Silvia Cruz Lapeña
El flamenco en Euskal Herrria va superando el lastre del franquismo y el nacionalismo y se consolida con ciclos la Gira del Norte o el festival de Pamplona.
Tuvo que ser Enrique Morente el que espantara las suspicacias. Ocurrió en 1998, cuando una orden judicial cerró el diario Egin y sus directores y trabajadores idearon Gara para seguir informando. En la fiesta de inauguración que tuvo lugar en el Velódromo de Anoeta aparecieron para dar su apoyo a los periodistas músicos como Lluis Llach o Mikel Laboa y representando a los flamencos, el cantaor de Granada. “No fue algo menor. Con su presencia, se abrió la veda y empezaron a caer muchos prejuicios que había en torno a lo jondo”, explicó Curro Velázquez-Gaztelu en una de las conferencias que ofreció el festival Flamenco On Fire de Pamplona y organizó por la Federación de Entidades Gitanas de Navarra Gaz Kaló.
Esos tabúes, como los que quedan, tenían mucho que ver con la apropiación del flamenco que hizo Francisco Franco durante los años que duró su dictadura. A partir de ahí, en el norte, como en el este y otros puntos de España, el flamenco se relacionó con el nacionalismo español. “Eso hizo que a pesar de haber en tierras vascas una buena parte de inmigración andaluza o extremeña, así como los gitanos, no expresaran su cultura, no al menos en público, como sí se hizo en Cataluña.”
Antonio de Bilbao, maestro de Vicente Escudero
Curro Velázquez-Gazteluz nació en Arcos de la Frontera, pero vive desde hace más de dos lustros en tierras vascas y desde allí mira y estudia el flamenco. Él marca la primera manifestación netamente flamenca en esos lares en la figura del bailaor Antonio el de Bilbao y en el año 1867 aunque hay otros antecedentes. Uno es el libro de Don Preciso, en el que se recopilaron coplas de seguidillas, tiranas y polos. Otro es el personaje de Nati La Bilbainita, que sin ser flamenca, tuvo gran influencia en las bailaoras Pilar López y La Argentinita. “Fue una maestra de los palillos y los castañuelas”, informa el periodista.
Pamplona, la más flamenca
La zona más flamenca de Euskal Herria, no hay duda, son Bilbao y Navarra, pues allí nació Sabicas y cuenta con población gitana que supera los 8.000 habitantes. “Somos gitanicos navarricos y tan de aquí como cualquiera con varios apellidos vascos”, suele decir Ricardo Hernández, presidente de Gaz Kaló. Precisamente es en Pamplona donde se fragua desde hace cuatro años el Festival Flamenco On Fire dedicado a la memoria del gran tocaor, pero también hay festivales en Estella e incluso en Donosti, que según Curro “es la ciudad menos flamenca del País Vasco”.
Culturas que se acercan
Además de los antecedentes históricos, Curro explica que entre la cultura vasca y el flamenco ha habido un acercamiento en los últimos años y una vez vencidas parte de las reticencias, los artistas euskaldunes se han ido cercando a los flamencos y viceversa. Un buen ejemplo es el del saxofonista Pedro Iturralde, en quien se fijó Paco de Lucía abriendo el camino para que músicos de jazz y de flamenco iniciaran un camino de ida y vuelta entre ambos géneros que no ha dejado de aumentar sus peregrinos. Otro ejemplo es el del excelente contrabajista pamplonés Javier Colina.
Ese contagio también se ve en el baile: Jesús Herrera con su obra “Dantzari – Bailaor” o el interés de Israel Galván en el bailarín y coreógrafo Jon Maya, que le llevó a arrancar “La edad de oro” con un aurresku son dos ejemplos. Precisamente, fue esa misma danza tradicional reinterpretada la que en 2016 dio el pistoletazo de salida al Flamenco On Fire. Fue un aurresku gitano compuesto por el saxofonista Josetxo Goia-Aribe que danzó con detalles de seguiriyas y soleá por bulerías el bailaor trianero Marco Vargas.
También los sonidos se contagian, se toman o se comparten: el caso más reciente es el de la txalaparta, una suerte de xilófono de madera que se toca a cuatro manos y con cuatro palos, que usan los pastores para comunicarse entre caseríos y que pudo verse incorporado al flamenco en el Corral de la Morería en 2014. Entonces, Sara y Maika, las hermanas que componen el grupo Ttukunak, tocaron por seguiriya o cantiña acompañando el cante de Juañares.
La confusión con las sevillanas
Entre los artífices de también colaboraron a derrumbar prejuicios están las radios. “Radio San Sebastián o radio Bilbao, por ejemplo, que ya en los años 20 tenía un programa de flamenco”, cuenta Velázquez-Gaztelu que explica que cuando empezó el franquismo fagocitó el flamenco, pero luego fue el resurgir del nacionalismo vasco lo que se encargó de rechazar, por sistema, todo lo que oliera a español. “Un error, porque el flamenco no es de España, sino de la Baja Andalucía y pertenece al universo”.
Los denominados “años de plomo”, cuando ETA mató a todo el que no pensara como sus miembros, fue un impedimento para que se expresara la cultura de los muchos inmigrantes del sur que vivían allí. La proliferación de las Casas de Andalucía no contribuyó precisamente a dar a conocer lo jondo. “En los años 80 se dedicaron a dar a magnificar las sevillanas hasta tal punto que era normal llegar a una discoteca y que estuvieran pinchándolas y bailándolas. Eso contribuyó a confundir aún más a los euskaldunes.”
Hoy el panorama ha evolucionado y es muy distinto. Tanto, que en algunos gaztetxes, centros ocupados, se puede asistir a clases de flamenco. “¡Y en la Universidad de Navarra!”, informa el periodista que estudia los orígenes y la evolución de este arte en el norte de España. Velázquez-Gaztelu es optimista con la evolución en festivales, artistas e interés que se está dando hoy en día y dice, con guasa, que aunque no exista una bulería de Bilbao, el contrabajista vitoriano Pablo Martín Caminero ya nos ha legado una hermosísima soleá de Gasteiz.