El fotógrafo presenta en Traun las tomas que le hizo a Eduardo Guerrero durante la gira de ‘Faro’, sigue con proyectos de corte social y en septiembre abre el Museo de los Festivales Flamencos en su pueblo, La Puebla de Cazalla.
Silvia Cruz Lapeña
Fidel Meneses llegó a la fotografía de rebote, con 26 años y a causa de un desamor. La decisión la tomó en Ibiza, donde trabajaba en el sector de la hostelería, y de donde se marchó para estudiar fotografía. De eso hace un par de décadas y desde entonces, dispara sin parar y casi siempre, con ánimo documental: “Siempre me ha interesado el periodismo, la fotografía y su función social”, contesta en la localidad austríaca de Traun antes de abrir las puertas del Spinnerei, sala donde expone las tomas que le hizo al bailaor Eduardo Guerrero durante la gira del espectáculo Faro.
El fotógrafo de La Puebla de Cazalla muestra su obra en la primera edición del Festival Flamenco Kultur Park Traun en una ciudad pegada a Linz. “Lo que yo busco con este tipo de foto es ser feliz”, dice sobre el motivo que lo empuja a captar a los flamencos. “No busco la típica foto de escenario porque no me interesa, siempre es la misma foto, sólo cambia el que la hace. Yo elijo los encuadres para mostrar mi punto de vista y divertirme, no para que luzca el artista”.
Lo que dice se corresponde con lo que indica su dedo: una toma de Guerrero donde se ve su cabeza, casi sin cuello y con mucho aire por arriba; otra donde el protagonismo es para la cantaora Anabel Rivera; una testa girada hasta lo imposible o la captura de una expresión que quizás no sea la más bella del bailaor gaditano pero sí la que capta toda su fuerza. Eso que hace Fidel es lo contrario de lo que hacen muchos de sus compañeros cuando optan por sacar a los artistas en la pose que todo el mundo espera que esté un flamenco. “A mí eso me aburre”, dice él tranquilo y convencido.
Retratar a la familia
“Edu lo pone muy fácil porque es un portento estético y es muy expresivo”, dice sobre el sujeto de estudio que presenta en Traun y cuyo resultado ya exhibió antes en el Festival Tanzhaus de Düsseldorf. ¿Y quién se lo ha puesto difícil? “Mi tío”, dice con media sonrisa refiriéndose al cantaor , ya fallecido, José Menese. “Con él no podía ser impermeable a las emociones y además, yo es que me emociono en cuanto cojo la cámara”, dice y demuestra su coherencia al humedecérsele los ojos. “Yo procuraba ser igual de fiel con mis fotos que con los demás artistas, pero me tocaba la sangre y los vellos se me ponían de punta…”
Fidel no niega que tenían diferencias y que su pariente era un hombre difícil, pero él tiene otro talante. Tanto es así, que el también fotógrafo Pepe Lamarca le dijo una vez que él no parecía un Meneses. “Alguna vez discutí con mi tío, claro, pero no por las fotos. Es que… ¿con quién no discutía mi tío?”, dice riendo de nuevo y volviendo al presente.
Fotografía social
En Traun, Fidel muestra el modo en que retrata el flamenco, muy distinto a la manera a la que se enfrenta a trabajos de corte social como “Soy luz”. En ese proyecto, se encaramó por primera vez al retrato y lo hizo con un tema delicado: el de ponerle cara a mujeres que han pasado por situaciones complicadas y han salido adelante. “Es emocionante ver cómo muchas se venían arriba viéndose retratadas y expuestas, como si les diera fuerza”, cuenta el ganador del Premio Candil 2017 sobre un proyecto que ha recorrido ya varias ciudades andaluzas y que le hace emocionarse de nuevo.
Meneses también ha rodado documentales y siempre lo ha hecho pegado a su tierra. Primero fue La fuente de lo jondo, dedicado al poeta y pintor morisco Francisco Moreno Galván. Luego llegó el de su tío, José Menese, la sangre valiente y aunque en su cabeza aún vive la idea de hacer uno sobre Pepe Marchena, no se dan las condiciones. “Yo me tiro al toro siempre, pero no hay apoyo institucional de ningún tipo. Y, ¿sabes una cosa? Mi tío intentó quitarme la idea de hacer ese documental”, cuenta anunciando una anécdota. “Me desanimaba porque no le gustaba Marchena y también con él tuvo sus más y sus menos. Porque mi tío tenía carácter, pero Marchena también”, dice riendo.
En septiembre, un museo
Lo que sí tiene apoyo y va a ver la luz después de muchos años de trabajo es el Museo de los Festivales Flamencos. “Se estrena este año en la Bienal de Sevilla y coincide con el 50 aniversario del Festival de la Puebla de Cazalla”, dice orgulloso de un proyecto al que le ha puesto disparos, corazón y carne.
Meneses no es un fotógrafo que haya mostrado mucho su obra, pero desde el año pasado no para y eso lo lleva a pensar que quizás se anime a mostrar parte del archivo, rico y variado, que ha acumulado. “Mi primera exposición fue una de calle en La Puebla de Cazalla y la titulé ‘Exhibicionistas’”, cuenta un hombre que bien podría llamarse “fotógrafo de proximidad” porque ha retratado el arte que vivió en su casa, a las gentes de su tierra y a su familia, pero también lo ha hecho acercándose al máximo, invadiendo con tacto, tocando el tuétano.
Es tímido y se nota que está más cómodo disparando que dando explicaciones. Cuando se abre la sala Spinnerei de Traun para que muestre a los visitantes cómo ve él a Eduardo Guerrero, se aleja para poner bien una imagen que está mal colocada y parece que se esté escondiendo. Pero ya no puede hacerlo. Tras dos décadas de trabajo concienzudo, podrá seguir observando, sí, pero también debe asumir que le ha llegado la hora de ser observado.