Ramón Soler
El domingo 24 de enero falleció en Tours el investigador de flamenco Pierre Lefranc, que nació el 30 de noviembre de 1927 en Aulnay-sous-Bois, localidad cercana a París.
Pierre y su esposa Yane tuvieron los primeros contactos con el flamenco en 1955 cuando la casa francesa Ducretet Thomson acababa de sacar a la venta los tres discos que componían la Anthologie du Cante Flamenco dirigida por el tocaor Perico el del Lunar y que en España editó Hispavox. Pronto el matrimonio Lefranc inició una amistad con el cantaor Rafael Romero (el iliturgitano les dedicó una alboreá en un disco grabado en Francia en 1959 y en cuya contraportada escribía Pierre Lefranc), Juan Varea y el guitarrista jerezano.
Pierre era catedrático de Lengua y Literatura inglesas y trabajó en universidades de Canadá, Francia y Marruecos. A mediados de los cincuenta acude con asiduidad al local parisino El Catalán, frecuentado por una incipiente afición francesa que ya estaba familiarizada con sonidos “distintos” como los del jazz manouche de Django Reinhardt, el gran guitarrista gitano. Asimismo los Lefranc visitan en varias ocasiones Madrid donde suelen ver a Perico el del Lunar y a los dos cantaores citados además de otros que trabajaban en el tablao Zambra. Poco a poco Pierre va adquiriendo una sólida formación en lo que al cante se refiere.
En uno de sus viajes a Marruecos recalan en La Línea de la Concepción donde encuentran de manera casual a Anzonini, el genial festero del Puerto de Santa María, y al linense Bartolomé Agapito Heredia Heredia, que les abre las puertas de su hogar. El interés por conocer el flamenco en sus sitios de origen es captado rápidamente por el portuense que lleva a los Lefranc a hogares gitanos de la Baja Andalucía donde se mantenía el cante como una parte del paisaje cotidiano. Acceden por tanto a unas formas cantaoras y a unos repertorios que eran de difícil acceso para cualquiera y aún más para unos extranjeros. Entre 1961 y 1964 visitan La Línea, Chiclana, Cádiz, Jerez, Rota, Utrera, Alcalá de Guadaira y Dos Hermanas, donde graban en la intimidad del hogar, y casi siempre sin guitarra, las voces aún inéditas por aquella época de Tío Borrico, Paulera de Jerez, Agujetas el Viejo y su hijo Juan el Gordo, Manolito de María, Perrate de Utrera, Santiago Donday, el Negro del Puerto, Orillo del Puerto y unos jovencísimos Rancapino y Pansequito. Algunos como Juan Talega, Chato de la Isla y la Perla de Cádiz ya habían dejado algo registrado en disco en esa época. Pero hubo además otros cantaores de los cuales conocemos sus cantes solo por lo que los Lefranc grabaron en sus cintas magnetofónicas, tales como las chiclaneras Rafaela de Tarugo –suegra de Rancapino– y María Valencia, María la Sabina –madre de Donday–, Paulera Viejo, Antonio Jarrito y Juan Barcelona. Algunas de estas voces aparecerán a primeros de los setenta en la serie de TVE Rito y Geografía del Cante. En la época en que los Lefranc viajan por la Baja Andalucía Caballero Bonald comenzó un trabajo similar para la casa comercial Vergara, que en 1968 publicará su imprescindible Archivo del Cante Flamenco. Muchas de las grabaciones efectuadas por los Lefranc las sacamos a la luz Luis Soler y yo en los Testimonios flamencos (CDs que acompañaban la Historia del Flamenco, de Tartessos) con el permiso del matrimonio y de los artistas implicados o, en su defecto, de sus familiares.
Estos “años gitanos”, como los llamaban los Lefranc, marcarán de manera indeleble a la pareja. Fueron el fundamento vital de las posteriores investigaciones que Pierre acometió con gran rigor, entre las que destaca sin duda su libro El Cante Jondo, del territorio a los repertorios: tonás, siguiriyas, soleares, con prólogo de Caballero Bonald, editado en España en 2000 por la Universidad de Sevilla y patrocinado por la International Yehudi Menuhin Foundation (dos años antes salió en lengua francesa). Fue la escritura de este libro lo que dio pie a la amistad que he mantenido con Pierre y Yane durante casi 25 años. En 1992 Luis Soler y yo publicamos Antonio Mairena en el mundo de la siguiriya y la soleá, que llegó a manos de Lefranc. Pronto contactó con nosotros pues desde su jubilación en 1987 se propuso la tarea de describir los distintos estilos de soleares, siguiriyas y tonás, cosa de la que en parte se ocupaba el libro nuestro. Fueron muchas las cartas que nos escribimos con él tanto Luis como yo y en las que tratábamos principalmente de la génesis del cante, de las distintas variantes de siguiriyas y soleares y de aspectos socioculturales. Sobre esto indicará en su libro, refiriéndose al de Luis y mío: “Sin alguna duda, su trabajo me permitió ganar un año ya que me aportó bastantes soluciones, y al mismo tiempo me proporcionó por otra parte una ración suplementaria de problemas, también para un año más”. Pierre solía enviarme sus escritos de flamenco –que pueden encontrarse en la revista Candil y en páginas web como Triste y Azul, Jondoweb, Ático Izquierda¬, y otras– para que los corrigiera. Escribía un español estupendo que para sí quisieran muchos aunque salpicado a veces con algunos italianismos. Esto era motivado porque los Lefranc solían veranear en Sicilia, donde tenían amarrado un yate del que por desgracia se desprendieron al poco de conocerlos pues Pierre me dijo que me hubiera invitado. En un viaje que hice con mi mujer por el sur de Italia pasamos un par de días con ellos en Niza y nos recomendó sitios estupendos de la isla. Su manera de describir Palermo como “una putrefacción fascinante” no podía ser más ajustada.
