Cincuenta años después de pisar España por primera vez, y cuarenta después de escribir el libro que cambió al pueblo de Morón de la Frontera para siempre, Don E. Pohren, concedido el título de flamencólogo por la Cátedra de Flamencología de Jerez, está a punto de publicar una edición revisada de El Arte de Flamenco.
«Durante un cuarto de siglo después de leer 'The Art of Flamenco' de Pohren, la idea de hacer un peregrinaje a España se cocinaba a fuego lento en el trastero de mi mente. Las circunstancias de la vida intervinieron, como suelen hacer, y hubiera pensado que con el tiempo el sueño desvanecería. Pero las semillas que fueron sembradas en toda una generación de angloparlantes no se desaparecerían. Y ahora ese peregrinaje ha llegado a formar una parte fundamental de mi vida. Más que a cualquier otra persona que no he llegado a conocer jamás, te doy las gracias por la inspiración, Don.» Richard Parker, guitarrista, California. La llamada generación «beat» que predicaría la filosofía del inconformismo a un complaciente mundo de posguerra, aún no había llegado. Los Beatles, todavía en pañales, por supuesto no soñaban con viajar a la India para encontrarse a sí mismos, y los futuros hippies, con sus inquietudes y ansias de saborear las culturas ajenas, aún no habían nacido. Pero un adolescente modesto y tranquilo haciéndose adulto en los ordenados suburbios del norte centro de los Estados Unidos estaba destinado a convertirse en el guru para varias generaciones de aficionados al flamenco de origen no español, sobretodo para sus propios paisanos, muchos de los cuales, después de leer el libro histórico de Don Pohren, sentirían la necesidad de hacer el difícil peregrinaje a lo que entonces era un pueblo pequeño y polvoriento, a unos 60 kilómetros al sureste de Sevilla. Para situarnos históricamente, es necesario volver un poco más atrás, a los años cuarenta, cuando Carmen Amaya había captado la atención del mundo entero, dando lugar a una fascinación colectiva que a su vez otorgó la fama a artistas refugiados políticos como el concertista Sabicas, o el talento americano como el bailarín/bailaor José Greco. En los años cincuenta, para los norteamericanos era toda una moda visitar el viejo continente, pero España no figuraba en el itinerario habitual debido al régimen de Franco, sin mencionar las vacunas especiales exigidas por las autoridades, así que el flamenco quedó como un producto exótico de importación, para ser saboreado y admirado desde la distancia prudente de una butaca de teatro. «Don Pohren es el enlace del siglo veinte entre España y América – los mejores libros jamás publicados en inglés sobre el flamenco.» Agustín Eastwood-DeMello, guitarrista, California. » 'Art of Flamenco' de Pohren era mi biblia de flamenco». Dominico Caro, cantaor. New Jersey. «Mientras tenga conciencia, Don será inolvidable para mí, y quedo eternamente agradecido.» Homero Cates, guitarrista. Londonderry, New Hampshire.
Pero estaba a punto de comenzar una revolución cultural, y como tan a menudo ocurre, una confluencia fortuita de circunstancias colocó a Don Pohren en el lugar y tiempo adecuados para el papel altamente especializado que asumiría tan capaz y completamente. Después de topar con la legendaria Carmen Amaya mientras estaba de vacaciones en México en 1947, el joven viajó a España pocos años después con un billete de sólo ida. Muy lejos de ser la música de moda para un público diverso como lo es hoy, el flamenco en aquella época se relacionaba principalmente con individuos marginados y el sector más bajo de la población – reinaba la época del estilo frívolo de cantar llamado «ópera flamenca» – y era poco corriente, por no decir inaudito, que un extranjero buscara un tipo de flamenco más auténtico.
