Uno sólo puede hablar de lo que entiende y conoce. Claro
está que de los tiempos de la Serneta no tenemos documentos
sonoros que acrediten las formas de sus cantes con que poder ilustrar
nuestra realidad; pero sí, sí tenemos datos de aquellos
niños que florecieron en las primeras décadas del
siglo veinte y que, a mi personal forma de entender, supieron hacer
justicia con creces a aquello que de forma artesana, oral y espiritualmente
les habían transmitido sus mayores.
«Construían poco a poco
el templo a
la belleza que el arte les demandaba.»
Estos niños se convirtieron en jóvenes en edad de
trabajar en una España de guerra y posguerra a la que se
tuvieron que adaptar, haciendo lo mejor que sabían y de la
mejor forma que podían, «uséase» cantar
por cuatro perras en las fiestas de los «señoritos»,
malviviendo y a medio comer, pero aprovechando la oportunidad de
cantar en público que les ofrecía la coyuntura, para
ir construyendo poco a poco el templo a la belleza que el arte les
demandaba. Así se formaron Fernanda, Bernarda, Perrate, Perrata,
Manuel de Angustias, Enrique Montoya, Curro de Utrera, Gaspar, Bambino,
Pepa de Benito y muchos más que con menos nombre pero no
con menos importancia configuran lo que hoy entendemos como la historia
actual o época ilustrada del cante de Utrera.
De
entre todos ellos quiero hacer mención especial a los personajes
que bajo mi criterio cobran más relevancia que terminaron
de configurar lo que entiendo como la denominación de origen
Utrera Cantaora. Me refiero al trío que formaban Fernanda,
Perrate y Diego del Gastor. Aunque no siendo este último
de Utrera, era de Morón, sentía el cante de estos
personajes como suyo, como de su propia creación. Además,
la forma tan particular y personal de tocar que poseía, era
determinantemente afín a las formas interpretativas de estos
cantaores, siendo el acompañante habitual de éstos
y con un historial laboral bastante abultado.
Póster del homenaje a Perrate
«Fernanda, Bernarda,
Perrate, Perrata, Manuel
de Angustias, Enrique Montoya, Curro de
Utrera, Gaspar, Bambino, Pepa de Benito…»
De Fernanda y Perrate, ¿qué les voy a decir que no
sepan? Bueno…siempre hago referencia a la época que les
tocó vivir, porque entiendo que el individuo vive sujeto
al medio socio-cultural del que depende, y es impresionante la capacidad
de estos genios que con vocación de artistas supieron, no
sólo desenvolverse en un medio tan hostil, sino que además
desarrollaron un gusto y una capacidad creativa que nos transporta
a otra dimensión.
Escuchando una vez a Perrate tuve una impresión que yo plasmé
de esta forma:
Ni la mala sombra ni la pena
pueden abortar la magia de mi cante
y si se me cambia el semblante
es porque tengo que parir
no lo que llevo dentro
sino lo que me traspasa.
Haciendo
un análisis general pormenorizado y pedagógico, y
refiriéndome a sus aportaciones como apóstoles del
flamenco en general, entiendo que Fernanda ha sido la depositaria
de un patrimonio cultural, musical y familiar consanguíneo,
que ha sabido amar, conservar, defender y enriquecer cual arcángel
guardara el edén libre de pecado.
«Una capacidad creativa que nos
transporta a otra dimensión.»
Tomás canta a Pepa de Benito en la Bienal del 2002
De Perrate, y por conocimiento de causa, podría llevarme
varios días hablando. Hijo aparte, y haciendo honor a la
verdad de este genio, con él quizás habría
que detenerse un poco más y así hacerle algo más
de justicia, pues aunque esté considerado como un clásico
en todas las enciclopedias flamencas, y sea un mito referencial
para los más aficionados, también es verdad que es
un personaje poco conocido dado lo exiguo de su carrera discográfica
y su obligado retiro, justo cuando la cultura flamenca empezaba
a ser de dominio público.
