Entrevista: Sara Arguijo
Fotos: David Mudarra (Suma Flamenca)
El genial guitarrista vuelve a los escenarios tras años de ausencia con 'Parque de María Luisa', un esperadísimo álbum en el que evoca las emociones que esconde este edén sevillano.
Últimamente entre los flamencos hay dos nombres que suenan constantemente. Uno es el de Rosalía y otro el de Rafael Riqueni. A ambos se los rifan para las entrevistas aunque entre ellos hay un abismo. Una es una cantaora joven que en su debut a sus 23 años se revela para muchos como la ‘Patti Smith de los tablaos’ y que atrae las portadas de semanales y revistas que jamás han abordado lo jondo pero que se afanan ahora en titulares triunfantes en el mundo tres punto cero.
El otro es un guitarrista de 55 años, Premio Andalucía de Cultura, Premio Nacional de la Crítica y Giraldillo a la Maestría de la XVIII Bienal de Flamenco, entre otros, compositor de algunas de las obras claves de la historia de este arte, y que acaba de publicar Parque de María Luisa, el séptimo título de su discografía tras una ausencia de 21 años. Un maestro vivo cuyo interés radica en una trayectoria profesional y vital que daría para escribir un tratado sobre el vínculo del flamenco, las emociones y el tiempo.
La una, anuncia una gira imparable. Riqueni, que tras cumplir su pena de prisión ha regresado a los escenarios hace unos días en la Suma Flamenca, nos habla de su próxima fecha el día 25 de agosto en el Flamenco on Fire de Pamplona como si fuera mañana. “No estoy fuerte todavía y quiero medir bien los conciertos que hago para poder estar bien. Un concierto de dos horas y media como el del otro día te deja destrozado y yo ahora necesito descansar; disfrutar de la vida”, cuenta.
Entre los aficionados, los debates en torno a la primera se centran en si lo suyo es o no merecedor de tanto bombo. Sobre el segundo no hay controversia. Se le menciona para saber cómo anda de salud y cuál es el próximo concierto anunciado, con morbo cero. Entre otras cosas porque del trastorno bipolar que lo alejó durante años de los escenarios y de su estancia en la cárcel habla él sin tapujos. Aunque aquí, le preguntemos por otras cosas…
“Las canciones de Parque de María Luisa evocan un lugar pero reflejan emociones universales, sentimientos, vivencias, recuerdos”.
-¿Ha cogido con ganas la vuelta a los escenarios?
-Con muchas ganas. En estos años había podido hacer algún que otro concierto durante los permisos que me daban, como el de Teatro Maestranza, donde presenté este disco, pero tener la posibilidad de volver a tener una gira después de tanto tiempo es muy emocionante. Sobre todo con una banda de diez músicos como voy ahora. Estoy muy contento.
-¿Siente de alguna forma que ha resurgido un entusiasmo colectivo en torno a su figura?
-Es un momento diferente. Ahora tengo otra edad, voy cumpliendo años… y entiendo que el haber estado en prisión y regresar con un disco nuevo después de 21 años hace que se comente un poco más. Es verdad que siempre he tenido aficionados que me han seguido pero siento que ahora son más y eso para un artista es muy bueno. Es fantástico.
“Madrid ha sido una escuela importantísima para mí en lo profesional y en lo personal. Había una afición a la guitarra tremenda y también había competencia porque la guitarra es un instrumento muy competitivo”
-Parque de María Luisa es un álbum inspirado en este emblemático edén de su Sevilla que suena a nostalgia, ¿cuánto hay de suyo en estos rincones?
-Precisamente lo que he hecho es trasladar mis vivencias y mis recuerdos del parque como sevillano a mi imaginación y desde ahí ponerle título a cada lugar, a cada canción… y darle forma a la obra. Para estos temas he tratado de buscar el sonido de un pájaro o del agua con la guitarra. Pensar qué me sugiere el estanque de los lotos, si va por soleá o por otro palo. Se trata de sentir lo que me va sugiriendo la guitarra y luego irlo elaborando con la técnica musical. Ha sido un trabajo muy bonito, en el que me he planteado qué significa para mí ese pasado.
