Texto: Silvia Cruz Lapeña
Fotos: Paco Deogracias
Salao acaba de presentar su primer trabajo discográfico «Jara en el camino».
Salao, el enigma elemental
Fuera de Barcelona el nombre de José Antonio Martín “Salao” no es muy conocido. En la Ciudad Condal, sin embargo, este cantaor que estrena “Jara en el camino” llena todas sus actuaciones en salas pequeñas y en los pocos conciertos de flamenco que ofrece en las más grandes. Y tiene un grupo de seguidores nutrido y ecléctico que lo siguen allá donde canta. “Tiene el poder de impactar, incluso a quienes no les gusta el flamenco. Y eso que su cante no es dulzón, ni fácil”, explica Diego Ruiz, representante de Salao en el Taller de Músics, entidad que ha producido el disco.
Este es el segundo CD de Salao, aunque como en el primero gastaba otro nombre y manejaba otro estilo, el cantaor se siente debutando. En aquella primera experiencia lo empujaron a llamarse El Furia y a cantar rumbero, pero a Salao le sale otro tono cuando canta de manera inevitable. “Canto desde chico, escuchaba la música de los antiguos, pues eso es lo que mis padres ponían en casa”, explica un hombre que contesta mínimamente a todo y que sólo se explaya cuando no se le inquiere. Parece que le gusta más hablar que contestar, como a casi todos, con la diferencia de que él ejerce su derecho a hacerlo todo el tiempo.
José parece moverse siempre en un minúsculo círculo de confianza, busca física y constantemente a las personas de las que se fía y se refugia en ellas. Nació en Alemania, de padres alosneros, y aunque desde muy pequeño vive en Hospitalet de Llobregat (Barcelona), tiene ese acento andaluz que no es de ninguna provincia ni pueblo concreto. José sueña con estar y vivir en Andalucía y quizás por eso, a falta de habitar la región, la habla.
Toronjo, Toronjo y Toronjo. Ése es el nombre que repite cuando se le pregunta por lo que le gusta. Y sólo ante el nombre de Camarón de la Isla parece salir de veras de su aislamiento.
Debut tardío
Dice Luis Troquel que “Jara en el camino” es un debut tardío que, seguramente, Salao “vive como un prólogo a su verdadera carrera.” La descripción es acertada porque el disco llega en un momento en el que el cantaor está curtido y tiene ganas de dejar de ser promesa, término que aún se emplea con él a pesar de tener 42 años y llevar más de 20 cantando flamenco. “Tenía ganas de grabar, pero no llegaba el momento ni encontraba a las personas para que me guiaran”, explica el cantaor.
El CD ha tardado casi dos años en ver la luz. La explicación la da Diego Ruiz: “Ha salido gracias a la complicidad de todos, pues no ha cobrado nadie, sólo los estudios. Y sin presupuesto, no puedes exigir y se demoran las cosas. Esta es una de las razones, entre otras muchas de que hayamos tardado tanto en sacarlo.” Esas otras cosas incluyen una serie de infortunios de los que Salao no quiere ni acordarse: desde problemas familiares hasta una fractura de omoplato, así como los frenazos en la producción para cambiar cosas sobre la marcha. Uno de esos cambios es el de guitarra: de Chicuelo a David Cerreduela. “Hay dos guitarristas porque en un momento dado Salao lo quiso así. Pero la gira, sin embargo, la va a hacer con José Andrés Cortés”, explica Ruiz dando a entender que el cantaor es reservado pero no complaciente.
Innovar con la garganta
Entre las pocas palabras que pronuncia Salao aparece varias veces “innovador”, ya sea para referirse a Enrique Morente o Camarón de la Isla. “A mi siempre me gusta aportar algo. Sé que los entendidos creen que los cantes hay que hacerlos siguiendo unas normas. Pero a mi me gusta poner siempre algo mío.” Eso es evidente en cualquiera de sus actuaciones y también en el disco, en el que construye algún compás ilógico si se observa con ojos ortodoxos pero que Salao es capaz de resolver con gracejo y pura tripa. Esa forma suya de improvisar, de cuadrar los tercios a su medida o de inventarse un tono inesperado se puede apreciar también en la otra formación por la que se le conoce en los circuitos catalanes: Salao Eléctrico, en la que se acompaña actualmente de Jordi Bonell y David Domínguez.
