tripas a su piano, haciendo gala de su timidez y de su extremo talento. “Mejor me callo y hago lo que sé hacer”, dijo el pianista al no encontrar las palabras para describir la importancia del fallecido. Lo mismo le pasó a la mayoría. Pitingo intentó encontrarlas pero se perdió un poquito y tiró de corazón, que siempre funciona y es perdonable en estos casos. Carmen Linares sí las halló, quizás porque conoció muy de cerca al de Granada y porque ella las palabras las tiene al borde de la boca, esa boca honesta y honda con la que cantó “La leyenda del tiempo” a la façon del maestro y que dejó el ambiente electrizado. 

Tomasito ni buscó los términos, le dedicó su actuación a Morente y lo hizo con una gracia sin parangón, rapeando con un aje genial. Bailando pareció mitad Michael Jackson, mitad Bambino, pero es que Tomasito tiene un tumbao increíble, una raíz jonda innegable, visible incluso en sus canciones más desenfadadas y alejadas del flamenco. Él junto a Diego Carrasco, que solo necesitó pisar el escenario para ligarse al respetable, trajeron Jerez de la Frontera al escenario y la pena se hizo guasa. 

Luego llegó Argentina, que fue parca en palabras y enseguida entró a cantar, demostrando que el Teatro Circo Price es demasiado pequeño para voces de esa envergadura. 

La noche la cerró Farruquito, que lució más que nunca figura torera, y no optó por los taconeos interminables para homenajear a Morente, sino por rozar el suelo casi deslizándose, marcando los pasos con extrema precisión. Se le vio ufano y a gusto pero bailó poco, una pieza y el final de fiesta. 

Entre Argentina y el bailaor, apareció Arcángel, que merece capítulo aparte por una actuación brillante, no cegadora. Cantó afinando al milímetro, con el corazón en la garganta, con un aplomo y una seriedad muy apropiadas para el momento. Hay quien en los funerales celebra la vida y otros que entienden el duelo como un llanto de muerte. Arcángel es de los segundos y quizás por eso arrancó una lágrima por cada nota que templó, hizo filigranas con su garganta y él mismo se convirtió en elegía por el maestro perdido. Cantó un fandango alosnero que remató de pie y sin micrófono, mirando la enorme foto de Enrique Morente que presidía el escenario. Fue el mejor sin ninguna duda, el más sentido, el más afinado, el más en su sitio, el más elegante. Todos en el homenaje pusieron el corazón, que no siempre es suficiente, Arcángel además, se dejó la piel y el alma. 

Fue una noche de homenaje y de recuerdo, por eso sería feo redundar en los defectos que algunos presentaron. Pero los aplausos siempre son buenos sustitutos de los vocablos. Aunque el público no siempre tenga razón, hay una sabiduría inconsciente que se encuentra en los matices de cualquier ovación. Curioso es el caso de Pitingo que recibió más aplausos al salir que al irse del escenario. A Carmen Linares le ocurrió lo contrario: la recibieron unas palmas tibias pero se marchó con ovación y gente en pie. Y luego está el caso de Farruquito, que con solo aparecer solivianta al público, que luego bailando demuestra que en su cuerpo danzante caben diez mundos y recibe del espectador un calor desaforado.

Para encontrar las palabras, a veces solo hay que buscarlas. Lo del aplauso es más complicado. Pero si se trataba de encontrar la medida de la emoción, ésa la marcó el gran Wyoming. Él, que siempre tiene el término preciso listo para ser disparado, se conmovió de tal manera recordando a Morente que durante tres segundos se quedó sin hablar: ese nudo en su garganta fue pura elocuencia y mide mejor que cualquier verbo la importancia del enorme artista que se fue hace ya más de tres años. 


Tributo a Morente – Familia Morente – final

 

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