El 3 de abril Movistar estrena el documental “Revelando a Mario” en torno a la figura de Mario Pacheco productor y creador del sello Nuevos Medios.
José Manuel Gómez Gufi
El documental arranca con una cantante (María José Llergo) que no conoció a Mario Pacheco pero que ha recibido con nitidez su legado, un compromiso con la libertad artística y que canta “lo bueno y lo malo” de Ray Heredia. En los títulos de crédito vuelve a sonar esa canción en la versión de Vetusta Morla, quizá tiene razón Raúl Rodríguez cuando dice que “el verdadero revolucionario es aquel que consigue que las cosas ocurran aunque ya no te pille vivo”. El documental es modélico en lo que cuenta (este país es cruel con los héroes de nuestra cultura) y es fabuloso en la dinámica de una partitura que hace justicia en la estética del protagonista y su sello.
Mario Pacheco era un fotógrafo muy especial, en la sesión que hace para “La Leyenda del tiempo” de Camarón, ni uno solo de sus protagonistas mira a la cámara. Aparece Joe Boyd productor/ descubridor de un montón de luminarias de la historia del rock (Fairport Convention, Pink Floyd, REM, Nick Drake, etc) que recuerda asombrado su primer encuentro con Pacheco en Marrakech. Mario había retratado a Jimi Hendrix en la Isla de Wight y comenzó a trabajar en la industria en el sello Edigsa de Barcelona, donde cuentan que tenía una caja con maquetas de grupos madrileños de la nueva ola. Era un sello ligado a los cantautores que gracias a él se estaba abriendo al jazz (ECM), a la rumba (Gato Pérez) y al rock (Joy Division). Allí conocí a Pacheco cuando el que escribe se acreditaba como periodista con un carnet de una revista que nunca llegó a existir. Mario quería grabar flamenco y montó su sello en Madrid y Joan Miró le pintó el logotipo: Nuevos Medios.
El sello parecía más moderno que los grupos que editaba: New Order, Golpes Bajos, The Smiths, La Mode… y apostó por el flamenco. Mario hablaba muy claro: “Ahí nos topamos con los viejos medios de comunicación, pero no viejos como es el flamenco, sino unos medios con muchos más complejos. La televisión y las radios nacionales sufren un complejo de inferioridad tremendo”. El documental engarza prodigiosamente las opiniones y descubrimientos de Mario con las de los protagonistas. “En nuestro afán por parecernos a lo que venía de fuera nos olvidamos de dónde veníamos nosotros -tercia el veterano periodista musical Diego Manrique-, eso le indignaba”.
Aparecen los flamencos y la visión de Mario es que graben como son, lo que sienten, sin maquillar ni buscar una opción presuntamente comercial. “El productor de mi vida” que canta Martirio sentada en la misma mesa del café Gijón donde conoció a Mario Pacheco. Al fin y al cabo, Mario había debutado como productor con Pau Riba grabando un disco en 1971 en Formentera en una casa sin luz. Así era Mario (y su compañera Cucha Salazar) capaces de sacar lo mejor de cada movimiento en circunstancias desfavorables. Ni le dieron la medalla de las bellas artes ni le pusieron un calle en Madrid.
UN PEQUEÑO PASO PARA UN HOMBRE
Hay un momento en el documental en que Mario (por una vez) se reivindica a sí mismo: “Inventamos la World Music sin salir de casa”. Es verdad, en 1988 los discos de Ketama y Pata Negra llegan a las tiendas inglesas y los británicos sienten que no pueden mandarlos a la estantería de música étnica. Aquellos discos eran tan urbanos y tan conceptuales como los de cualquiera de los suyos, así se inaugura la sección de los jóvenes flamencos entre la música cubana o africana. Además está el envoltorio. Mario creía en la belleza. Los discos de Golpes Bajos y Ketama llevan portadas de Cessepe. El disco de los Smiths aparece con las letras traducidas por Jaime Gil De Biedma, el de Bola de Nieve prologado por Camilo José Cela. Así que podemos comparar a Mario Pacheco con el primer hombre que pisó la luna, el primero que vio la Tierra en perspectiva, con los pies en el suelo. Ni blanca ni negra, ni paya ni gitana; la tierra es redonda. Punto.
“Apareció Ketama, era el retrato robot de lo que nosotros queríamos” dice Mario que acababa de hacer el disco de Pepe Habichuela y es el guitarrista el que le muestra el grupo de su sobrino; antes de eso los de Ariola le habían dado calabazas a Ketama a través de un mensajero de lujo: Paco de Lucía. Mario quería poner al flamenco en el mismo lugar en el que estaban el pop y el rock. El talento por encima del negocio, porque si no buscas a Jimi Hendrix, no merece la pena.
La efervescencia que vive hoy el flamenco le debe mucho a Mario Pacheco. Varias generaciones de artistas, músicos, periodistas y oyentes estamos en deuda con su visión.
LA FOTO DE PEPE HABICHUELA Y DON CHERRY
Cómo me gusta esa foto. Le dije un día. Pepe Habichuela y Don Cherry se miran una tarde de 1983 en La Riviera para la cámara de Mario. Dos mundos frente a frente. El flamenco de Pepe con su guitarra y el jazz libre de Cherry. Durante años esa imagen me ha acompañado mientras persigues utopías y quimeras. Era una de las fotos que estaban ahí pinchadas en el corcho de la oficina y que, de vez en cuando, recuerdo deformada porque estaba allí cuando se hizo. Don Cherry llevaba una trompeta de bolsillo y un instrumento africano llamado “douzen nguni” que portaba junto al clavijero un trozo de lata de coca cola que le hizo mucha gracia a Luis Delgado.
-Tocamos juntos en Barcelona en la sala Zeleste, me dice Pepe Habichuela.
La música de Don Cherry nunca ha sido fácil de escuchar aunque el disco que venía a presentar (El corazón) junto a Ed Blackwell era el más melódico de su carrera. El día que le dije a Mario Pacheco que aquella foto me hacía soñar, le quitó las chinchetas y me la regaló. De vez en cuando la encuentro y me parece que los protagonistas se han vuelto a mover.
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