Resumen: Recordando a Javier Molina. Guitarrista Flamenco de Jerez. Brook Zern.
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Brook Zern Hace medio siglo falleció el tocaor jerezano Javier Molina Cundi (1868-1956). Fue el genio que casi en solitario creó el fabuloso y absolutamente distintivo estilo de toque que todavía identifica a Jerez en el mundo de la guitarra flamenca. Y este aniversario no pasó desapercibido. En la Universidad de Cádiz una conferencia destacó la efeméride con una mesa redonda que incluía a los grandes maestros Manuel Morao y Manolo Sanlúcar, además de José Luis Balao, antiguo alumno de Javier Molina que actualmente imparte clases de guitarra en Jerez. La figura imponente de Javier sigue teniendo una presencia casi palpable en Jerez. No obstante, hay algo enigmático acerca de este tremendo legado.
Por ejemplo ¿por qué motivo le cuesta tanto a un foráneo identificar precisamente lo que Javier creó, y de qué manera cambió el sonido y la personalidad de la guitarra flamenca? ¿Y por qué sólo nos quedan cuatro breves grabaciones como muestra de su arte singular? Cuatro cortes. Menos de doce minutos. Incluso Manolo de Huelva, otro genio irrepetible, dejó más, pero Manolo de Huelva estaba obsesionado con mantener el secreto de su toque y se empeñó, con gran éxito, en privar a la posteridad de su arte. Los cuatro cortes de Javier – dos siguiriyas, dos soleares – acompañando a Manuel Torre, considerado por muchos el cantaor flamenco más grande de todos los tiempos. Fueron grabados en 1931 cuando Javier tenía 63 años. Y luego, nada. Por lo tanto, parece casi irónico que su vida haya quedado tan perfectamente documentada. De hecho, posiblemente fue el primer guitarrista de flamenco que escribió su autobiografía. “Javier Molina: Jerezano y Tocaor – Memorias Autógrafas de su Vida Artística”, con prólogo y apuntes de Augusto Butler, ilumina gran parte de la historia del flamenco antes del retiro de Javier en 1941. (Afortunada, o desafortunadamente, viviría quince años adicionales, viéndose obligado a impartir clases de guitarra para sobrevivir. Después de su muerte, su estilo de toque fue enseñado por discípulos suyos, más notablemente, Rafael del Águila, el profesor de Paco Cepero, Parrilla de Jerez y el joven Moraíto entre otros).
Javier escribe que comenzó a tocar profesionalmente con ocho años (las pocas clases que tuvo, fueron, con toda probabilidad, de Paco el Barbero que aprendió del legendario Maestro Patiño), y aún era muy joven cuando fue a trabajar en los primeros cafés cantantes acompañando a cantaores como Juan Breva, El Marrurro, Enrique Ortega, El Canario y otras figuras destacadas de la época. Pronto entabló amistad con un joven zapatero llamado Antonio Chacón, cantaor que sentía una gran admiración por Manuel Torre, a la vez que representaba su mayor competencia. Javier y Chacón se convirtieron en una de las parejas artísticas más grandes de la historia del flamenco, trabajando principalmente en Sevilla donde se quedaría Javier durante décadas, acompañando a todos los gigantes de aquella época, incluyendo a la Niña de los Peines y un joven Manolo Caracol. En su magnífico libro “Vidas y leyendas del flamenco” Don Pohren habla de Molina haciendo referencia al “sinfín de creaciones de su mente fértil”. Destaca que Ramón Montoya, considerado a menudo el principal progenitor de la guitarra flamenca, fue el rival principal a la vez que admirador devoto de Javier Molina, que ejerció una influencia poderosa en el desarrollo de Ramón. Pohren también afirma que Javier fue “menos teatral y mucho más genuinamente flamenco que Ramón”. (Hay que tener en cuenta que Montoya dejó incontables horas de grabaciones, mientras que Javier apenas quedó registrado). El acompañamiento de Javier es soberbio, como se puede comprobar en lo poco que dejó grabado con Torre. Es interesante que también tocó seriamente como solista. Pero en solitario no hizo gala de su faceta más flamenca o rústica. En una nota al pie de Augusto Butler se delata cierta irritación de éste cuando dice que Javier “sentía verdadera debilidad por sus ‘solos’ de guitarra. Tenía su predilección. Tan pronto atisbaba ocasión propicia, e incluso aunque ello no sucediera, yo lo teníamos interpretando — de manera magnífica, es cierto — sus arreglos de óperas y zarzuelas de boga en su mocedad. Si hubiese dedicado sus preferencias solistas a los antiguos toques flamencos que el tuvo que escuchar cien veces a Patiño, Arcas, Lucena y ‘Habichuela’ [Juan Gandulla ‘Habichuela’], por nombrar unos pocos de los mas famosos tocaores que le habían antecedido inmediatamente, habría sido cosa muy razonable; pero el dedicar su tiempo y su capacidad creadora a tales ingenuas naderías…» [sic]
Un acertado esbozo de Javier se encuentra en el libro monumental de Juan de la Plata, “Flamencos de Jerez” (1961) donde dice que Javier Molina y Paco de Lucena fueron los primeros guitarristas de flamenco en usar todos los dedos de la mano derecha en lugar de sólo el pulgar. (Pudo parecer cierto en su día, pero la afirmación es algo exagerada). Añade que «Ramón Montoya, que también fue un catedrático de los toques flamencos, único que compararse pudo con Molina, solía manifestar que al lado del jerezano fue donde se había formado como tal tocaor». En 1954 Juan de la Plata organizó un homenaje para Javier Molina que entonces contaba con 86 años.
