El 21 de julio de 1933, hace setenta años, se murió Manuel Soto Loreto 'Manuel Torre'. Deflamenco ha querido recordar al legendario cantaor con este pequeño homenaje.
La historia del flamenco está poblada de hombres y mujeres míticos. Individuos cuyos retratos borrosos y desteñidos están almacenados en algún apartado polvoriento de las mentes de todos los aficionados serios. Ese Silverio corpulento con el pelo que parece pintado, esa Serneta con el mantón por la cabeza, ese Mellizo con pinta de reverendo del viejo oeste, ese Loco Mateo que parece un joven más bien cuerdo… Pero ningún rostro inspira más desconcierto e insinúa más enigma que el de Manuel Soto Loreto conocido por todos los aficionados como Manuel Torre.
Cuando empezamos a sentir el gusanito de la afición se nos dice que Manuel Torre fue el mejor cantaor de todos los tiempos.
De tal magnitud es la persona de Torre que es difícil saber si conviene buscar su auténtica identidad, mondar las capas de anécdotas e historias, apartarla de sus idiosincrasias, de sus perros, pollos y relojes para descubrir al ser humano. Quizá la naturaleza del flamenco necesite de un personaje enigmático para complementar el carácter de un arte que siempre ha estimulado la vena fantasiosa de los que lo seguimos.
Cuando empezamos a sentir el gusanito de la afición se nos dice que Manuel Torre fue el mejor cantaor de todos los tiempos. Luego nos hablan de Silverio, Chacón, el Mellizo, Pastora, Tomás, Mairena y todos los demás…pero Torre ocupa un lugar fuera del tiempo y del espacio. Las historias de como la gente que lo escuchaba en sus mejores momentos fue reducida al llanto incontrolable, se tiraba por las ventanas, o se arrancaba las ropas y hasta las verrugas, son universalmente conocidas, si no totalmente creídas. También es legendario su carácter bohemio e imprevisible. Cuando se ha hablado de otros cantaores de la misma manera, muchas veces ha sabido a «teatro», pero Torre nos impresiona como auténtico – era auténtico. ¿Al cante de qué otro cantaor se ha aplicado jamás el calificativo de «espeluznante»? Sus actuaciones, tanto en fiestas privadas y reservados, como en teatros y cafés cantantes, se describen siempre como irregulares, y la gente mayor que lo había escuchado en vivo nos asegura que lo que ha quedado registrado en las antiguas placas no es más que la pobre sombra del genio del cantaor.
Jerezano por excelencia, de San Miguel además, pero su personalidad no tenía más patria que «planeta Torre».
Jerezano por excelencia, de San Miguel además, pero su personalidad no tenía más patria que «planeta Torre». Aunque su vida profesional transcurriera en Sevilla, su largo repertorio es uno de los pilares fundamentales de la actual escuela jerezana, y notablemente su versión clásica del taranto, un cante cultural e históricamente ligado a zonas ajenas al bajo Guadalquivir, casi lo ha convertido en autóctono de Jerez. Para muchos, Manuel Torre representa el comienzo mejor definido de la era moderna del cante. Sobrevivió el malogrado 'operismo', seguramente porque su voz y su disposición fueron opuestas a la frivolidad, la comercialidad, el complacer a los señoritos y el quedar bien con un público cuyo gusto solía inclinarse hacia los cantes más superficiales. Su voz de pecho, su grito desgarrador y su rechazo absoluto de toda floritura, inspiraron al joven «Niño de Rafael», Antonio Mairena, cantaor que llegó a tener una profunda influencia en el cante del siglo veinte. Manuel de los Santos, Agujetas el Viejo, fue otro gran depositario de los cantes de Torre, y sus hijos y nietos continúan transmitiéndolos. Pastora y Tomás Pavón también pasaron el cante del jerezano por el tamiz de sus fecundas personalidades, y de los todavía en activo, Antonio Núñez «Chocolate» es otro fiel seguidor, aunque naciera tarde para haberlo conocido personalmente.
El granadino Federico García Lorca quedó prendado del cantaor inspirándose en su genio para dar cuerpo a sus ideas acerca del duende.
Nuestro hombre puso el listón muy alto en el cante por siguiriyas, aunque abordara casi todos los palos del repertorio flamenco. A partir de Torre la siguiriya fue apartándose del resto de los cantes, identificándose como algo fundamental, misterioso, profundamente difícil y casi ritual, un cante para acompañar las horas de madrugada de las reuniones cuando la bebida y el cansancio exigen los «sonidos negros», término hoy en día tan manido y que fue popularizado por Manuel Torre al comentar un día que «todo lo que tiene soníos negros tiene duende», frase que bien podría servir como lema del flamenco fusionado de nuestra era. Fue anárquico en sus interpretaciones, pero siempre fiel a su inspiración interior y personal. El grupo de intelectuales conocido como «la generación del '27» adoptó a Torre como suyo, y en particular el granadino Federico García Lorca quedó prendado del cantaor inspirándose en su genio para dar cuerpo a sus ideas acerca del duende.
«Se te metía el sonío suyo en el oído y ya no lo perdías en tres semanas…»
Era contemporáneo de Don Antonio Chacón, pero a nadie se le ocurriría decir «Don Manuel Torre». Fueron dos divos diametralmente opuestos, cada uno con sus acérrimos seguidores. Chacón fue la exquisitez y la inteligencia expresadas a través de una voz que hoy en día quizás resulte excesivamente dulzona para algunos. Torre en cambio fue el bohemio indomable, imprevisible y caprichoso, instintivo a más no poder, y su prodigioso grito 'pelao' forma parte de la leyenda. El cantaor Pericón de Cádiz cuenta en su biografía que «se te metía el sonío suyo en el oído y ya no lo perdías en tres semanas». Pepe el de la Matrona, también de la época, emplea palabras casi idénticas: «Lo tengo metío en la cabeza y no se me olvida» y Juan Talega decía que Torre «barajaba cuatro o cinco cantes por soleares ¡na más! […] pero los decía de una manera que te volvías loco! Lo oías una vez y no te se quitaba de la cabeza».
…una muerte triste, prematura y misérrima.
Su imprevisibilidad hizo que a menudo despreciara actuaciones bien remuneradas, y debido a su difícil personalidad se escasearon contratos y amigos. Escribe Antonio Mairena que «nunca aprendió a comportarse según las cortesías y composturas sociales». Tuvo una muerte triste, prematura y misérrima. Irónicamente, su entierro fue costeado por la mayor figura de la ópera flamenca, Pepe Marchena que también organizó un homenaje para recaudar fondos para la familia que dejó Manuel Torre cuya fama, merecida o no, como el mejor cantaor de todos los tiempos, sigue intacta siete décadas después de su desaparición.
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