«Pohren hizo que los no españoles del mundo entero pudieran llegar a comprender el flamenco.» Jim Morris, bailaor. Bolton, UK «El más importante transmisor del arte flamenco del mundo no hispano.» Brian Rudd, guitarrista, Isle of Man. «El trabajo de Don inspira y divierte, y pinta imágenes que hace que el corazón sonría.» Daniel Potts, guitarrista. Stockport, United Kingdom. Cierto espíritu empresarial (el autor había probado suerte con un par de pequeños locales flamencos) condujo de manera natural a una inspirada idea que le permitiría una modesta fuente de ingresos a la vez que satisfaría su pasión por el flamenco. Abrió una casa de huéspedes llamada Finca Espartero que combinó clases de flamenco con una dosis generosa de «la manera flamenca de vivir» en las afueras de Morón de la Frontera. Sin acabar de decidir si Pohren era invasor o salvador (la empresa obviamente proporcionó ingresos al humilde pueblo, pero también alteró el estilo de vida), los nativos pronto se acostumbraron a ver extranjeros deambulando por las calles…desde los profesionales adinerados buscando un relax con «vacaciones alternativas», a los jóvenes aficionados con su insaciable sed de flamenco y cuyo presupuesto no era tan limitado como el tiempo del que disponían en el extranjero. Tan elocuentemente elogió Pohren los atractivos del pueblo y sus héroes locales, que para todos los efectos puso a Morón en el mapa, no sólo para estudiantes y hippies, pero también para inadaptados de todas clases. Como escribió el periodista Jon Rhine, «Pohren presidió el continuo ambiente de fiesta flamenca que ocasionalmente desbordó la finca e invadió el pueblo, por otra parte un lugar muy tranquilo, como un científico imperturbable que observaba como su experimento cobró vida propia y se salía del laboratorio». Irónicamente, el puñado de extranjeros sinceros que se presentaron en Morón durante la época Pohren se rebelaron contra la misma comercialización que había invadido el flamenco para satisfacer el gusto del extranjero por el despampanante flamenco tipo fast-food. El mundillo tradicionalmente cerrado del flamenco había sido descubierto y sacado a la luz del día, y el término «flamenco puro» corría el riesgo de convertirse en oxímoron, oportuno juego de palabras no intencionado.
«Sus libros son un recurso imprescindible para el flamenco.» T.J. Steenland, guitarrista. Irving, Texas. «Don Pohren posee conocimientos enciclopédicos del flamenco, y cuanto más comprendo el arte, más estoy de acuerdo con lo que dice.» «Flamenco Chuck» Keyser, guitarrista. Santa Barbara, California. Esta sexta revisión de la obra clásica será publicada a los treinta años, casi al día, desde que el guitarrista moronense Diego del Gastor (nacido en Arriate, Málaga, pero considerado como de Morón), sorprendió a los aficionados por última vez al fallecer el mismo día en que Fernanda y Bernarda, las hermanas de Utrera, tenían que ser homenajeadas en el festival flamenco anual del pueblo, el Gazpacho de Morón. Para la nueva edición, el autor suprimió definitivamente una 'n' de su nombre de pila porque «parecía una afectación», y ha añadido gran cantidad de texto para tratar las nuevas tendencias. Incluso a sus 73 años el humor desenfadado y manera juvenil de expresarse hacen que sea muy difícil no verlo como un adolescente equivocadamente atrapado en el cuerpo de otro. Su cómoda y amplia casa en las afueras de Madrid, con esposa atenta (la bailaora Luisa Maravilla) y fiel compañero canino de tamaño familiar incluidos, no dista mucho de la vida en los suburbios de Minnesota donde aquella personalidad tan específicamente del norte de USA nació y se formó, sin jamás adquirir los aires impetuosos de las culturas mediterráneas, a pesar de su medio siglo en España. Quizás fuera precisamente esa filosofía flamenca de tripas al descubierto y la agresiva dinámica alentada por el alcohol que llamara la atención del tímido joven educado en las virtudes del trabajo duro, los peligros de la bebida, y los beneficios de acostarse y levantarse tempranito. Cualquier madrugada que haya presenciado D. E. Pohren sería con churros y chocolate después de una larga noche de fiesta, y las virtudes del trabajo fueron expresadas en su obsesiva búsqueda de los buenos tiempos y la constante cosecha de anécdotas descabelladas, con el flamenco siempre como elemento imprescindible del cóctel. En esta fría pero soleada mañana de febrero Luisa nos sirve café bien calentito y nos encerramos en la biblioteca… Don, ¿en qué año viniste a España por primera vez, y con qué propósito?