Desde niño le dominó la inquietud de aprender todas
las formas musicales flamencas. Bebió de las mieles de los
gitanos viejos de Utrera y Juaniquí (que era de las Cabezas),
de Joaquín el de la Paula (de Alcalá) o de Juan Talega
con el que convivió bastante y del que se confesaba gran
admirador. Cantaores todos que eran de pueblos cercanos a Utrera
y que responden a una misma doctrina comarcal. Enclavada en lo que
después de ellos se ha dado en llamar «La Ruta de Tres
por Cuatro», que comprenden los cantes que se desarrollan en
los márgenes sevillanos del bajo Guadalquivir.
con Juan del Gastor en la peña El Gallo
Perrate aprendió las melodías básicas a la
perfección, pero no se conformó con eso, tenía
que jugar, y jugando como juegan los maestros mejoró los
dibujos musicales clásicos, y creó estilos personales
en todos los cantes que hacía.
«Perrate aprendió
las melodías básicas
a la perfección, pero no se conformó
con eso, tenía que jugar.»
En cualquier caso, y aparte de las aportaciones racionales y medibles
dentro de un esquema musical, creo que las aportaciones más
importantes al mundo del flamenco por parte de Fernanda y Perrate,
guardan más relación con un sentido más espiritual
del cante. Cuando nos referimos al duende, al misterio, o al pellizco,
cuando nos topamos frente a frente con el flamenco, entiendo que
nos estamos refiriendo a esa quimera que se esconde tras la lírica
de la música flamenca, a la magia que a todos nos inunda,
y que siempre corresponde a una razón asentada en la fe,
que en mi tierra se acentúa de forma más tangible.
Parece que hablando de Utrera, quiera excluir al que de allí
no es, lejos de eso, quiero cantar al que sienta legítimo
el placer y el éxtasis ante su propia esencia o ante la presencia
de lo hermoso, y concluyo diciendo que utrerano se es con tan sólo
comprenderlo o sentirlo aunque no lo comprendas.
Con toda la humildad del mundo, con la ilusión del que está
empezando y con todo el cariño de mi corazón, me gustaría
ilustraros y poder demostraros con mis cantes cuales son las bases
en las que se asientan los cantes de mi gente y lo que los hace
diferentes.
Para demostrar la magia que derrochaban el binomio Diego el del
Gastor – Perrate, no se me ocurre más que recurrir a los
tangos de Málaga o del Piyayo, siendo éstos muy melódicos
y livianos, casi regionales y de fácil interpretación,
ellos supieron adaptarlos a su forma y crearon un cante profundo,
pero agradable y de un sabor característico.
El
cante por fandango, el que se asienta en Utrera, el que tiene el
sello de la tierra, se entiende curiosamente musicado por soleá,
quizás porque en estas latitudes sea naturalmente inaceptable
que un cante o una forma musical, se pueda comprender con la carencia
de un compás.
En los cantes por bulería, parece que un conjunto haga del
cante una fiesta, teniendo que acelerar los ritmos, sin embargo
en Utrera el ritmo se solemniza, se resiste a entrar en el vértigo
y disfruta de un reposo suavemente acelerado.
con Matilde Coral en la Feria del Flamenco
En los cantes por soleá sucede lo contrario, aunque solemne
por su gran carga de sentimientos espirituales, vienen sin embargo,
ahondando en el fondo por un compás más vivo que en
las demás latitudes flamencas. Para poder desarrollarlo con
dignidad y terminar ya, me encantaría contar con la colaboración
de mi gran hermano y amigo Antonio Moya.
Tomás de Perrate entonces ofreció
un recital de cante, acompañándose a la guitarra para
algunos cantes, y con el acompañamiento del guitarrista Antonio
Moya para otros.
Foto de portada y compuestas: Antonio Torres
Resto fotos: Estela Zatania
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