Texto & fotos: Tamara Marbán Gil
Si la calle Porvenir honra su nombre, podría decirse que no es casualidad que bullan en ella, al menos durante estos días del Festival de Jerez, planes alternativos más que apetecibles. Se mantiene -y ya vamos por el año número nueve- el más aclamado, el Jerez Off Festival de La Guarida del Ángel que, a fuerza de estar, de Off no le queda sino el nombre, convertido ya en un auténtico referente y puntal de la programación por estas fechas. Que no todo va a ser Villamarta. Buena fe de ello dan las largas colas que se forman casi cada noche. Igual es que una ya no espera sentaíta en la escalera al porvenir ése sino que se levanta y va a buscarlo. O no, depende del día, que las cosas no han cambiado tanto.
Lo que sí parece transformarse es la oferta local ante la avalancha de visitantes -y también de conciudadanos- con avidez de patrimonio autóctono: si a lo largo del año resulta en ocasiones difícil encontrar santuarios habituales del arte que nos une, en febrero no hay forma humana de estar de cuerpo presente en todo el panorama flamenco. Ni desdoblándote, quilla.
En esas estábamos cuando ha aparecido este año, en Porvenir, El Patio de Anita (y, también en la misma calle, una próxima peña flamenca feminista y LGTBI, de la que iremos dando detalles). Esta casa-palacio del siglo XVIII tal y como reza en la publicidad, abre su patio como apéndice, si me apuran, de La Guarida: un Off del Off, con un plantel de recitales de agárrate y no te menees, pensado para diferenciarse de lo que ya existía; si aquél es amplio, con microfonía y bullicio y, a veces, desmadre, éste podría asemejarse a un patio de vecinos típico jerezano, pero con bastante parné palaciego y para unas 30 personas. En familia, vaya.
La familiaridad del sitio resulta evidente, además, cuando vemos a la artillería del compás, detrás del artista correspondiente, apoyada en los arcos del patio asintiendo cada embestida cantaora, acaso como antaño procedía la vecindad, compartiendo espacios y saberes, cantándose y contándose los vaivenes de la vida. Recogido y austero, luminoso y acogedor, el escenario propicio para lo que se propone: saborear en las distancias cortas el rito que nos ocupa, el flamenco, con sus variantes y sus derivas.
Efectivamente, el eco que rebota en los arcos y columnas de este patio de otro siglo devuelve con nitidez lo que suelen burocratizar los micrófonos. Eso o es la voz de Antonio Malena, que lo llena todo. De ascendencia lebrijana, Malena dice que le dedica unas letras a quien se las robó: “se las cogí a mi hermano Manuel, que es mayor que yo”. “Poquito, poquito mayor”, se defiende el susodicho desde la última fila. Pataíta de toda la familia Malena y volvemos a La Guarida, donde este año se dedica la agenda flamenca al queridísimo cantaor del barrio de Santiago Fernando de la Morena, fallecido en 2019. Su amiga Ana Palma, fotógrafa de deflamenco.com, ha recopilado instantáneas que encumbran su personalidad y muestran los detalles que lo hacían tan distinto y que recorren las paredes del epicentro del Off mirándonos a todas como si siguiera aquí.
Y allí, observándolo todo, no podría no estremecerse con los melismas toledanos de Israel Fernández acompañado por Diego del Morao, inalcanzable por velocidad y tino (¡qué propicio todo!), que llenaron el local. Tampoco hubiera podido permanecer inmune el tío Fernando a los requiebros de una Gema Moneo poderosísima que avanza y se rebusca en su propia senda bailaora y que nos tiró los palos del sombrajo a los presentes sin ningún tipo de remordimiento. Ni falta que hacía, porque queda demasiado Off por delante como para andarse con remilgos.