…lo encontré en Casa Pepe, como una cuba, sintiéndose en la gloria, recitando poesía, armando jaleo… ¿Qué te hizo ir a Morón de la Frontera? ¿Cómo era Morón entonces? ¿Se escuchaba flamenco en la radio en los años sesenta? ¿Había algún extranjero en Morón aparte de ti?
“Oye Diego, ¿hay alguna finca, algún lugar Cuando compraste la Finca Espartero, ¿qué tenías en mente? ¿fue con el propósito de montar este proyecto? ¿Cómo era Los Gabrieles? Entre 1960 y 1963 cuando Anzonini estaba acompañando al escritor Pierre Lefranc por Andalucía, su ruta no incluía Morón porque dijo que no había flamenco allí. ¿Fuiste parte del renovado interés? Anzonini se enamoró de todo y de todos. ¿Piensas que pudo haber habido otros ‘Diegos’ en otros pueblos orientados hacia el flamenco que hubieran llegado a ser figuras de culto mediante un Don Pohren en el momento oportuno? Manuel Morilla dijo una cosa interesante cuando fue entrevistado…que a finales de los cincuenta, y comienzos de los sesenta, más o menos cuando empezaste a moverte por el pueblo, realmente no había guitarristas excepto por Diego del Gastor y él, Morilla, sólo unos que tocaban por sevillanas y no sabían nada de flamenco… Diego y Morilla…y los sobrinos de Diego…bueno, todavía eran muy jóvenes, pero Paquito [del Gastor] ya estaba tocando bien cuando llegué…para mi gusto estaba tocando mejor entonces que ahora…casi todo pulgar, increíble. Antes tenía una cinta de él tocando y se la puse años más tarde…dijo “¡Ojalá pudiera tocar así ahora!” Todos los sobrinos estaban tocando excepcionalmente bien para su edad. Se sentaban allí en Casa Pepe y aprendían unas falsetas, no eran clases formales… ¿Qué pensaba Diego de todos aquellos extranjeros llegando al pueblo? ¿Cómo impactaron tus actividades en Morón? ¿Pero esas personas se interesaban por el flamenco? Jamás me hubiera imaginado que llegaría a haber tantos forasteros vagabundeando por el pueblo buscando marcha. Cuando estabas planeando la finca y las actividades, ¿te diste cuenta del impacto que iba a tener en el pueblo?
Al final ¿qué te hizo abandonar Morón para ir a vivir en Madrid? Te hicieron un homenaje en Morón, ¿no es cierto? ¿Sigues tan involucrado con el flamenco? ¿Te mantienes al día? Hace cuarenta años, en la primera edición de Art of Flamenco te mostrabas muy pesimista acerca de la sobrevivencia del flamenco. Escribiste lo siguiente: “La escasez de información ha conducido a la aceptación generalizada, tanto dentro de España como en el extranjero, de un tipo de flamenco chabacano y comercial, apenas parecido al auténtico. Tengo la esperanza de que Art of Flamenco ayude a corregir esta situación.” Ahora hay docenas de libros como tú sabes, en todos los idiomas…¿se está conservando el flamenco tradicional? No sé la respuesta a esa pregunta. Pienso que el flamenco tradicional está volviendo a las sombras, a las familias, a la cocina. A mi juicio, el flamenco más o menos acabó hace años, ahora todo está en el escenario – el flamenco de escenario no es lo mío, con todo coreografiado. Sabes, dicen que la época de los festivales era los tiempos buenos, pero en mi opinión fue cuando todo empezó a decaer rápidamente. ¿Piensas que la marcha del declive se ha acelerado en años recientes? ¿Dirías que el flamenco ha absorbido tu vida entera, en el sentido positivo? “Después de leer la primera edición de “Art of Flamenco” fui a Morón, en 1968. Agosto…luna llena…Diego…magia… ¡¡Gracias Don!!” Jerry Lobdill, guitarrista. Fort Worth, Texas. “Devoré sus libros – fue como aterrizar de pronto en otro mundo.” Dorien Ross, guitarrista, escritora, USA. “Art of Flamenco” me ayudó a apreciar el olor y el sabor del flamenco.” Don Henderson, guitarrista. Los Angeles, California. Los libros de Don Pohren: |