La descripcion más antigua de Javier y su trabajo se encuentra en el clásico libro “Arte y artistas flamencos” de Fernando el de Triana que dice que la maestría de Molina fue de tal magnitud, que lo llamaron “El brujo de la guitarra”, y que fue “el guitarrista que más cuidado tiene en conservar los acompañamientos de los más difíciles cantes antiguos”. En “Niño Ricardo: Rostro de un maestro”, Humberto J. Wilkes escribe acerca de Javier y su influencia sobre Ricardo: “Como acompañante fue una revelación. Poseía un extenso conocimiento del cante flamenco y fueron muchos los grandes de aquella época que pasaron por su guitarra. Tocaba Molina con una técnica muy bonita y fluida, con un sonido muy personal. Tenía buen sentido y gusto para escoger las falsetas cuando acompañaba. Fue el primer guitarrista con quien tropezó el Niño Ricardo y aprendió mucho de él tocando juntos en Novedades. Ricardo sentía mucha admiración y respeto por Molina, hasta tal punto que pensó grabar un disco que debería titularse ‘Tres épocas de la guitarra flamenca’ y su intención era que intervinieran Javier Molina, Manolo de Huelva y él. El proyecto no quedó mas que en idea, porque Manolo de Huelva no quiso colaborar y Javier Molina estaba demasiado enfermo para poder participar en esa bonita tarea. ¡Qué lástima! No obstante Niño Ricardo llevó siempre en su memoria la época de Javier Molina y se inspiró en muchas de sus falsetas”. En la mesa redonda en Jerez acerca de Javier, Manolo Sanlúcar habló con gran reverencia acerca del jerezano como uno de sus primeros y más influyentes maestros. Pero pareció obvio que el enlace imprescindible al toque de Javier fue, y sigue siendo, Manuel Morao, que estudió con él y se empapó de su influencia a tal extremo que sería difícil separar la respectiva contribución de uno y otro. También parece que Sanlúcar y otros creen que el sonido más identificatorio de la bulería de Jerez con su inconfundible poder y pulso, debe más al genio de Manuel Morao que a Javier. (No es de extrañar, teniendo en cuenta que la bulería no terminó de plasmarse hasta la madurez de Javier).
Como otros aficionados a la guitarra flamenca, todavía espero aprender más acerca del sonido de Javier y la expresión de su influencia hoy en día, e identificar y recoger más muestras de su música. Hace una década en Nueva York, Manuel Parrilla “Parrilla de Jerez” me enseñó contribuciones puntuales y esenciales de Javier, incluyendo algunas falsetas estupendas que no había oído anteriormente, además de otras que había considerado originales de Niño Ricardo o, especialmente por alegrías, de Sabicas. (Algunas de éstas últimas se escuchan en el CD de Parrilla de 1999 “Nostalgia” bajo el título “Recordando a Javier”). El año pasado en Nueva York, Moraíto, el gran exponente actual de la tradición jerezana, tocó algunas joyas de Javier Molina que se escuchan en la grabación con Torre, para acompañar las extraordinarias siguiriyas de su paisano José Mercé.
La conclusión de la sección dedicada a Javier Molina en el libro de Juan de la Plata ofreció la mayor esperanza de conocer el arte de este hombre llamado Javier Molina: «El toque colosal y portentoso, lleno de sutiles gamas flamencas, de Javier Molina, ha quedado grabado para la posteridad en el Instituto de Musicología de Barcelona».
Recientemente en Jerez tuve oportunidad de preguntar a Juan de la Plata por este excelente libro (“una indiscreción de juventud” lo llamó con una sonrisa), y aquellas grabaciones antiguas. Dijo que podrían estar todavía en el Instituto de Barcelona, aunque puede haber cambiado de nombre. Comenté que esperaba que alguien tratara de encontrar este tesoro – una esperanza que he repetido en una conferencia en la universidad. No hubo voluntarios. (¿Algún aficionado barcelonés que esté leyendo esto?) Actualmente existe una placa conmemorativa en la casa donde Javier Molina vivió y dio clases. Lleva colocada desde 1959. Pero lo que es más importante, sigue viva la escuela jerezana de la guitarra. Y es el mayor homenaje a Javier Molina. Si a otros reductos de la guitarra flamenca les ha faltado tiempo para acoger los profundos cambios del sorprendente Paco de Lucía – en concreto, una rica paleta de nuevas armonías derivadas del jazz, centros tonales, escalas e intervalos movibles – el toque de guitarra que más probablemente escucharás en Jerez actualmente sigue siendo directo, dinámico, poco adornado y reconocible al instante, aludiendo tanto a su ilustre pasado como su prometedor futuro.
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