Visité en dos ocasiones su casa de Niza, la primera en 1999 y la segunda en 2004, y ellos la mía en 2001 y al año siguiente, lo que estrechó una amistad que hasta entonces se había limitado al plano epistolar. La visita de 2001 fue debida a que Pierre acudió junto con Yane al Congreso de Flamenco de Algeciras, donde presentó su libro. También coincidí con él en la Universidad de Harvard en 2004, en unas jornadas que Elvira Roca, mi mujer, organizó sobre Andalucía. Ella revisó la traducción al español de su libro, que tradujo Nelly Clémessy, buena amiga de los Lefranc. Pudo Pierre en aquella ocasión mantener fructíferas conversaciones con el profesor Márquez Villanueva, el gran hispanista.
Fundamental en la vida de Pierre ha sido Yane, nacida en la ciudad de La Golete cuando Túnez era todavía un protectorado francés. Compartía con su paisana Claudia Cardinale belleza –de joven fue modelo– y simpatía y acompañó a Pierre en su viaje al centro de lo jondo de una manera digna de encomio. En las últimas semanas y sabiendo del delicado estado de salud de Pierre he hablado con ella varias veces y fue ella misma quien me avisó del fatal desenlace a las dos horas del óbito. Me pidió que eligiera un cante para el funeral de Pierre pues así era el deseo de él. Elegí unas sobrecogedoras siguiriyas que les cantó Santiago Donday en 1961, unos martinetes que le grabaron a Juan Talega en su casa de Dos Hermanas en 1964 y la citada alboreá de Rafael Romero.
Pierre era una persona afable, inteligente y un gran conversador. A veces se mostraba testarudo en sus posiciones pero aliviaba la cosa con un fino sentido del humor que acompañaba con grandes risotadas. Siempre recodaré la perplejidad casi infantil con que acogía una información o una idea nueva diciendo “¡Ah, sí!”, lo que significaba que le interesaba sobremanera. Era sobre todo un hombre con una curiosidad infinita, que tuvo también la tremenda suerte de dar con una compañera en quien la belleza nunca estorbó la inteligencia. Con fascinación escuchábamos en su casa sus investigaciones sobre sir Francis Drake y aquel baúl de pirata que se había perdido para siempre tras ser encarcelado en la Torre de Londres. Tras minuciosas investigaciones Lefranc llegó al convencimiento de que Drake había ocultado aquel baúl en un castillo de Escocia, pero no fue autorizado a derribar unos muros del castillo que necesitaba para llegar al misterioso tesoro.
El flamenco pierde a un fino investigador de vasta cultura humanística, que ha vivido el flamenco desde dentro en una época en la que en muchos pueblos de Andalucía el cante era algo natural. Los que le hemos conocido lamentamos profundamente la desaparición del amigo.
- Siguiriya grabada por los Lefranc a Santiago Donday. (Cádiz, 1961)
- Fragmento de martinete grabado por los Lefranc a Juan Talega. (Dos Hermanas, 1961)
- Alboreá de Rafael Romero y Perico el del Lunar
1. Pierre Lefranc y Rafael Romero en París. (Archivo Lefranc, 1959)
2. Yane Lefranc y Rafael Romero en París. (Archivo Lefranc, 1959)
3. En el centro Anzonini del Puerto junto a su hija María Luisa y su esposa María Reyes Suárez, en su casa del Puerto de Santa María. Junto a Pierre Lefranc está Agapito Heredia. (Archivo Lefranc, 1961)
4. Yane Lefranc junto a los anteriores. (Archivo Lefranc, 1961)
5. Pierre Lefranc entre la Perla de Cádiz y su esposo Curro la Gamba en la venta que tenían en Cádiz. (Archivo Lefranc, 1961)
6. Pierre y Yane en Niza. (Fotografía de Ramón Soler, 1999)
7. Los Lefranc junto a Luis y Ramón Soler en Málaga. (Fotografía de Ramón Soler, 2000)
8. Lefranc presentando su libro en el Congreso de Algeciras, junto a Manuel López Rodríguez y Pablo Franco. (Archivo Lefranc, 2001)
9. Los Lefranc junto a Elvira Roca en Árchez, Málaga. (Fotografía de Ramón Soler, 2002)
10. Pierre y Elvira Roca, en la Universidad de Harvard. (Fotografía de Ramón Soler, 2004)
11. De derecha a izquierda el novelista Antonio Soler, Lefranc, Elvira Roca, el profesor Márquez Villanueva, el tocaor Antonio Moya y el cantaor Tomás de Perrate, ramón Soler, Luis Girón y, con sombrero, Juan Casillas, entre otros, en Harvard. (Fotografía de Ramón Soler, 2004)
12. Fiesta posterior con Tomás cantando, el tocaor americano Juanito Pascual y Pierre a las palmas. (Fotografía de Ramón Soler, 2004)
13. Pierre fotografiado por Paco Sánchez en Nimes, 2009.
14. Libro de Pierre Lefranc, editado en 2000.