Su voz, con toques de afillá y aspirante a laína, le permite bastantes licencias y como conoce sus posibilidades, prefiere aportar novedad con la garganta. Por eso anuncia una gira sin percusión, ni chelos, ni mandolina, instrumentos que sí se oyen en su disco pero que no llevará en los directos a los que irá acompañado sólo de una guitarra.
El ‘shock’ Salao
Al preguntarle por las características de Salao, Diego Ruiz que convive mucho con él, lo tiene claro: “Es peculiar, único. Y lo es en lo bueno y en lo malo. Eso lo hace diferente y es lo que hace también que resulte tan auténtico y ponga al público en éxtasis.” Esa peculiaridad, que parece tozudez en algún caso, le impide presentarse a concursos en los que hay que ajustarse a patrones muy estrictos, como es el caso de La Unión. “Me presenté el año pasado a las pruebas y me tumbaron”, dice Salao sin mucha pena y recuerda que aunque no es un flamenco de certámenes, en 2011 ganó el Concurso Nacional de Cante Yunque Flamenco.
El periodista Luis Troquel asegura que Salao podría estar encuadrado en cualquiera de las dos grandes corrientes flamencas entre las que se encuentra: la del siglo XXI y la de los años 90, que sigue la escuela camaronera. “Pero no es ni una cosa ni otra”, explica Troquel a Deflamenco.com y añade que lo mejor de su cante es “el misterio que alberga: algo cada día más difícil de encontrar.”
Ese misterio y el shock que producen sus actuaciones los conoce también Roger Roca, artífice del proyecto Tot Sants, responsables del bonus track del disco, un martinete escalofriante interpretado con la batería de Luis Amador. “A mi, la primera vez que lo escuché me conmocionó. Lo que recuerdo es pensar que delante tenía a alguien que ardía por dentro, lentamente y que al final escupía algo como metálico. Y que lo que escupía era su propia vida, sus dolores, sus fantasmas, y supongo que también sus alegrías”, explica Roca tocando otro tema clave para entender por qué este disco tardó tanto en nacer y mucho en cuajar: el estado de ánimo.
Pero que nadie se confunda: Salao no precisa del dolor para cantar. Todo ese desgarro que él transmite al ayear da la sensación de ser más trascendental para quien le escucha que para él mismo. “Yo canto mejor si estoy tranquilo, sin problemas y contento”, dice rompiendo ese tópico que afirma que el flamenco se canta mejor con grandes duquelas colgadas del alma. Y el público, ¿qué le suscita? “Lo veo sentado delante de mí y me motiva, no me da miedo. Yo me siento ante ellos y canto lo mejor que sé.”
Tampoco teme las críticas, que lee sin emberrincharse pues dice ser consciente de que hay días mejores y otros peores aunque lo cierto es que, de momento, ha contado con el aplauso mediático de sus actuaciones, ésas en las que Salao es puro alarido y tiene la capacidad de levantar del asiento al espectador, acción y reacción que resultan más tenues en el disco.
Los ojos puestos en Andalucía
Ahora lo que más ilusión le hace a Salao es presentar su disco en Andalucía. “Estamos intentando montar algo por el Sur porque a él le hace mucha ilusión y ya es hora de que lo escuchen allí”, cuenta su mánager, que lo coló en la última actuación de Dorantes en Barcelona, para que le cantara una seguiriya al pianista lebrijano que no pudo esconder su placer al escucharlo. Y así van introduciéndolo en el mundillo flamenco de fuera de Barcelona, dando a conocer a una figura que corría el peligro de quedar reducido a sus peculiaridades y que ahora busca un hueco entre el resto de cantaores sobresalientes.
Cuando casi está acabando la entrevista, Salao, que sólo ha mascullado vocablos e hilvanado las frases durante toda la charla, pide la palabra. “Querría decir que el premio del Yunque incluía una serie de actuaciones que nunca me dieron.” Y una vez se ha arrancado, sin pregunta previa, quiere seguir hablando. Y dice que le habría gustado meter más cosas en este disco pero que esperará al segundo; que se hacen cosas muy buenas en flamenco hoy en día; o que él es un cantaor con facultades y un hombre pacífico. Habla con dificultad pero más fluidamente que al inicio. Quizás es más tímido que parco. O quizás es que el tiempo tiene para él otra extensión y por eso habla como si no tuviera prisa y no importara el orden. Un poco como hace en sus cantes y en este disco, con el que aspira a que se le comprenda sin tener que hablar, a dejar de ser promesa y a ser recibido con calor de madre en su amado Sur.
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