Por Carolina Le Port
Foto portada: Copyright, Jacques Leonard. Archivo Familia Jacques Leonard.
Hace unos años el universo del documental hizo que profesionalizase mi afición más antigua: el flamenco. Sé es primero aficionado y luego todo lo demás. Eso es así. Cuando el director del Docs Barcelona, Joan González, me dijo: “sí es que yo en todo lo tuyo veo una flamenca”, no entendí pero le hice caso. Hice del flamenco mi forma y de lo demás, los medios para materializarlo. Quise encontrar una respuesta a una pregunta que llevaba meses haciéndome: ¿de dónde sale Rosalía? y así empezó un proceso de investigación sobre el ecosistema flamenco barcelonés que había logrado activar la identidad de la creadora musical. Siempre agradecida a mi amigo Josep María Barbat por animarme a desplegar mis inquietudes en esa dirección.
Barcelona es una ciudad que se ha empeñado en que pasaran cosas con el flamenco y muchos flamencos se han empeñado en que pasaran cosas en Barcelona. La experimentación y la innovación han convivido con la ortodoxia y lo sacro de manera extraordinaria. Y sí en ese cruce de caminos aparece Luis Troquel, el acierto es pleno.
“De Carmen Amaya a Rosalía” es el título de mi primer libro. Recoge en detalle el olimpo barcelonés del flamenco con diosas y dioses autóctonos y esporádicos, que encontraron en la ciudad condal un territorio fértil para sus creaciones.
Rosalía parece una alineación simbólica: nació un día después de la Mercé en 1992, casi como un encargo del olimpo flamenco para que de nuevo una mujer de Barcelona trascendiera el mito y fundase una forma de creación musical para la que tendrá que pasar mucho tiempo antes de poder ponerle nombre. Existe una resistencia para nombrar la escuela que ella recorrió: la del flamenco, de la que se siente tan agradecida y orgullosa. La que le enseñó un estricto vocabulario sobre el significado de la creación, lo coreográfico, el ritual, la voz, la generosidad con el público y la diferencia entre ser o no ser artista: desde ahí, a volar. ¡Faltaría más que el flamenco no enseñara a saberse libres!
Las «rosalías» eran unas celebraciones romanas en las que se hacían guirnaldas de rosas para los difuntos. Se personifica en Rosalía esa “hacedora de guirnaldas” estando el homenaje y el recuerdo a los históricos flamencos muy presente en la fecha de publicación de cada uno de sus discos. El 10 de febrero de 2017 publica “Los Ángeles”, fecha que se le atribuye al nacimiento de la cantaora, Pastora Pavón “La Niña de los Peines”, figura referencial de la voz de Rosalía; el 2 de noviembre de 2018 publica “El Mal Querer”, fecha que se atribuye al nacimiento de Carmen Amaya y destacadísimo referente en la mujer flamenca; y por último el 18 de marzo del 2022 publica “Motomami”, treinta aniversario de la muerte de Antonio Molina.
Xabier Murua (actor, productor de teatro y cine y visionario ecuestre) es quién puso en mis manos su generosidad y empuje para que este libro pudiera ser. Le imagino protestando mientras lee mi obsesión por la sincronicidad y el símbolo. Es que es esa la inquietud que comparto con Morente y la que me ha dejado atada a la obra de Enrique para siempre: ¿qué es el flamenco más allá de los debates estériles? Es esta búsqueda la que dignifica y desempolva de definiciones pobres y casposas de una expresión cultural insólita, que da sentido a la forma que algunos tenemos de ocupar nuestro espacio en este mundo. Nada, absolutamente nada, se escapa a nuestro sentir. Somos de Morente, somos A-MOR-ENTES.
Hace unos días se estrenó en el Festival IN EDIT de Barcelona el sueño audiovisual de Lluis Cabrera: “Morente y Barcelona”, acompañado por un exquisito Jordi Turtós. Un documental hecho con la minuciosidad de quien quiere mostrar al espectador cada pieza del puzzle morentiano, del que el Taller de Músics fue cómplice de principio a fin: el encuentro con Sabicas, el flechazo con Max Roach, las Voces Búlgaras y el trabajazo que hizo Chiqui de la Línea. Esa amistad que no cesa: Morente-Cabrera.
