Con el máximo galardón de los concursos jondos entre las manos, el cantaor sueña con sacar adelante un nuevo disco donde poder “afrontar el reto de ser yo” y mostrar su propia visión de un arte que “me apasiona pero no me obsesiona”
Fresco, espontáneo, inquieto e irremediablemente curioso, Matías López ‘El Mati’, quizás uno de los cantaores más originales y personales que se han hecho con la Lámpara minera en el Festival de La Unión en los últimos años, tiene el carácter y la fuerza suficiente para darle un vuelco al prestigioso y encorsetado premio.
Sobre todo, porque su máxima aspiración ahora que logrado que su nombre suene en todos los circuitos jondos y tras más de una década pisando las tablas de los escenarios con primeras figuras como Antonio Canales, Belén Maya, Chano Domínguez o Pepe Habichuela, entre otros, es “sacar el disco que quiero”.
Es decir, tras ‘Docedecuatro’, un álbum que fue su carta de presentación y en el que rendía homenaje a cuatro de sus grandes maestros -Gaspar de Utrera, El Lebrijano, Pansequito y Juanito Villar-, el artista barcelonés de familia extremeña y residente en Sevilla, tiene puesto el foco en mostrar su propio modo de entender el flamenco.
De este interesante y arriesgado camino, en el que El Mati se muestra abiertamente como artista versátil y creativo, ya dejó una pincelada en el concierto que ofreció junto al saxofonista y flautista Sergio de Lope y su banda en el Festival Flamenco On Fire. Un espectáculo entusiasta y rupturista con el que lograron entusiasmar a un público entregado.
– ¿Qué le lleva a La Unión?
– Reconozco que de mi boca siempre había salido que no iba a ir a un concurso porque no me parece lógico que con el arte se pueda competir. Ni que nadie pueda juzgar el arte de nadie. Pero, por otro lado, quería probar y mostrar cómo soy. En realidad, llevaba un tiempo queriéndome presentar como instrumentista, pero con la voz, por hacer ver al público que la voz sirve para algo más que para cantar. Lo que pasa es que luego reflexioné y pensé que era mejor presentarme primero “como normal”, sobre todo, porque sabía que al revés igual no se me habría tomado en serio.
– En este sentido, ¿cómo se prepara para la Lámpara?
– Más que prepararme lo que me planteé desde el principio es no dejarme contagiar por las opiniones de los amigos ni de quienes están allí. Quería participar siendo el cantaor que soy.
– O sea, que más que poner oídos se los tapó…
– Exactamente. Es más, el día de la final decidí irme antes para ver a los compañeros y el ambiente del festival porque a mí me gusta la gente. Pero es lo peor que hice porque todo el mundo me decía algo sobre cómo había estado y me puse atacado.
– ¿Qué sintió cuando empieza a sonar su nombre entre los favoritos?
– Miedo. Porque yo daba el premio por perdido. Por eso cuando veo el revuelo es cuando me empiezo a plantear que tengo posibilidades y me entra la inseguridad, por si no me había preparado lo suficiente y, sobre todo, porque la gente esperaba que lo hiciera bien, tenía ilusión, y para mí eso es lo más importante.
– ¿A qué equipara la Lámpara Minera en su carrera?
– Tener la Lámpara Minera es como que te den el Balón de Oro y este año lo tengo yo (Risas). En serio, lo mejor sin duda ha sido el recibimiento que he tenido de los compañeros, notar que de verdad se han alegrado por mi éxito. Porque al final trabajas con muchos artistas pero no siempre nos decimos oye tío me encanta eso que haces. Y ahora ha sido un subidón. Es lo que más me emociona.
– Bueno, ahora toca frotar la Lámpara y ver qué sale, ¿para que le gustaría que le sirviese el premio?
– Para sacar mi propio disco. El anterior fue una apuesta, una carta de presentación, pero ahora quiero mostrar cómo soy, con mis ideas, mis maquinitas y mis historias. Ahora afronto el reto de ser yo. Sobre todo, porque eso es lo que me ha hecho ganar.
– Cuéntenos entonces quién es…
– Mis inquietudes pasan por buscar nuevos registros con la voz. A mí el flamenco me apasiona pero no me obsesiona, ni creo que sea lo más importante del mundo. Me gustaría plasmar también todo lo que tengo en mi cabeza de todas esas músicas que bañan el Mediterráneo y que a mí me interesan. La clave para entender el flamenco es reconocernos en otras músicas. Algo que, por supuesto, no estoy inventando yo. Ahí está El Lebrijano, Camarón, Morente, Paco…
– Parece que su objetivo está en la creación y no en la repercusión pública…
– Totalmente. Uno tiene que estar contento con su vida y hacer lo que quiere. Soy un loco de la música, de su historia, de su contexto social… Y estoy seguro de que todos estos artistas que han cambiado el flamenco lo hicieron porque no les importaba ni la aceptación del público ni la crítica. Hicieron lo que sentían. La autenticidad se muestra ahí. La única competitividad que debe tener un músico es consigo mismo. Claro que el respaldo del público es importante, pero si intento agradar y no lo logro, me convertiría en un infeliz.
– Y ha hablado de los clásicos, ¿pero qué flamenco actual le interesa?
– El de Rosario La Tremendita, mucho. El de El Niño de Elche también, porque valoro mucho el trabajo que está haciendo de investigación sobre la voz que, aunque no se vea, creo que en algún momento se le agradecerá. Y también me gusta el sabor de David Palomar. Una clásica como Mayte Martín. Miguel Poveda, El Falo, Arcángel… son gente que me interesan y de los que siempre estoy detrás para ver qué hacen.
Fotos: @Manjavacas.flamenco
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