-Recuerdos como sevillano que, ¿se pueden compartir con el mundo?
-Claro, la respuesta en Madrid por ejemplo ha sido buenísima. Yo tenía mis dudas porque es verdad que Sevilla tiene mucho sentido pero en Madrid no sabía si lo iban a comprender igual… Sin embargo, ha gustado porque realmente son canciones que evocan un lugar pero que reflejan emociones universales, sentimientos.
– Juan Verdú relata en su libro El jardín del flamenco que El Candela “cada mesa tenía su nivel y que las de Morente y Paco eran las de culto para todos los flamencos”, ¿qué ha aprendido en sus años en la capital?
-Ha sido una escuela importantísima. Cuando llegué a Madrid había un movimiento de guitarra impresionante. Había muchísimos chavales que eran unos virtuosos. En una noche en El Candela nos podíamos reunir 20 o 30 guitarristas tocando juntos. Había una afición a la guitarra tremenda y también había competencia porque la guitarra es un instrumento muy competitivo… Ahí empezamos a despuntar unos pocos y a mí me sirvió bastante porque me empezaron a llamar de muchos sitios. Lo pasábamos muy bien. Algunos días aparecía Enrique, o Habichuela o el maestro Paco y estábamos en la gloria. Esas vivencias me aportaron muchísimo tanto musical como personalmente. Ahora mismo no puedo evitar que me produzca tristeza. La muerte de Paco cada día me duele más. Toco la guitarra y me acuerdo mucho de él porque, aparte, era muy amigo mío y lo de Enrique, qué voy a decir. Era tan encantador que sin él esto no es lo mismo.
“Lo más importante y lo más difícil para un guitarrista es que te identifiquen por tu sonido. Eso y tener un estilo, una idea propia”.
-¿Diría que le ha ayudado más a componer las alegrías o las penurias?
-El flamenco no es precisamente una fiesta continua por bulerías. Es una música trágica, dura, dolorosa y muchas de mis canciones pueden ser tristes, duras o nostálgicas, pero tampoco diría que todo lo haya compuesto desde la tristeza. No veo tristeza en mi música, veo profundidad, eso sí, veo flamenco, veo la vida misma.
-¿Qué lección le ha dado la guitarra?
-He aprendido que tengo que volver a poner los dedos bien, que hay que estudiar despacio y volver a poner la mano en orden. La guitarra me ha enseñado que es interminable, que nunca se acaba, que siempre tienes algo nuevo por descubrir. Es una maravilla, no te aburres nunca. Lo mejor que me ha pasado en la vida es ser guitarrista y si volviera a nacer otra vez, no sería otra cosa.
-Además de tocar, ¿busca el momento para escuchar música?
-Siempre he escuchado todo tipo de música. Me encanta el jazz, la música clásica… y en el flamenco, sobre todo, escucho cante. Esta mañana he estado escuchando la Procesión del Rocío de Joaquín Turina, que es una maravilla. En cualquier caso yo no escucho escuchando sino estudiando porque voy analizando, midiendo… por qué habrá hecho esto aquí y lo otro. Lo vivo con mucha pasión.
-¿Ahora que es más difícil de encontrar en la guitarra?
-La guitarra está viviendo un momento extraordinario. Lo más importante es tener un sonido propio, que te identifiquen por tu sonido, que sepan quién es el que está tocando. Y a partir de ahí tener un estilo, que eso que suene sea tu idea, un reflejo de tu personalidad… se llame Parque de María Luisa o Fuente y Caudal… el valor es tener un sonido propio y tu propia personalidad.
“En este tiempo he aprendido que tengo que volver a poner los dedos bien, que hay que estudiar despacio y poner la mano en orden. La guitarra es interminable, siempre tienes algo nuevo por descubrir”.
-¿Su deseo más cercano?
-Seguir con la gira, descansar y disfrutar de la vida… Y tener tiempo para idear falsetas y músicas para el próximo disco que tengo intención de ponerme a grabar en 2018 y ya tengo unas ganas locas.