La inesperada despedida de Enrique de los escenarios para siempre también fue en Barcelona. Un apreciado regalo a su amiga Mayte Martin, esa noche del 23 de noviembre. Terminó con un eterno lamento cantando La Aurora de Nueva York para cerrar, sin saberlo, una vida al servicio del flamenco.
Podemos hablar de lo que supuso Barcelona para Morente, pero ¿y de lo que ha significado Morente para Barcelona?. ¿Y Camarón o Paco de Lucía?. José Monge regaló a la ciudad la única vez que cantó en directo “La Leyenda del Tiempo” y sí, también su última exhalación con una nota de despedida que bien resuelve las dudas más existenciales del ser humano. Carles Benavent o Joan Albert Amargós, pedacitos de cielo en este mundo, o las voces de Montse Cortés y Duquende son parte fundamental en la carrera de Paco de Lucía. Lo que aprendieron del Maestro de Algeciras volvía a la ciudad para quedarse en ella.
La generación más importante del baile flamenco con Carmen Amaya a la cabeza y seguida por la Singla, la Chunga y la Chana. Milagros Vargas, José de la Vega, Faraón, La Tani, y un final de recorrido para Vicente Escudero. Tantos nombres como calles hay en Barcelona vinculados al baile flamenco. José Maldonado, Jonatan Miró, Jesús Carmona o el Yiyo, esos BailadOrs del presente, y esa playa de Badalona, en la que como los últimos tres, creció también Miguel Poveda.
Las voces masculinas gitanas que se reúnen cada noche en dos de los Tablaos más emblemáticos del país: “el Carmen” y “el Cordobés”. Son hogares. Luis Adame y María Rosa Pérez Casares se han convertido en los embajadores del mejor flamenco reuniendo a los artistas de todo el país bajo la pureza armónica de Miguel de la Tolea, el Bocaillo, Abraham Jiménez o Luis el Granaíno. Mimo Agüero y Sunchy Echegaray al frente del Templo de Carmen Amaya. En ese patio sacro, mientras canta Mariano, sí lo pides, puede que hasta suceda.
Ellas y más ellas por todas partes, cual laboratorio de investigación vocal. Más flamencas o más satélites, pero siempre siendo: Mayte Martín, Genara, Mariola Membrives, Anna Colom, o la nueva incorporación, Irene Ribas, que se labra su propio camino desde el Taller de Músics hasta el Torres Macarena esta misma noche.
La proliferación de magníficos guitarristas: de Chicuelo a Julián “El Califa” (lo que te echamos en falta); de los hermanos Caro, los Cañizares, Edu Cortés o Jose Andrés. Faltan nombres, muchos, lo sé… esto es un artículo, no mi libro y no me caben todos.
No me olvido de la rumba. La alegría de saberse vivos y dejar fuera de la ecuación a los pomelos amargos que parece sólo han venido a este mundo a ensombrecerlo. Gracias al flamenco se compensa casi todo. Esas interminables noches de disfrute en los Tarantos, las que regalaron por toda la ciudad Bambino y Maruja Garrido. Las que hoy siguen existiendo en las calles de la Cera y el Barrio de Gracia. Pura geografía flamenca eso es lo que tiene Barcelona.
Este año cobra más sentido que ninguno el “estamos vivos de milagro” que decía Morente y de una forma tan especial Silvia Pérez Cruz incorpora en su nuevo disco a través de unos “tientos aceleraos”. Sí este año tan lleno de turbulencias me permite llegar al 2024 y a mis 40, lo celebraré compartiendo con vosotros, por fin, el texto definitivo al que tantas vueltas hemos dado. Hay cosas que ya no dependen de mí.
Me celebro con este artículo en el día de mi cumpleaños, el mismo día que hace 60 años se estrenó la película “Tarantos”, en el mes del flamenco, en el mes que nacieron Antonio el Bailarín, Gades, Jonatan Miró y Yoel Vargas. Desde la ciudad de Barcelona que me bautizó como flamenca. A los amigos, a los flamencos y a la comunidad gitana por haberme acogido como una más: GRACIAS.